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-¡Auxílieme, por favor! Me encuentro muy mal.
-Tranquilo, tranquilo. Siéntese. Dígame qué le pasa.
-Me duele mucho el pecho. Me falta el aire.
-Pase aquí al despacho y túmbese en la camilla. Le
voy a tomar la tensión.
-¿Me subo…? ¡Ay, perdón…!
-No se preocupe que un peo se le escapa a cualquiera.
-Es que casi me jiño… pero me encuentro mejor.
-Está eliminando gases, así que no se preocupe. Lo
suyo no es de infarto sino aerofagia.
-¿Y entonces?… ¡Uy perdone…, otro pum…y qué
olor!
-Es desagradable pero, en su caso, es un olor
saludable. ¡Manolitoooo, abre la ventana!
-¡Qué apuro! Pero, ¿qué me ha podido pasar?
-¿Qué cenó anoche?
-Estuve en una degustación de productos del cerdo
que daban en la casa de Huelva y tomé un poquito de todo: jamón, ¡divino!, caña
de lomo, morcón, choricitos…
-Pare usted, hombre, que ya sé lo que le pasa. Puro
meteorismo.
-Pero… ¡si dicen que las grasas no producen gases!
-Pero enlentecen el paso de los alimentos por el
tracto digestivo. ¿Se acuerda de lo que almorzó?
-Una fabadita.
-¡Leñe, qué saque tiene usted!
-Mejor que el de Roberto Carlos.
-Pues mire; lo que le ha pasado es fácil de explicar.
-Pues dígame, porque aún tengo el susto dentro del
cuerpo. ¡Uy… otro pum! Ahora me encuentro mucho mejor. ¡Uy, perdón otra
vez…!
-No se preocupe que este ventoseo es saludable para
usted. ¡Manolitoooo, abre también la puerta!
-Pero es que…
-El dolor que usted traía estaba producido por los
gases, que por cierto los está desalojando maravillosamente, …¡Manolitoooo….,
¿Por donde iba? ¡Ah…!, que estos gases estaban alojados en la parte izquierda
del colon, presionando el diafragma y aparentando un dolor cardíaco. De haber
sido en la derecha se hubiera confundido con una apendicitis.
-Jesús, ¡qué problemas producen los gases!. ¿Y qué
puedo hacer? Porque desde hoy mismo juro que los voy a evitar. ¡Menudo susto!
-Pues es muy sencillo.
-Me imagino lo que me va a decir. Adelgazar, no
comer ciertas comidas, etc…
-Pues no. Es más fácil. ¿Usted come despacio y en
silencio?
-Todo lo contrario. Lo hago con frecuencia en la
peña. ¡Sólo hombres, pues! Allí, sinceramente, devoramos y hablamos mucho.
-Pues mientras ingiere rápido y habla, está tragando
una gran cantidad de aire. ¿Eructa?
-Nunca. Y ventosear, aunque le parezca mentira, me
cuesta mucho.
-Pues entonces su aerofagia es de libro. El aire que
se traga, si no es expulsado desde el estómago con eructos, se une al que se
produce en el intestino.
-¿Hasta ahí llega?
-No. Los gases intestinales se generan por la
fermentación de los restos de comida que le llegan.
-¡Ah ya sé! Las puñeteras bacterias intestinales. Se
lo digo porque he estado tomando antibióticos y el médico me dijo algo de la
flora intestinal.
-Es que la medicación antibiótica puede alterar el
equilibrio microbiano del intestino.
-Entonces ¿nada de antibióticos?
-No. Las bacterias del colon no sólo producen
gases; hay algunas capaces de usarlos
como sustrato para su metabolismo y por lo tanto no aumentan la flatulencia
sino que la disminuyen.
-¿Y esas bacterias no las venden?
-Pues no crea. Sería buena idea. De alguna forma en
el mercado hay fermentos lácticos para contrarrestar la antibioterapia.
-¿Y sólo se trata de masticar bien y callar?
-También es importante el tipo de alimentación. La
carne por ejemplo no es muy generadora de gases.
-¿Y las judías y los fritos? Porque en la casa de
Huelva nos pusieron un pescadito que…
-Esos alimentos son los que producen más gases
odoríferos.
-¿Qué son gases odoríferos?
-Los que está usted largando desde que entró en mi
Farmacia. ¡Manolitooooo….!
CODA A: