A Corazón Abierto (Ed. Seix Barral) es un título con doble sentido (quirúrgico y sentimental) que Elvira Lindo utiliza para su última novela, publicada cuando el Covid-19 confinó a toda la población en nuestro país. La intimidad de la autora Elvira Lindo durante su infancia y juventud, y especialmente, la de sus padres, es el material emocional que utiliza esta magnífica y solvente escritora y periodista para configurar un relato generacional alrededor de dos seres nacidos en la posguerra de nuestra Guerra Civil, pertenecientes por tanto al sector de población que más ha padecido con la pandemia.


Un recorrido por diversas y dispares geografías de nuestro país (Cádiz, Málaga, Palma de Mallorca o Madrid) durante el desarrollismo de los sesenta y durante la transición a la democracia, una época que está siendo revisada y revisitada desde múltiples puntos de vista, aunque la historia novelada por Lindo llega hasta al último lustro. La autora, que pronto dará a conocer un nuevo guion cinematográfico, no se ha conformado con la novela, el cine, el periodismo escrito o la radio, otra de sus grandes pasiones, y se ha embarcado en la ópera de cámara y en la promoción de otras grandes figuras de nuestra literatura, como Benito Pérez Galdós o Antonio Machado, participando en las exposiciones y documentales que se han realizado recientemente sobre estos dos gigantes de nuestra literatura. Sobre la novela A Corazón Abierto y las múltiples facetas creativas de Elvira Lindo nos habla directamente la escritora.

Como a casi todos los hijos, sus padres le marcaron muchísimo, por lo que se refleja en A Corazón Abierto, ¿cómo surgió esta historia tan personal?
Creo que todos los padres marcan, pero si tienen muchísima personalidad y un carácter arrollador, entonces marcan para siempre, para toda la vida. Incluso cuando ya no están mantienes un diálogo mental con ellos. Me marcaron mi madre y mi padre, los dos eran personas muy particulares. Todo fue surgiendo poco a poco. Lo primero fue un episodio que está relatado en el libro, de mi padre en su infancia en Madrid, recién acabada la guerra, y de ahí empezaron a brotar otros recuerdos.

Comenzó, entonces, siguiendo los pasos de su padre a lo largo de los años…
Efectivamente, he tenido que reconstruir sus pasos, todo lo que se cuenta es verdad, pero hay capítulos en el libro en los que yo tan siquiera había nacido. Es una mezcla de recuerdos contados por ellos mismos, de lo que me contaron otras personas o de lo que dejaron por escrito, y todo eso quería hacerlo con la mayor naturalidad posible, como si yo hubiera estado presente en todas esas cosas que cuento. El libro está contado de una manera curiosa, es lo que más me costó. Está contado por mí, pero desde diferentes edades de la vida, y casi siempre en presente, que es lo que yo creo que le da una viveza, una autenticidad.

Una etapa inusual es el recuerdo de su vida durante la construcción de la presa de El Atazar, en el norte de la comunidad madrileña, a donde se trasladó su familia por el trabajo de su padre…
La recuerdo, en el caso del Atazar, de muy niña, de muy chica, pero me marcó para bien. El haber tenido la oportunidad de vivir en un sitio tan salvaje, en unos años en los que para un niño el paraíso es la libertad, la tierra, el cielo y muchas horas para jugar. A pesar de que era un sitio muy agreste, nosotros contábamos con un poblado construido para que vivieran las familias de los trabajadores de la presa. Era un sitio peculiar y esa peculiaridad hace que sea uno de los capítulos en los que más se fija la gente. A final me resultó muy curioso, me está escribiendo mucha gente que recuerda cosas de su niñez de esa época porque tal vez están poco narradas, al fin y al cabo, estoy contando la vida de una hija de una pareja que se conoce en la posguerra y luego trata de salir adelante y de prosperar. Están relacionados con todos los cambios que se produjeron en España, el libro casi recorre el siglo, empieza en el año 39 y termina hace cinco años. Está ahí la reconstrucción de un país, mi padre trabajaba como auditor en obras públicas, imagínate, era una manera de ver el país de una manera muy física, muy material, y esto es lo que llama la atención, pues parece que los protagonistas de las novelas siempre son otros.

Otra época se aborda en la novela es la transición, el cambio del régimen dictatorial a otro democrático ¿cómo es su visión de aquellos años?
No quería contar la historia de mi generación, digamos, que fue joven en los años 80, es algo muy recurrente en lo que se relata, quería contar y poner el foco en la vida de mis padres. Precisamente, mi generación lo que hizo fue apropiarse de toda la épica con los años de la movida, de la transición, etcétera…yo quería poner el foco en otro sitio más desconocido que era la generación de los niños de la guerra, en esta otra generación, por así decirlo.

“Si queremos seguir viviendo con cierto sosiego en la tierra, en nuestra casa, que es este planeta, hay que cambiar el sistema productivo, y desde luego, para los rebrotes de una situación como ésta, cuidar mucho los servicios públicos”, Elvira Lindo.

En la novela, precisamente el título es un guiño a una frase hecha que supone abrir la puerta a una parte muy íntima de su vida familiar ¿cómo ha vivido el hecho de compartir su intimidad familiar con los lectores?
No soy una persona exhibicionista, no me gusta, soy pudorosa, sin embargo, pensé que al escribir este libro tenía que olvidarme de todos los condicionantes sociales, escribir sin cobardía. Escribir sobre mis padres para convertirlos en personajes de un libro, suponía que tenía que verlos desde todos sus ángulos. También tenía que verme a mí y creo que lo hago desde un manera humorística y crítica, de mi niñez y mi juventud, y sino lo hacía así, no tenía sentido que lo hiciera. Durante la escritura no consulté a mis hermanos nada, me fío de ellos como lectores y no quería que me condicionaran diciéndome “a lo mejor esto suena un poco fuerte”, no quería que, aunque fuera de una forma suave censuraran lo escrito. Una vez que el libro se ha publicado y lo han leído, en ellos tengo todo su apoyo, me siento muy respaldada.

Es inevitable preguntar por las consecuencias del COVID-19 y los múltiples confinamientos y restricciones ¿cómo está siendo el proceso de adaptación?
De una manera íntima y doméstica lo he vivido bien, tengo una buena situación, una buena casa, tengo una relación estupenda con mi pareja, mis hijos estaban bien, es decir, que lo más cercano estaba bien pero siempre con mucha preocupación sobre cómo se va a quedar el mundo después de esto y pensando en los cambios que deberíamos abordar para que no recibir otro susto como el que hemos recibido. Hay que prepararse de muchas maneras, sanitariamente, pero también los científicos, que nos han enseñado muchas cosas durante este tiempo, han enlazado el deterioro del medio ambiente con el virus que ha llegado hasta nosotros. Todas estas cosas están íntimamente relacionadas y si queremos seguir viviendo con cierto sosiego en la tierra, en nuestra casa, que es este planeta, hay que cambiar el sistema productivo, y desde luego, para los rebrotes de una situación como ésta, cuidar mucho los servicios públicos, comentó Elvira Lindo.

¿Suele recurrir a la farmacia, se deja aconsejar por los expertos de la salud?
Voy poco al médico, te diré, soy de esas personas que se obsesionan con una enfermedad pero que se les pasa a los dos días (se ríe). Eso me pasa muchas veces, como una especie de obsesión que desaparece. Confío en el médico que tengo, y viajo con las clásicas pastillas por si tienes un dolor, pero no demasiado, no estoy excesivamente preocupada por la salud. Procuro alimentarme bien y desde luego, creo más en la farmacopea o en los productos de farmacia que en otras cosas que tienen más que ver, creo, con un efecto placebo que con una realidad, dijo Elvira Lindo.

En A Corazón Abierto justamente se relatan momentos hospitalarios como el que tiene lugar en el madrileño Hospital de Maudes, un edificio emblemático proyectado por Antonio Palacios cerca de Cuatro Caminos…
Está narrado en ese año 1939, y está de nuevo ya en el presente en el Gregorio Marañón, que también sitúa parte de la acción en uno de los lugares que ha sido epicentro de la pandemia. Hay una presencia de la enfermedad y de la muerte en el libro, y de la importancia de estar al lado de las personas que se están muriendo, algo que está siendo uno de los aspectos más dramáticos de estos días.

¿Volvería a realizar un programa de radio como en sus primeros años como periodista o esa etapa ya está superada…?
A mí la radio siempre, siempre me gusta, ahora tengo una colaboración los jueves en la SER, pero siempre me ha gustado, es como que me han visto desvinculada de la radio y nunca me han ofrecido eso que tú me dices, aunque la radio sigue siendo de alguna manera mi casa, lo que fue mi centro de formación, y yo mentalmente no me he separado de ese medio para nada.

“Hay una presencia de la enfermedad y de la muerte en el libro, y de la importancia de estar al lado de las personas que se están muriendo, algo que está siendo uno de los aspectos más dramáticos de estos días”, Elvira Lindo.

¿Escribir guiones radiofónicos, como fue el caso de Manolito Gafotas, le ayudó a dar el salto a la novela?
Si, mucho. En mi estilo de escritura seguro que ha influido porque en la radio tienes una noción muy clara de cómo contar las cosas, de que las cosas tienen que ser entendidas. Y aprendes a no engolfarte, tienes que tener un sentido del tiempo y un sentido musical. Creo que a mi me gusta ir directa a las circunstancias en lo que escribo y la radio es muy educativa para eso, te enseña a ser menos verboso y a ser cristalino.

El año pasado participó en los homenajes y exposiciones que se hicieron a Galdós durante el aniversario de su muerte, y también con Antonio Machado en un documental que está recibiendo muy buenas críticas, Antonio Machado, los días azules, ¿de Galdós, por ejemplo, qué obra recomendaría?
Hice un prólogo para Tristana. Está en una colección que me parece que publicó la casa museo Galdós en Canarias, e hice este prólogo para este libro que modifiqué después y se puede leer en Treinta maneras de quitarse el sombrero un libro compuesto por ensayos míos. Tristana es para mí uno de los libros más significativos porque es original en la obra de Galdós, se distingue por muchas cosas, entre otras, por la defensa del amor libre. Es muy curioso, es una defensa de los postulados del amor libre por parte de una chica que está sometida a un viejo que la recoge y la convierte en su amante. Es una novela corta y se lee muy rápido, pero es un diamante, respondió Elvira Lindo.

¿Cuáles son sus nuevos proyectos que pronto verán la luz?
Estoy con un guion para el cine, que al ser una actividad completamente diferente me sirve de puente entre la novela que he publicado y la promoción, hay que tomar aire también. Hacer un guion me permite realizar una actividad distinta.

Justamente antes de la pandemia andaba embarcada en la presentación escénica de una ópera de cámara ¿cómo es eso de la ópera de cámara, se va a volver a programar?
Ahora mismo, te puedes imaginar que todo lo que tiene que ver con el mundo del espectáculo está en un proceso de transición, a ver cómo se puede volver a un escenario para cantar, para actuar, para narrar para bailar, para lo que sea. Me gustaría volver a hacerlo, de hecho, lo teníamos previsto para un festival de música en junio del año pasado y lo hemos tenido que aplazar. Ojalá podamos volver a hacerlo porque es algo con lo que yo particularmente disfruto muchísimo, y que me sirvió mucho durante la escritura y corrección del libro, al hacerlo de cara al público, el contarlo, me dio muchas ideas también para lo que yo estaba escribiendo.

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Redacción Consejos

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