La
exposición solar puede ser peligrosa cuando la radiación de la luz solar
sobrepasa los límites aconsejables y permanecemos demasiado tiempo al sol,
convirtiéndose en un factor de riesgo para nuestra salud.

Seguro
que has sufrido en alguna ocasión las molestas quemaduras solares los días en
que nos descuidamos y la dosis solar supera los niveles recomendados, pero no
hay que olvidar que la suma de estos excesos concretos puede provocar, a largo
plazo, un mal mayor: el temido cáncer de piel.

El
melanoma es un tumor muy agresivo y con una gran facilidad para lanzar por el
cuerpo metástasis (células cancerosas) y reproducirse. Sin embargo presenta una
gran ventaja respecto a otras formas cancerígenas debido a que su aparición es
externa y se hace visible desde el primer momento, lo que favorece su detección
precoz.

En
nuestro país, como en el resto del mundo, su incidencia ha aumentado en los
últimos años, triplicándose en las dos últimas décadas, de forma que, mientras
que hace 20 años se estimaba que había un caso por cada 100 personas, en los
próximos años se calcula que será 1 caso por cada 30 personas.

Las radiaciones del sol, y en concreto los rayos
ultravioleta (UVB y UVA) están consideradas como el principal factor
desencadenante del melanoma maligno. Los científicos sostienen que la
progresiva reducción de la capa de ozono, que permitirá que la luz ultravioleta
llegue a la superficie de la Tierra a niveles cada vez más elevados, es una de
las causas del aumento de la incidencia de cáncer de piel.

Tipos de sol

Existen
tres tipos diferentes de radiaciones.

1.-
Rayos infrarrojos

(longitud de onda de 800 nm). Posibilitan el efecto bronceador que perdura
durante varios días.

2.-
Luz visible

(frecuencia de 400 nm).  También
favorece el color de nuestra piel por unos días, pero se ha probado su
influencia negativa en el progresivo envejecimiento de la tez con el paso de
los años.

3.-
Rayos ultravioleta

se clasifican en UVA (320 nm) y UVB (250 nm) y sus radiaciones parecen ser las
principales causantes del envejecimiento del cutis y de la aparición de cáncer
de piel. El debilitamiento de la capa de ozono, provoca, año tras año, un
aumento de la temperatura de las radiaciones ultravioletas y, del riesgo de
lesiones en las personas.

La memoria de la piel

Una
exposición continuada de la piel a una radiación ultravioleta puede dañar su
material genético y provocar la aparición de males tan graves como el citado
cáncer de piel y las cataratas e, incluso, si la dosis solar es muy alta,
afecta al buen funcionamiento del sistema inmunitario que defiende al organismo
de posibles infecciones.  El riesgo a
una elevada radiación es patente desde abril hasta octubre, es entre los meses
de junio y julio cuando se mide la máxima intensidad.

Durante
muchos años se ha considerado que los rayos UVA no eran peligrosos para nuestra
salud. Hoy sabemos que los UVA pueden penetrar la piel hasta la dermis, que sus
dosis son acumulativas, que su efecto se asocia al de las UVB, y que tienen una
acción degenerativa sobre el colágeno dérmico: la piel se arruga y se envejece
prematuramente.

La
dosis de radiación que vamos recibiendo a lo largo de la vida es acumulativa, y
el efecto más común a largo plazo es la aparición de un envejecimiento precoz
de la piel. Existen factores genéticos y personales que hacen que unas personas
sean más propensas que otras a la aparición de estos cambios.

¿Cómo
reconocerlo?

El
melanoma aparece en forma de manchas o lunares con un aspecto asimétrico
(bordes irregulares y mal definidos), un color uniforme y cambiante, y un
diámetro superior a un centímetro que tiende a aumentar.

Si
se detecta en fases iniciales, se cura en un 90% de los casos: una rápida
detección es fundamental (Con la extirpación, en la mayoría de los casos,
curamos el cáncer) Por eso es importante hacer un diagnóstico precoz a través
de la exploración.

Cada vez son más claras las evidencias respecto al
riesgo de exposición a fuentes artificiales de luz ultravioleta, como sucede en
las cabinas UVA, cuyas dosis se van sumando a las radiaciones solares ya
recibidas antes y después, ya que sus efectos son similares a las radiación
solar.

La
incidencia de este cáncer cutáneo es, por lo general, superior en las mujeres,
principalmente entre los 40 y 49 años. En los hombres, la máxima incidencia se
registra entre los 50 y 59 años, y es en el tronco y la espalda donde más se
encuentran melanomas en el varón, mientras que en la mujer es más habitual que
se presente en las piernas.

Síntomas


Lunar que cambia de tamaño, forma o color.


Lunar que tiene más de 1 color.


Lunar asimétrico.


Lunar que sangra, supura o está ulcerado.


Lunar que presenta contornos o bordes irregulares.


Cambios de color en la piel pigmentada.

-Aparición
de lunares satelitales: lunares nuevos que crecen cerca de un lunar ya
existente.

Factores de riesgo


Exposición a luz solar natural, incluidas quemaduras de sol durante la
infancia.


Antecedentes familiares o personales de melanoma.


Lunares inusuales.


Cabello colorado o rubio.


Piel blanca o clara y pecas.


Exposición a luz ultravioleta artificial.


Ojos azules.

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Redacción Consejos

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