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El actor Octavi Pujades, que ha publicado su primer libro No viene a cuento. No hay excusa para vivir sin humor (Libros Cúpula), nos ha emocionado en varias ocasiones en redes con los videos con su padre, que falleció hace pocos meses. Historias entrañables donde deja ver que pasar tiempo de calidad con los nuestros es fundamental. Hablamos con él de su primer libro y sobre la vida.
Ha lanzado un libro maravilloso, fácil de leer, didáctico, en el que pone en valor a la familia, siempre con dosis de humor. ¿Qué nos puede contar de esta aventura?
Me hace mucha ilusión. Me ha satisfecho mucho escribirlo y publicarlo, la verdad. Ver que puedo contar una historia en formato libro. Yo siempre he escrito bastante, pero hasta ahora, un libro en sí, nunca. Ha sido gracias a la propuesta de la editorial Planeta, de Libros Cúpula, y estoy muy contento.
Como ha comentado, la obra sale de sus famosas historias en redes con su familia, entrañables momentos con su padre, sus hijos y su novia Ana. ¿Qué opina de las redes sociales? ¿se usan normalmente con un fin positivo?
Las redes son un espejo de lo que somos como persona y como sociedad. No son más que una herramienta, por equipararlo un poco con el sector del medio, igual que los medicamentos. Herramientas que dependen del uso que les demos. Es cierto que vivimos en una sociedad donde predomina lo superfluo, lo inmediato, los valores de belleza y juventud… Las redes tienen un potencial tremebundo, porque llegas a muchísimas personas gracias a ellas, pero igual que debería haber más filtros para mensajes equívocos y mensajes irreales y relacionados con las fake news, también se les puede dar un muy buen uso para informar a la gente con humor, de forma entretenida y transmitir mensajes positivos, que también los hay y muchísimos.
¿Pero no cree que hay una saturación de información y muchas veces pasamos demasiado tiempo en Internet?
Sí. Las tecnologías avanzan de una forma prácticamente exponencial y es difícil gestionar todo lo que nos ofrecen para nuestro cerebro de cazadores recolectores todavía. Siempre vamos a remolque de las tecnologías y las nuevas formas de hacer las cosas y no estamos preparados para optimizarlas. Creo que ha sido así en toda la historia de la humanidad. Vivimos demasiado inmersos en ver la vida de los demás, sus opiniones, saber qué dirán, intentar dar una imagen positiva o presentable, pero al final, es la realidad que nos ha tocado vivir. Hace falta más educación y más sentido común a la hora de utilizar las redes.
“Deberíamos liberarnos de ese yugo de la juventud como valor absoluto y recapacitar, frenar y cuidar más de los mayores, de los que se quedan atrás, porque esos valores de sacrificio, desde el cariño, de estar con ellos, los estamos perdiendo”.
Afectan incluso a la salud mental, sobre todo de los jóvenes…
Lo hacen. El otro día vi por ejemplo un discurso en el que hablaban de la necesidad de alertar sobre los problemas de la salud mental de forma clara, porque vivimos en una sociedad, con nuestros más y nuestros menos, en la que hay gente que lo está pasando muy mal ahora mismo. Sin embargo, como las necesidades vitales más o menos están cubiertas, le damos importancia a otras cosas que se convierten en muy importantes. Las relaciones sociales, la imagen… somos un poco esclavos de eso. Deberíamos usar las redes de forma más sana y menos categórica.
¿Es el humor la base de todo?
Yo creo que sí. Es una actitud ante la vida, la forma más inteligente y elevada que hemos desarrollado los seres humanos para enfrentarnos a lo que nos sucede en el día a día. El humor es muy divertido cuando las cosas son divertidas, pero se convierte en imprescindible para sobrevivir a los dramas y tragedias que nos pueden pasar. Es muy sano reírnos de nosotros mismos. Y no es que solo sea sano, sino que es una forma inteligente de encarar las cosas. Denota una forma de pensar que se aleja de los absolutos, de las verdades inamovibles. El que tiene humor no puede sentirse ofendido hasta la médula por las opiniones divergentes de otro, creo que parte de la educación y la inteligencia y que es un síntoma de una persona y una sociedad sana.
La base de su libro es la familia. ¿Cree que en España somos familiares? ¿Cómo inculcar más a la sociedad este valor?
Pienso que sí, que somos bastante familiares en España. Los países de latitudes más soleadas somos gente social, de formar tribus amplias… Lo que deberíamos hacer es liberarnos de ese yugo de la juventud como valor absoluto y recapacitar, frenar y cuidar más de los mayores, de los que se quedan atrás, porque esos valores de sacrificio, desde el cariño, de estar con ellos, los estamos perdiendo. Es una tendencia natural al egoísmo que las redes sociales sí pueden potenciar.
Cada vez somos una población más envejecida… ¿Piensa que los jóvenes están concienciados en el cuidado de los mayores? Usted ha sido un gran ejemplo.
Yo creo que los jóvenes, en general, no están muy concienciados en el cuidado de la gente mayor, pero creo que es por varios motivos. Yo joven ya no me considero. Para mí ha sido un tema de cariño, responsabilidad y compromiso con mi familia. Yo hubiera preferido hacer otras cosas, pero no podía girar la cara a la realidad de que mi padre necesitaba cuidados y atención. Y el que estaba ahí para brindárselo era yo. Es un tema de responsabilidad, más que de edad. Mis padres eran mayores y a mi me ha pillado, no joven, pero sí capaz, físicamente, para encargarme de este trabajo y esfuerzo extra. Pero hay gente que no puede o que esconde la cabeza ante lo que debería ser su responsabilidad de estar para los que antes han estado para ellos. Los jóvenes van a los suyo, pero creo que son capaces de asumir responsabilidades cuando la ocasión lo necesita.
Pero luego no hay muchas ayudas…
Exacto. Es verdad que la estructura familiar antigua, en la que había muchas veces en la que, por ejemplo, mi madre dejó el trabajo para cuidarme, mis abuelos vivían al lado o con los hijos…todo eso se ha perdido. Tendemos a formar familias más cortas, en las que las personas en edad laboral tienen que trabajar todos y hay un desapego forzado por una estructura de sociedad que es así. Las cosas suben de precio, están caras, para pagar una hipoteca necesitas que los dos miembros laboralmente activos trabajen, hay que llevar a los niños a la guardería… Poco a poco nos vamos desapegando. Vamos pasando menos tiempo los unos con los otros para cumplir con unos requerimientos sociales, económicos y laborales cada vez más exigentes, y eso hace que la familia se resienta.
¿Qué consejos le han dado en la farmacia que aplica en su día a día?
Yo estudié Medicina y para mí la salud objetiva siempre ha sido una realidad muy presente. La farmacia es mucho más que un sitio donde te dispensan medicamentos. El farmacéutico es alguien de confianza, alguien que ve tu evolución en salud, alguien a quien le puedes hacer preguntas que quizá crees que no son suficientemente importantes para ir al médico, con lo que comporta de colas, esperas, etc. Creo que los buenos farmacéuticos cumplen una labor social que va más allá de dispensar medicamentos. Son el pulso de la salud de una pequeña comunidad.
¿Cómo se cuida en el día a día? ¿Cuáles son sus hábitos?
Yo intento dormir cuando puedo mis 7 u 8 horas, si el estrés me lo permite, y sobre todo cuido mi alimentación y hago deporte. Intento hacer una dieta muy muy sana y deporte prácticamente todos los días. De momento es una fórmula que me ha funcionado y evidentemente no rehuir del uso de fármacos cuando es necesario porque, por ejemplo, hay profesiones, como en la artística, en las que hay una mentalidad tendente a lo natural, a lo “sano”, que rechaza lo procesado y lo que viene de un laboratorio, y eso me parece un error muy grave. La salud es algo que se tiene que trabajar día a día con hábitos sanos, con actividad física, pero la farmacia y la ciencia están para ayudarnos cuando las cosas se tuercen.
¿Qué le pide al 2023?
Le pido seguir con salud, poder seguir viendo a los míos sanos y felices. Trabajo y un poco más de tranquilidad, aunque es una entelequia, porque en mi vida hay poca.
PARA CONOCERLE MEJOR:
¿Cuál ha sido el mejor consejo que te han dado?
Es muy sano parar cada cierto tiempo, mirar atrás, cuestionarte todo lo que dabas por sentado. En la vida todo debe encararse con un escepticismo sano.
¿Su libro de referencia? No me guío por un manual concreto, pero tengo libros que me han llenado mucho como Flores para Algernón o Forastero en tierra extraña.
¿Qué le ha enseñado realmente escribir este libro?
Pues me ha dado paz. He estado 8 años cuidando de mi padre, una persona que poco a poco se fue volviendo cada vez más dependiente, con muchas cosas buenas, pero que también tenía mucho carácter. Yo he chocado mucho con él. He tenido que tener mucha paciencia y hacer muchas renuncias de lo que yo quería hacer y este libro me ha servido para ordenar mis emociones respecto a él, mis recuerdos y hacerlo desde un punto de vista positivo, para quitarle hierro a las pocas cosas malas que hubo. Me ha servido para recordar con una sonrisa todo lo bueno y ha sido como una especie de firma de un tratado de paz muy ventajoso con la memoria de mi padre.
¿Qué sueño le queda por cumplir?
No soy persona de grandes sueños. Estoy en una etapa de mi vida en la que estoy contento con lo que tengo y lo que soy. Mi sueño es permanecer así, pero con cosas nuevas que vayan surgiendo y que me estimulen. Mi sueño real sería vivir hasta los 500 o 1.000 años para saber las cosas que van a pasar, porque lo que más rabia me da de morirme es dejar de ver las cosas que suceden a mi alrededor.
¿Es feliz?
Yo creo que sí. Es una felicidad desde la tranquilidad y la aceptación de las cosas que no tengo, que no tendré, que no soy ni seré, pero satisfecho con el camino realizado y con ilusión por hacer cosas nuevas, que es lo más importante.