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En el Día Mundial del Cáncer de Cérvix (26 de marzo), la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) destaca los avances más importantes que han permitido reducir la mortalidad de este tumor en el marco de la campaña «Cada avance se escribe con mayúsculas».
El cáncer de cérvix es una enfermedad que se puede prevenir. La causa fundamental es la infección por alguno de los virus oncogénicos de la familia del virus del papiloma humano (VPH). Hablamos de una infección de transmisión sexual. Tras la infección y su posterior cronificación, generalmente hay una larga evolución hasta la aparición de la lesión pre-malignas y el desarrollo del cáncer invasor. Por ello, tanto la prevención como la detección precoz es la mejor arma que tenemos para el tratamiento y erradicación de este cáncer.
Detección precoz
Desde 1940 el porcentaje de muertes ha disminuido un 70% en países desarrollados gracias al efecto del cribado con el test de Papanicolau, junto con el tratamiento desde las primeras fases de la enfermedad. La aportación científica de este test ha sido de gran relevancia para el control de este tumor. Un gran avance para el cribado fue el test VPH; sobre todo en países en vías de desarrollo, donde ha demostrado disminuir la mortalidad de este tumor. El nuevo test del VPH fue aprobado por la FDA en abril de 2014. El desarrollo de test VPH rápidos y la mejora de la especificidad optimizarán esta valiosa técnica. Hoy en día en el diagnóstico precoz del cáncer de cérvix debe realizarse una citología así como la determinación de VPH.
Prevención
La cronificación de la infección por HPV es un problema epidemiológico de considerable envergadura. Más del 90% de los cánceres de cuello de útero se asocian a la infección, además de otros cánceres como el 60% de los cánceres orofaríngeos, 91% cáncer de pene, 75% cáncer de vagina y el 69% de los cánceres de vulva. Uno de los grandes avances científicos de nuestra era en la prevención primaria de este tumor es el desarrollo de vacunas frente al HPV. En nuestro entorno la vacunación a niñas en edades entre 11-14 años se ha incluido en el calendario vacunal.
Las vacunas bivalentes frente a los serotipos 16 y 18 (CERVARIX) y tetravalente (6,11,16 y 18) (GARDASIL) fueron las primeras vacunas que se desarrollaron. La vacuna nonavalente ha sido la última en desarrollarse, dirigida a los serotipos de HPV 6, 11, 16, 18, 31, 33, 45, 52 y 58 (GARDASIL 9). Se publicó en el 2015 un estudio Fase III que comparaba la eficacia de la vacuna tretavalente con la nonavalente mostrando la vacuna nonavalente su eficacia frente a los nueve serotipos.
Si bien es verdad que las vacunas bivalentes y tetravalentes han demostrado proteger frente al cáncer de cérvix relacionado con HPV en un 63% de los casos, se ha calculado que la nueva vacuna nonavalente disminuiría la incidencia de este cáncer hasta en un 73%. Se han puesto en marcha estudios para cuantificar el impacto económico y epidemiológico del cambio de vacunación demostrando que este cambio sería muy beneficioso en términos económicos y de salud.
En el 2016 la Sociedad Americana de Oncología Médica (ASCO) hizo pública la recomendación de vacunar a todas las niñas y niños entre 11 y 12 años frente al HPV. En caso de no vacunación previa se debería considerar la vacunación en adultos (hombres hasta 21 años y mujeres 26 años). Además en el comunicado publicado, se subrayó la importancia de asegurar la vacunación mundial mediante una adecuada educación, adecuación de sistemas sanitarios, de recursos y de investigación en el campo.
Además se ha visto que la vacuna también protege a mujeres adultas, tal y como lo demuestra la actualización del seguimiento a 7 años del estudio VIVIANE con datos de eficacia en todos los grupos de edad (26-35, 36-45 y >45 años). La eficacia la definen en términos de prevención de la infección y de regresión de las alteraciones citológicas relacionadas con el HPV. Es importante además que la vacuna no solo protege frente a serotipo 16 y 18, sino que presenta protección cruzada frente a serotipos 31 y 45.
Se ha publicado recientemente que la vacunación HPV disminuye de manera significativa la evolución de la neoplasia intraepitelial de cérvix (CIN), lo cual es relevante en el diseño de nuevas estrategias de screening para la población vacunada.
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