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En España, uno de cada
cuatro jóvenes se enfrenta a situaciones de fracaso escolar. Un problema cuya
solución, independientemente de los planes educativos vigentes, empieza en el
hogar
El último informe ?Pisa 2003?, elaborado por la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), ha sacado los colores al sistema
educativo español: de los 28 países que integran este organismo, España ocupa
el puesto 24, lo que equivale a un nivel de fracaso escolar de un 26 por
ciento, algo superior al 20 por ciento de media de los países que forman la
OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico).
Cuándo hablar de fracaso
escolar
Se puede hablar de fracaso escolar cuando el alumno no consigue los
objetivos propuestos para su nivel pedagógico y edad, y existe un
desaprovechamiento real de sus recursos intelectuales, lo que suele tener como
consecuencia una actitud negativa hacia el aprendizaje. Según Carmen Pascual, psicóloga infantil y
directora del centro Psicopraxis, de Madrid; ?el
perfil de un estudiante que puede padecer fracaso escolar es un niño que, en
general, no tiene los conceptos claros, y habitualmente se le nota distraído.
Además, presenta muchas dificultades incluso a nivel de la motricidad, y le
resulta muy difícil centrar la atención. Se trata de alumnos que carecen de
inquietudes y que suelen ser apáticos?.
Se puede hablar de cuatro tipos
de fracaso escolar:
- El primario suele aparecer en los
primeros años de la vida del niño, asociado a dificultades madurativas, y
puede solucionarse de forma espontánea o constituir la base de un fracaso
académico permanente. - El secundario se produce después de
unos años de escolarización sin presentar problemas, coincidiendo con
cambios en la vida del niño como la adolescencia o algún hecho puntual. - El llamado
fracaso escolar circunstancial
es transitorio y aislado. - Por
último, el habitual, los
suspensos constituyen la tónica normal del niño debido a causas de origen
personal, como un retraso en el desarrollo psicomotriz,
del lenguaje hablado, en la adquisición de la lectura y escritura,
problemas personales…
El niño y sus circunstancias
En el fracaso escolar confluyen diversas causas, que pueden ser tanto ENDÓGENAS (personales o que afectan al
niño casi de manera exclusiva) y EXÓGENAS
(la familia, la propia escuela o la sociedad en general).
- Entre las
primeras destacan aquellos problemas
de tipo orgánico que afectan al niño de manera física o sensorial:
alteraciones visuales o auditivas (miopía, hipoacusia),
enfermedades crónicas o simplemente una situación de cansancio provocada
por la falta de horas de sueño o una nutrición deficiente. - Alrededor
del 29 por ciento de los casos de fracaso escolar son debidos a problemas de aprendizaje, entre los
que destaca la dislexia: a pesar de tener un nivel intelectual normal, los
niños que la padecen no son capaces de establecer el mecanismo de lectura
El 10 por ciento de los
casos de fracaso escolar está desencadenado por el que es en la actualidad el
trastorno más estudiado en psicología infantil: el TDAH (trastorno de déficit de atención con hiperactividad), que se
caracteriza por una capacidad de atención inferior a la que corresponde a la
edad del niño, con frecuencia asociada a una hiperactividad inapropiada y a una
conducta impulsiva.
- Asimismo,
entre un 30 y un 50 por ciento de los casos se
derivan de factores emocionales
de todo tipo, entre los que destacan problemas psicológicos (depresión,
baja autoestima), situaciones especiales en el entorno familiar
(fallecimiento, separación de los padres, nacimiento de un hermano),
desajustes en etapas clave, como la adolescencia… - Los factores intelectuales solo son
responsables de un 2 por ciento de los casos de fracaso escolar y entre
ellos destacan tanto debilidades mentales no siempre fácilmente
detectables, como las superdotaciones, es decir,
niños con un nivel intelectual muy superior al normal que,
paradójicamente, suelen presentar fracaso escolar debido sencillamente a
que los contenidos de las asignaturas no les despierta ningún interés.
Respecto a las CAUSAS EXÓGENAS,
destacan, en el caso del propio sistema educativo, una programación inadecuada
(temarios excesivamente largos, exigencias demasiado elevadas para el nivel de
maduración del niño…); la excesiva rigidez (se exigen a todos los niños los
mismos objetivos sin tener en cuenta, por ejemplo, el mes de nacimiento); la
formación del profesorado (que, además de dominar las materias que imparten,
deberían ser capaces de enseñar a sus alumnos a ?aprender a aprender?); el
método de enseñanza del centro, la masificación, el exceso de deberes y la
actitud del profesor hacia el alumno… Todo ello puede tener una incidencia
más o menos determinante en el rendimiento escolar.
Videojuegos y falta de motivación
Las nuevas adicciones como la televisión, los videojuegos y el
ordenador también están haciendo mella en el rendimiento académico de los
niños. Según la Asociación de Telespectadores y Radioyentes, el 97 por ciento
de los niños españoles pasan casi tres horas y media diarias delante del
televisor. En la misma línea, los datos de la Asociación de Fabricantes del
Juguetes, la forma de entretenimiento preferida para el 60 por ciento de los
niños son los viodeojuegos. Todo ello implica una
mala dosificación del tiempo, lo que repercute directamente en el rendimiento
escolar.
La falta de motivación es otro factor importante, y en ello inciden
tanto factores internos como externos al niño. El reconocimiento de las
personas significativas que le rodean, el mayor atractivo de los contenidos, la
aceptación social y el logro de metas a corto plazo son estímulos que no
siempre están presentes y que, sin embargo, invitan a seguir manteniendo un
nivel de esfuerzo e interés.
Fracaso y suspenso no es lo
mismo
Independientemente de la causa y el tipo de fracaso de que se trate,
es fundamental detectarlo de forma precoz y ponerle remedio a tiempo. ?El
fracaso escolar ya se puede apreciar desde la etapa de Educación Infantil,
especialmente en el desarrollo del proceso lecto-escritor?,
comenta Carmen Pascual. Las detecciones que se realizan a esta edad ya empiezan
a ser importantes y hay que intentar atajarlas al principio, porque si se van
dejando pasar bajo la idea de que el niño es aún muy pequeño el problema se
puede agravar. Ya en segundo o tercero de Primaria hay una definición bastante
clara de fracaso escolar, y muchas veces, si el niño no ha sido atendido
adecuadamente en la etapa anterior, este fracaso sale a la luz al pasar a la
ESO. Por tanto, es muy importante detectarlo y poner los medios para
solucionarlo ya desde la etapa de Infantil?, explica Carmen Pascual.
A menudo se identifica el fracaso escolar con los suspensos en las
calificaciones, algo totalmente erróneo, ya que si existe una consonancia entre
las capacidades intelectuales y el rendimiento personal no se puede hablar de
fracaso escolar, aunque las notas sean bajas. Asimismo, el mayor o menor
coeficiente intelectual de un niño tampoco justifica el fracaso escolar. ?Es
más importante la forma en la que el niño asimila los conceptos. Hay alumnos
que pese a tener mucha capacidad intelectual presentan fracaso escolar,
mientras que otros con un CI bajo, pero con la voluntad y la organización
general adecuada, pueden obtener unos resultados altamente satisfactorios?,
comenta la experta.
El papel de los padres
Hay una cosa clara: la educación empieza en la familia, y es en el
ámbito familiar donde se aprenden conductas, roles y las formas de reaccionar
ante los conflictos. Según las conclusiones del I Congreso Nacional de
Educación en Valores, celebrado recientemente en Valencia, un estilo educativo
familiar basado en el amor (evaluación positiva del hijo, interés y apoyo
emocional) junto a la coherencia en la aplicación de normas, es fundamental
para desarrollar una personalidad segura, equilibrada y consciente tanto de sus
derechos como de los deberes que se deben asumir.
En este sentido, uno de los mayores errores en el que están
incurriendo los padres es en el llamado ?deleguismo
educativo?, que consiste en descargar en otras personas e instituciones la
formación y la educación de los hijos. Una consecuencia directa de esta actitud
es el poco tiempo real que se pasa con el niño, lo que hace a su vez que éste
no reciba toda la atención necesaria para su desarrollo normal, lo que supone
un importante caldo de cultivo del fracaso escolar.
10 actitudes ?más que
positivas?
Aunque muchas veces los resultados sean a largo plazo, los padres
deben adoptar una serie de actitudes ante el menor síntoma de problemas a nivel
escolar, las cuales deber estar encaminadas sobre todo a reforzar los aspectos
afectivos y emocionales de los niños:
-
Trata de darles responsabilidades en
casa: está comprobado que los alumnos que colaboran en determinadas
tareas suelen tener más éxito en los estudios. -
Enséñale a organizar su tiempo
de forma razonable y establece un
horario y un lugar idóneos -
Escúchale y trata de leer entre
líneas las razones por las que no estudia o por las que no le gusta
determinada asignatura. -
Mantén un estrecho contacto con el
profesorado, intentando buscar soluciones en la misma
dirección. -
Evita las amenazas y los castigos: si son
reiterados, pierden todo su valor y no aportan nada constructivo a la
actitud del niño frente a los estudios. -
No incurras en comparaciones con
hermanos u otros niños: la humillación es otra actitud
contraproducente, ya que con ella solo se consigue incrementar las
inseguridades infantiles. -
Facilítale las técnicas básicas de
estudio: elaboración de esquemas, subrayado, lectura eficaz, retención y
memorización de la información. -
Fomenta estos hábitos mediante mensajes
positivos: es muy importante que el niño perciba que sus
padres están realmente interesados por los temas que está estudiando y no
sólo por sus notas. -
Fomenta el hábito de la lectura: el niño
que no lee correctamente será incapaz de comprender y memorizar contenidos
en el futuro. Cuánto antes se le inicie en este hábito, mejor que mejor.
Repetir curso: ¿sí o no?
En la actualidad, los países nórdicos, Irlanda, Gran Bretaña y Grecia
han abolido completamente la repetición de curso, mientras que otros como
España, Francia y Portugal lo han limitado a tres años. Según el informe de la
OCDE, ambas experiencias han resultado altamente positivas.
?Para decidir si un niño ha de repetir curso o no, primero hay que
hacer un estudio de su personalidad, ya que a veces, el hecho de ser repetidor
puede facilitar que haya más fracaso escolar en el futuro, ya que el niño se
puede sentir completamente desprotegido. En este sentido, en caso de que el
niño esté desubicado, es preferible que repita curso en las primeras etapas de
Primaria, ya que aún no ha generado esa asociación de ridículo que arrastran
los repetidores y le es más fácil superar la sensación de dejar a los amigos y
de sentirse diferente. De todas formas, es una decisión que debe asumirse
siempre con un cuidado y una precaución importantes?, comenta la psicóloga
infantil Carmen Pascual.
El ejemplo finlandés
¿Son los niños de Finlandia más listos que los españoles? No van por
ahí los tiros, sino que, tal y como se desprende del estudio de la OCDE, en el
país que lidera el ranking en lo que a eficacia del sistema educativo se
refiere, el profesor es la piedra angular de la enseñanza. Para ello, además de
estar muy bien remunerados y considerados socialmente, los profesores
finlandeses tienen una excelente formación no sólo en sus materias sino también
en la forma de impartir estos conocimientos a sus alumnos. Otro aspecto
diferencial es la total ausencia de competitividad que existe entre los
alumnos, debido a que la enseñanza tanto en casa como en la escuela no está
orientada a obtener resultados espectaculares o a sobresalir individualmente,
sino que el objetivo es conseguir la solidaridad hacia los compañeros y el
éxito colectivo. Más datos: los niños finlandeses asisten a 1.605 horas
lectivas menos que los españoles y, pese a ello, muchos de ellos llegan a
estudiar hasta cuatro lenguas, sólo dedican media hora diaria a hacer deberes
en casa y tres de cada cuatro menores de 15 años afirman leer todos los días no
por obligación, sino por el mero placer de hacerlo. Está claro que aún nos
queda mucho camino por recorrer.