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10 años: ésta es la media que tarda un paciente con
dolor crónico benigno en acudir a una de las muchas Unidades del Dolor que se
reparten por el país. Algo que, según los expertos, dificulta en gran medida su
tratamiento y ralentiza su mejoría
En España, según cifras de la
Sociedad Española del Dolor (SED), cuatro millones y medio de personas sufren
dolor crónico benigno y llevan una media de nueve años padeciendo esta
situación. Pero si el dolor crónico suele durar una media de nueve años, en un
20 % de los pacientes llega a durar incluso más de diez años, de ahí que uno de
cada diez españoles con dolor crónico reconozca que éste afecta directamente a
su actividad laboral y personal.
Pero más allá del mundo de
las cifras, lo más preocupante son las condiciones en las que viven este tipo
de pacientes, ya que muchos de ellos manifiestan ser realmente infelices y
tener serias dificultades para pensar y concentrarse. Y lo que es aún más
grave, uno de cada seis admite que su dolor es tan fuerte que en ocasiones
desea morir. Nos encontramos, por tanto, ante un problema de gran magnitud que
ha llevado incluso a fijar un día en el calendario dedicado al Día del Dolor:
el 16 de noviembre. Solidarizarse en estas fechas tan propicias con quienes
padecen este problema puede ayudarnos a comprender su vida y sus dificultades.
Dolor crónico benigno y no oncológico
El dolor crónico puede estar
provocado por un buen número de causas. En primer lugar podemos hablar del
dolor crónico benigno, que está provocado por patologías como la artrosis, cervicalgia, lumbalgia, cefalea, fibromialgia
o neuralgia. Pero la cosa no queda aquí. Más allá de este sufrimiento, los
pacientes terminan por padecer otra serie de problemas asociados, como
alteraciones cardiovasculares, tales como hipertensión o taquicardias, la
disminución en la capacidad de reacción de su sistema inmunológico y,
finalmente, un buen número de trastornos psíquicos que pueden desembocar en una
profunda depresión. Por lo tanto, es importante recordar que, además de las
consecuencias físicas, el dolor acarrea otros graves perjuicios, siendo los más
destacables las consecuencias psicológicas (alteraciones del sueño y
comportamiento, ansiedad y miedo), la disminución en la calidad de vida, las
estancias hospitalarias de larga duración y la baja productividad laboral.
Según la SED, la aceptación del sufrimiento es
especialmente alta en nuestra cultura y entre las personas de más edad y con
firmes creencias religiosas
Demasiada espera
Según la Sociedad Española del Dolor (SED), el gran problema de este tipo de
pacientes es el tiempo que tardan en llegar a una unidad del dolor, que se
encuentra en una media de diez años. Durante todo este tiempo, no reciben una
atención especializada, por lo que al llegar a estas unidades se encuentran
completamente desmoralizados y su esperanza en lograr un tratamiento óptimo es
muy pequeña. Por eso, es imprescindible no ocultar el problema; no se trata de
ser un héroe y aguantar estoicamente el sufrimiento. Según explican los
especialistas, hay tratamientos muy eficaces para contrarrestar cualquier tipo
de dolor, pero para ello, el paciente debe estar completamente implicado.
Apoyo y comprensión
La importancia de las Unidades del Dolor
La comprensión por parte de
la familia es, sin duda, uno de los
mejores puntos de apoyo que tiene el enfermo. En ocasiones, el enfermo teme
resultar una carga para quienes le rodean. Hablar con los demás acerca del
problema puede ayudar. Por eso, la comprensión por parte de la familia es
fundamental para lograr que los problemas psicológicos sean menores.
En este sentido, el médico también juega un papel básico.
El especialista no sólo debe ser capaz de administrar los analgésicos
pertinentes, sino tratar la dolencia en su vertiente psicológica. En este
aspecto, la doctora Heraso,
presidenta de la Federación Internacional del Dolor (FID), considera que el
médico que forma parte de una unidad del dolor debe ser capaz también de
controlar la parte psiquiátrica.
(Este texto sustituye al otro) Tal y como se desprende del estudio realizado por
esta sociedad en colaboración con el Instituto UPSA del Dolor, los enfermos con
dolor crónico tienen que desplazarse una media de 25 kilómetros para ser
atendidos en las unidades del dolor
de los hospitales que disponen de ella. De ahí que el doctor Manuel Rodríguez,
presidente de la SED, abogue por la
creación de Unidades de Dolor en los centros de Salud, más cercanas al
domicilio del paciente. Según Manuel Rodríguez, se tarda una media de tres años
y medio en que los pacientes sean derivados a las unidades hospitalarias
especializadas, a pesar de que en esas unidades reciben la terapia más adecuada
y se produce una mejora significativa de su calidad de vida.
El dolor oncológico en España
Según la experiencia
profesional de esta experta, el dolor crónico en España está, por lo general,
bien tratado, aunque todavía hay mucho por hacer. En este sentido, Carlos Camps,
Coordinador de la Sección de Cuidados Continuos de la Sociedad Española de
Oncología Médica (SEOM), afirma que en los últimos años ha aumentado la
cultura del médico para controlar el dolor ?al tiempo que cada vez hay más
facilidades para administrar morfina a los pacientes- pero se lamenta de que la
formación que los facultativos reciben en las facultades no es la adecuada.
?Una vez finalizados los estudios universitarios, los oncólogos, durante el
MIR, sí que aprenden a tratar el dolor, pero todavía el camino es muy largo?,
reconoce.
El paciente con cáncer:
guerra
al dolor
El dolor es uno de los
síntomas más comunes en aquellas personas que padecen cáncer. De hecho, entre
el 70 y el 80 por ciento de los pacientes oncológicos lo sienten en algún
momento a lo largo de su enfermedad. En este caso, el sufrimiento físico está muy
relacionado con el tipo de tumor diagnosticado, por lo que cuando éste se
localiza en los huesos o los nervios, el dolor suele ser mucho más intenso. Por
el contrario, los linfomas son los menos dolorosos.
Está muy extendida la idea de
que a medida que avanza la enfermedad, el dolor es mucho más fuerte. Tal y como
aprecia el doctor Camps, esta afirmación es
completamente errónea, puesto ?que la intensidad de este padecimiento no
depende exclusivamente del estadío del cáncer?. Por
ello, aquí el conocimiento de los mecanismos del dolor son
imprescindibles para el buen estado mental del paciente. El problema surge
cuando una persona que padece un cáncer y siente mucho dolor, vive con la
angustia de que, por ello, su enfermedad está muy avanzada.
Resulta fundamental hablar
con el oncólogo acerca de la enfermedad y conocer por qué se sufre ese dolor.
La labor del médico consiste, en primer lugar, en creer siempre al paciente. El
dolor es algo completamente subjetivo que no se mide, por eso, la única forma de
conocer su existencia y su intensidad es a través de la descripción que el
enfermo hace de sus sensaciones.
Por otro lado, hay que
realizar una historia del dolor en la que se incluya su localización, la
duración del mismo y de qué manera limita y afecta a la vida diaria de las
personas.
Múltiples causas
El dolor en los enfermos de
cáncer puede estar causado por la enfermedad en sí o por otros motivos. En el
primer caso, se produce por la invasión de tejidos blandos, la afectación de
una víscera o de la masa ósea, por una lesión nerviosa o por el aumento de la
presión intracraneal. Pero también se asocia a esta enfermedad el dolor
producido por los espasmos musculares, por las úlceras e, incluso, por el
estreñimiento.
Pero no sólo las células
malignas son las encargadas de producir este padecimiento. De hecho, los
tratamientos paliativos de la enfermedad pueden ser también muy perniciosos.
Así, se puede sufrir una inflamación de las mucosas por radioterapia o algo tan
aparentemente simple como el dolor de una cicatriz tras una intervención
quirúrgica.
Tratamiento con opiáceos
En el caso del dolor benigno,
el 54% de los pacientes mayores de 65 años reciben terapia no farmacológica,
siendo el bloqueo nervioso, la rehabilitación y la fisioterapia las medidas más
utilizadas para aliviar el dolor. Pero sin lugar a dudas, los fármacos son la
mejor forma de luchar contra el dolor crónico, bien sea benigno u oncológico.
Para tratar ambos tipos de dolor se utilizan generalmente dos tipos de
medicamentos: los antiinflamatorios no esteroideos, (empleados más comúnmente para el dolor
benigno y sobre todo para el osteoarticular), y los opioides (más comúnmente utilizados para el dolor
oncológico). El primero de estos dos grupos es uno de los que mayor temor causa
en los enfermos con dolor crónico, por el temor a caer en una adicción a los
mismos (quitar). Según señalan la mayoría de los especialistas, el porcentaje
de pacientes que desarrollan este problema es muy bajo frente a las
posibilidades que los opiáceos ofrecen en la lucha contra el dolor.
En este sentido, es necesario
señalar que habitualmente se confunde adicción con dependencia física. El
primero de estos trastornos es un síndrome psicológico y de comportamiento que
implica la pérdida absoluta del control sobre el uso del medicamento; su
aparición, como hemos dicho, es muy rara en enfermos con cáncer. Por su parte,
la dependencia física consiste en la aparición del síndrome de abstinencia
cuando se suspende de forma brusca el tratamiento.
El doctor Carlos Camps reconoce que en España hay, en la actualidad, una
mayor cultura en lo que respecta a la administración de este tipo de fármacos.
Aún así, España es uno de los países europeos en los que el consumo de opiáceos
es más bajo.
Unidades del Dolor
Aplicación en cinco pasos
Sobre todo hay que recordar
que el tratamiento del dolor es, tal y como afirma el doctor Camps, ?un trabajo de equipo?. En él intervienen
especialistas en diversas disciplinas como neurólogos, psiquiatras, psicólogos
y fisioterapeutas. Para luchar contra el dolor crónico que se instala en la
vida de los enfermos de cáncer, se suele seguir un método que responde a una
serie de principios básicos.
- El primero de ellos consiste en que hay que
utilizar la vía menos invasiva
posible, preferentemente la oral, siempre según la respuesta del paciente
ante el medicamento. - Además, la medicación debe administrarse siempre
a intervalos fijos de tiempo,
de manera que la siguiente dosis debe ser previa a la desaparición de los
efectos calmantes de la anterior. El enfermo no tiene por qué sufrir. -
No
existe la dosis adecuada para el
uso de opiáceos. Cada paciente es un mundo completamente distinto y, en
función de la intensidad del dolor y otra serie de circunstancias, habrá
que prescribir la cantidad adecuada, que será siempre aquella capaz de
paliar el sufrimiento. - La dosis
ha de ser incrementada hasta lograr los objetivos deseados, es decir,
acabar con el dolor; pero hay que tener en cuenta que los opiáceos tienen techo terapéutico, esto significa
que hay una dosis máxima por encima de la cual no se logra ningún
beneficio. - Por último, hay que prestar atención a cualquier complicación que pueda surgir, por muy
pequeña que sea. Cuando el paciente
está en casa, es él mismo el encargado de observar las reacciones de
su propio organismo y acudir al médico ante cualquier cambio. Él es el
único que puede tomar la solución más adecuada en cada caso.
Estudio previo
Antes de administrar
cualquier tipo de opioide, es necesario hacer un
análisis previo de las circunstancias del paciente, así como del desarrollo de
la enfermedad. Este estudio debe incluir, entre otros aspectos, los siguientes:
- La intensidad del dolor.
- La extensión del cáncer y la existencia de otras
patologías. - La edad del paciente. En este caso, si se trata
de ancianos las primeras dosis han de ser más bajas. - El tipo de presentación, vía de administración y
dosificación del fármaco.
Estudio PATHOS: dolor postquirúrgico
Otro tipo de dolor más común
es el dolor postquirúrgico. Más de 120 hospitales
españoles participan en el estudio PATHOS, centrado precisamente en analizar el
dolor tras las intervenciones quirúrgicas. Su objetivo es, básicamente, marcar
las pautas de tratamiento más beneficiosas para el paciente. Alrededor de 2.000
cirujanos y anestesiólogos europeos van a participar en este proyecto.
A través de estos protocolos
se pretende llevar a cabo una analgesia basada en la combinación de fármacos
más eficaces y con menos efectos secundarios. Además, también se desarrollarán
sistemas de evaluación del dolor y cursos de formación que contribuyan a
mejorar su tratamiento.