¿Donde radica la felicidad?

La experta desgrana los mecanismos que conducen a ese estado de bienestar del que muy pocos podemos disfrutar.

¿Influye en nuestros actos cómo nos hablamos a nosotros mismos y a los demás? ¿Podemos trabajar nuestra actitud para generar neuroquímicos que nos produzcan bienestar físico y emocional? Ana Asensio, doctora en Neurociencia y una “enamorada del cerebro” nos revela cómo detrás de nuestras emociones, pensamientos y actuaciones existe un eje corazón-cerebro mediado por la química y la respiración, que podemos aprender a dominar para ser más felices.

Ana Asensio es psicóloga sanitaria, psicoterapeuta, doctora en Neurociencia por la Universidad Complutense de Madrid y fundadora del centro Vidas en positivo. Autora del libro Neurofelicidad. Descubre el poder de la química cerebral para mejorar tu vida (Editorial).

Las emociones son las primeras mensajeras de aquello que sucede en nuestra vida. Pero actuar conforme a “lo emocional” a menudo nos conduce a la impulsividad y nos lleva a “meter muchas patas”. En cambio, pararnos a pensar influirá en nuestra conducta posterior: si somos capaces de modificar los pensamientos, seremos capaces de modificar nuestras actuaciones, todo lo cual irá definiendo nuestra forma de estar en el mundo, nuestro aprendizaje y nuestra experiencia adquirida. 

Hasta el nacimiento de la Neurociencia, estas conclusiones partían de la observación de las conductas y formaban parte de la terapia conductual, pero ahora, gracias a las nuevas mediciones de neuroimagen y neuroquímica, “se puede establecer clínicamente cómo nos afectan las cosas y cómo ello genera una determinada química y no otra. Gracias a la Neurociencia podemos saber cómo funciona nuestra actividad eléctrica cerebral y cómo se realiza el intercambio neuroquímico entre las neuronas”, afirma Ana Asensio, psicóloga sanitaria, psicoterapeuta y doctora en Neurociencia por la Universidad Complutense de Madrid. También gracias a la Neurociencia sabemos que “en el corazón está la intuición y también que su latido puede determinar el ritmo de la actividad eléctrica cerebral: es lo que conocemos como ‘inteligencia cardíaca’ o ‘coherencia cardíaca’, que nos indica la influencia importantísima que tiene el corazón sobre el cerebro, condicionando nuestros pensamientos, emociones y ejecuciones”. 

De cómo funciona nuestro cerebro, cómo conecta con el corazón, cómo trabajan los neuroquímicos y qué actividades podemos poner en práctica para fomentar su producción y enriquecer así “la farmacia que todos llevamos dentro”, nos habla la experta y autora del libro Neurofelicidad. Descubre el poder de la química cerebral para mejorar tu vida (Editorial), en esta entrevista. 

  • Sin duda, poder medir clínicamente cómo nos afectan las cosas que nos están pasando es algo revolucionario. ¿Desde cuándo y cómo puede medirse la neurociencia? 

La Neurociencia ha supuesto toda una revolución en los últimos 20 años, gracias a las nuevas mediciones de neuroimagen y neuroquímica, que han permitido conocer cómo funciona nuestra actividad eléctrica cerebral y cómo se realiza el intercambio neuroquímico entre las neuronas para que nuestro organismo funcione adecuadamente. Lo más nuevo en la última década ha venido de la mano de los avances en cuanto a tejido neuronal, el estudio del impacto del nervio vago en nuestra salud (uno de los principales nervios del sistema nervioso, el más largo y que se prolonga desde el bulbo raquídeo hasta el tórax, atravesando la región cervical, el tórax y la cavidad abdominal), del concepto global de sistema nervioso, y sobre todo a raíz del descubrimiento de la inteligencia cardiaca o “coherencia cardiaca”, que es la influencia importantísima que tiene el corazón sobre el cerebro y que viene medida por su frecuencia de latido y el impacto que este produce en el ritmo de la actividad eléctrica cerebral, condicionando nuestros pensamientos, emociones y ejecuciones. Somos seres humanos integrados por órganos que funcionan con una química, con la energía que necesitan las células para vivir y las neuronas para comunicarse. 

Existe un eje cerebro-corazón mediado por la química y la respiración, en el cual el corazón manda mucha información al órgano ejecutor final, que es el cerebro. Pero la información del corazón es valiosísima, porque contiene las emociones más elevadas, convertidas en valores como el amor, la gratitud, la bondad, la compasión…. En el corazón comienza la intuición, que va más allá de la mente racional y alberga esas razones, serenas y valiosísimas, para poder responder con sabiduría en nuestra vida.

Leyéndola me he acordado de la película “Del revés”, que nos ayuda a entender nuestros estados de ánimo y lo que nos ocurre por dentro a través de personajes que representan la alegría, la ansiedad, la tristeza, el miedo, la envidioa, la ira o el asco. ¿La ha visto?
Claro, la película “Del revés” es un ejemplo de cómo funcionan las emociones como mensajeras de aquello que sucede en nuestra vida. Es un claro ejemplo de cómo nos afectan las cosas y cómo ello genera una determinada química y no otra. Y ese mensaje emocional nos permite que actuar acorde a lo que experimentamos o pensamos.

EL CUARTETO DE LA FELICIDAD

Tenemos una farmacia interior, y aunque hay muchos más, los neuroquímicos más estudiados que producen bienestar físico y emocional son: la serotonina, que es el neuroquímico del bienestar y se asocia a la felicidad. Es el que nos da el bienestar emocional y lo generamos a partir de alimentos ricos en triptófano como las legumbres, los alimentos proteicos, los plátanos, los frutos secos… También se activa disfrutando de las cosas y con la conducta del agradecimiento, por ejemplo, haciendo una lista de las cosas que agradeces en tu día a día y que sin las cuales, tu vida sería peor.
Luego está la dopamina, que es el placer. Es importante generarla internamente, ya que, aunque externamente hay muchas formas de adquirir dopamina (como las drogas, el alcohol, las compras, la comida…), todas ellas te van a desconectar de ti. Lo importante es saber disfrutar de los placeres de la vida, pero haciendo que la dopamina se segregue internamente. ¿Y cómo? con el reconocimiento hacia uno mismo, celebrando los pequeños logros… y también durmiendo al menos siete horas cada noche.
Las endorfinas son las que nos dan la calma y se activan con el movimiento. El movimiento es esencial para que nuestras neuronas se comuniquen y para que ese intercambio químico se produzca de manera óptima: baila, corre, haz bicicleta, sube escaleras, camina… ¡muévete y lo notarás!
Y por último, la oxitocina, que es la hormona del amor, es la esencialmente más humana, aquella que obtenemos a partir de las relaciones sociales, del tacto, del amor propio… es aquella que nos lleva a ser más empáticos, más altruistas, más comprensivos y a tener ganas de ayudar a los demás. Se produce cuando nos sentimos escuchados, abrazados, cuando abrazamos, cuando tocamos y olemos a personas que queremos, cuando perdonamos y nos perdonamos, cuando somos amables y amorosos con nosotros y nos autocuidamos. 

  • Usted habla incluso de sintonías entre frecuencias cardíacas como la razón por la cual conectamos con unas personas y no con otras. 

La universidad de Helsinki publicó un estudio en el que se observó el funcionamiento del cuerpo mediante vibraciones medidas en hercios. Se observó que el corazón tiene el campo magnético vibracional más grande del cuerpo, y que además se extiende incluso unos metros fuera de él. También concluyó que las personas tendemos a acompasar nuestros ritmos cardiacos cuando sintonizamos o estamos cerca. Y esto me ha llevado a comprender por qué con algunas personas tenemos conexión y por qué emitimos una energía vibracional hacia fuera, que es capaz de modificar nuestro entorno.

  • Qué fue lo que le atrajo de la neurociencia para meterse de lleno en su estudio aplicado a la psicología. 

Desde siempre he sido una enamorada y una curiosa del cerebro, del pensamiento humano, de la conducta, del saber y entender cómo funciona nuestra máquina de pensar por dentro. La vida hizo que, al no existir una carrera llamada «Neurociencia» allá por el año 1996, eligiera Psicología por la fascinación que sentía hacia el comportamiento humano y el estudio de la mente. Después me especialicé haciendo un máster de Neuropsicología y en cuanto salió el programa de doctorado en Neurociencias en la facultad de Medicina, allá que me fui a realizarlo. Y empecé a investigar y aprender más del cerebro para poder unificar lo que vemos los psicólogos en consulta, con la obtención de marcadores biológicos y científicos de las intervenciones que veníamos realizando en terapia clínica.

  • Resulta muy útil escuchar a las emociones como mensajeras, pero como usted explica, con esa información hay que poner en contacto la razón y el corazón para tomar la mejor decisión que nos haga sentir serenos y en paz. Es importante esta reflexión: la emoción es una mensajera, pero ella no puede dominar nuestra conducta. Por ejemplo, si yo tengo un ataque de enfado o de ira hacia algo, será muy útil que la reconozca, la valide y la comprenda, pero será muy importante que la respire, la apacigüe y decida qué quiero hacer con ella. La ira tiende a llevarnos a movernos, a querer pelear, luchar o agredir para defendernos, pero esto no siempre es necesario o útil, ya que, por ejemplo, si he acumulado ira a raíz de una conducta de mi hijo pequeño, pegarle un azote no será ni la respuesta más adecuada ni la solución. Mejor será que me mueva, corra, suelte ese calor de ira, me dé una ducha, respire y responda poniendo límites o parando aquello que me causó tanta ira (si está en mi mano hacerlo).
  • ¿La actitud puede cambiarlo todo? ¿El cambio conductual tiene su reflejo en el cerebro? 

Desde el momento en que pensamos, estamos generando una manera de ver y actuar en el mundo. Nuestra actitud ante las cosas es capaz de cambiar nuestras emociones. Por ejemplo, si siento que no voy a poder afrontar una situación personal, esto hará que mi sistema interno se sienta en peligro y genere una química (producción de cortisol) para defenderme de esa alerta, lo cual me provoca estrés. Y si me siento en estrés y en peligro tenderé a huir, defenderme o paralizarme y actuaré con miedo y conforme a un peligro que he imaginado y adelantado, sin darme la oportunidad de afrontarlo. Pero si pienso que una situación me da miedo, porque así lo siento, pero me doy el permiso de pensar que «es normal que sienta miedo y que puedo afrontarlo”, solo necesitaré prepararme, relajarme, visualizarme, y afrontarlo. Serán mi actitud y mi manera de pensar las que hayan modificado mi respuesta. En definitiva, nuestros pensamientos influyen en nuestra conducta y si eres capaz de modificar esos pensamientos serás capaz de modificar tus actitudes, todo lo cual irá definiendo tu forma de estar en el mundo, tu aprendizaje y tu experiencia adquirida.

  • Qué efectos tiene tratarse a uno mismo de una manera agradable o desagradable, qué regiones del cerebro activamos y cuáles son las consecuencias. 

Tratarnos de manera amable es uno de los mejores regalos que podemos hacerle a nuestro cerebro, se ha visto que cuando te hablas bien, cuando eres amable contigo se activan zonas de placer en el cerebro. Y también que, evocando recuerdos biográficos agradables, se activan zonas de bienestar. En estudios se ha demostrado que la calidad del sueño está directamente vinculada con la amabilidad que tienes hacia ti.

En cambio, cuando somos críticos y experimentamos emociones de rechazo hacia nosotros mismos y nos reprochamos cosas de mala manera, se activan áreas de dolor similares a las que provocan el dolor físico. Tratarte mal es como si te pegaras a ti mismo.

  • Aunque el cortisol está muy denostado y su excesiva producción se asocia a períodos de estrés, tener un poco de cortisol es bueno para tener energía… Dónde está la frontera entre el distrés (el malo) y el neuroestrés (el bueno). 

El cortisol es necesario, pero en dosis optimas. Cuando le damos al cuerpo más actividad o desgaste del que podemos afrontar cada día, como disgustos, quejas, sustos, mala alimentación, vida sedentaria, críticas, emociones desagradables en exceso… entonces el cortisol se eleva demasiado. Y si no lo contrarrestamos con acciones que puedan bajarlo, se convierte en tóxico y elige a un órgano «diana» para dar la voz de alarma, y que suele ser estómago, o la musculatura… o a un mayor un nivel, puede provocar un conjunto de síntomas que provoquen ansiedad, insomnio, u otras alteraciones psicosomáticas.

  • El amor es el motor de la felicidad. ¿Qué papel tienen los valores a la hora de conseguir una buena coherencia cardíaca y una mente bien programada? 

El amor es un motor increíble. Estudios realizados en la Universidad de Harvard han demostrado que las personas que reciben amor no solo mejoran su sensación de bienestar subjetivo percibido, sino que, además, mejoran su salud general. El cuidado, la atención, la intención amorosa son capaces de mejorar nuestro sistema inmune. No podemos separar lo que está unido, como seres humanos tenemos un cuerpo físico, una química y una energía que funcionan unidos y todo está en relación con nuestro medio y nuestro entorno. De ahí la importancia de valorar todo nuestro cuerpo, de saber escucharlo y de saber poner la razón, tan potente e inteligente, al servicio del corazón, que es el motor del amor y el pulso de vida.

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Paula Rivero

Soy de la primera promoción de Periodismo que salía del "horno" de Sevilla (en todos los sentidos), allá por el año 94, estudios que completé con los de Historia Contemporánea, licenciándome en...