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La deshidratación y un aporte deficitario de fibra y/o de proteínas son los riesgos más comunes en la dieta del anciano, cuyo organismo a menudo tiene que cohabitar con la soledad, los cambios metabólicos, las enfermedades y el policonsumo de fármacos, factores que indiscutiblemente afectan a su manera de relacionarse con la comida.
En España hay cerca de 400.000 personas mayores de 90 años, cifra que, según las estimaciones del INE, se prevé que se multiplique por cuatro en 2050. Llegar con buena salud a esta edad, depende en gran medida de nuestro estilo de vida y de los hábitos que hayamos incorporado a nuestro modus vivendi. En relación con la nutrición, las personas mayores constituyen uno de los colectivos más vulnerables. La soledad, la enfermedad, los cambios metabólicos, el consumo de fármacos que dificultan la correcta asimilación de nutrientes, la escasez de recursos, etc., son algunos de los condicionantes negativos que sufren los mayores para asegurarse una correcta y completa alimentación. Según el doctor Javier Maravall, endocrinólogo de los hospitales
Sorteando las “goteras” de la edad
1. Uno de los riesgos más frecuentes de la tercera edad es la deshidratación, pues es habitual que el anciano tenga menor sensación de sed, a lo que se une un cierto deterioro de los riñones para concentrar la orina. El European Hydration Institute (EHI), fundación que promueve la hidratación humana y sus efectos para la salud, el bienestar y el rendimiento físico y cognitivo, recuerda la importancia de mantener una correcta hidratación durante todo el año y recomienda tomar especial precaución en el caso de personas mayores. Con la edad, el cuerpo pierde la capacidad de detectar la sed y por lo tanto de mantener una adecuada hidratación. Al llegar a la edad de 60 años, el problema empeora a medida que se envejece, es por ello que este sector es especialmente vulnerable y debe anticiparse a las necesidades de su cuerpo y no siempre esperar a tener sed para beber algo. Las necesidades de hidratación de las personas mayores son similares que en el resto de adultos mayores de 19 años: la ingesta adecuada está entre los 2.5 L en hombres y 2.0 L en mujeres3, pero los cambios propios de la edad, y determinadas medicaciones pueden conllevar a que se aumente el riesgo y disminuya el balance hídrico saludable pudiendo tener serias consecuencias en la salud. Para asegurar la correcta hidratación de las personas mayoresel EHI recomienda beber de manera regular, elegir una variedad de bebidas de distintos sabores y colores para mejorar la apetencia. Igualmente la temperatura ambiente de la vivienda debe ser moderada. En ambientes con temperaturas elevadas, se recomienda que la ingesta de líquidos se incremente en 250 ml por cada grado centígrado por encima de los 37º. Además, conviene aumentar la ingesta de alimentos como sopas, frutas y hortalizas que contienen un 80%-90% de agua y son fuente de nutrientes esenciales. Por último, el EHI desaconseja el uso de bebidas alcohólicas por su efecto deshidratante.
2. También es frecuente observar un aporte inadecuado de fibra en la dieta cotidiana. Ambas situaciones, junto con una escasa actividad física y los cambios fisiológicos que aparecen con la edad en el aparato digestivo, son responsables de la aparición del estreñimiento.
3. Por otro lado, hay que tener cuidado con las calorías, tanto por exceso, como por defecto. Nuestras necesidades calóricas se reducen progresivamente con la edad, y en muchas ocasiones la actividad física está muy reducida en los ancianos. Si no tenemos cuidado con el aporte calórico, el manejo del sobrepeso en esta franja de edad puede llegar a resultar complicado. En otras ocasiones el problema será lo contrario, una insuficiente ingesta calórica, y por tanto riesgo de desnutrición.
4. Y por último, es importante vigilar una adecuada ingesta de alimentos con proteína de alto valor biológico, fundamentalmente a partir del pescado, clara de huevo y carnes magras, pero sin exceder en el tamaño de las raciones.
El entorno, fundamental
El origen de la desnutrición en las personas mayores suele ser multifactorial. Según el doctor Javier Maravall, es importante valorar el entorno y soporte de la persona anciana, ya que el problema será muy diferente si vive sólo, en pareja, en familia o institucionalizado. Por otro lado es esencial conocer el grado de autonomía y si tiene o no limitaciones en la movilidad. Igualmente, los recursos económicos pueden ser determinantes a la hora de llenar la cesta de la compra con unos u otros productos. La presencia de enfermedades crónicas obligará igualmente a modificar la calidad de la dieta, o la cantidad, o la textura, o incluso el mismo proceso de masticación, digestión y posterior absorción a nivel intestinal puede verse afectado por esta circunstancia. “No debemos olvidar que en esta franja de edad es muy frecuente la polifarmacia”, afirma Maravall. “Esto significa que las personas mayores generalmente toman múltiples fármacos, y esto puede tener influencia sobre el apetito y la tolerancia digestiva, así como la posibilidad de provocar interacción en la absorción de determinados nutrientes”, concluye.
Disfagia: un caballo de batalla
La disfagia es la incapacidad o dificultad de tragar o hacer progresar los alimentos líquidos o sólidos desde la boca hasta el estómago, algo muy común en las personas mayores. Este tipo de alteraciones suelen darse también en pacientes con enfermedades neurológicas o neuromusculares, y también en aquellos que padecen trastornos motores u obstructivos (es muy común en enfermedades como el Parkinson, el Alzheimer, la Esclerosis, el accidente vascular cerebral o la distrofia muscular, etc). En algunos casos, la disfagia afecta a la ingesta de líquidos, es decir, implica la dificultad para conducir los líquidos desde la boca hasta el estómago. Otras veces, la disfagia se refiere a los sólidos, es decir, supone la incapacidad de tragar este tipo de alimentos. En ambos casos, seguir una dieta completa, saludable y sin riesgos depende de la consistencia de los alimentos. Cuando una persona no logra deglutir alimentos o líquidos de manera eficaz, tampoco consigue ingerir las calorías, proteínas y demás nutrientes necesarios, por lo que existe un riesgo importante de desnutrición y pérdida de peso. En el caso de disfagia a líquidos, existe riesgo de deshidratación si no se mantiene una ingesta de líquidos adecuada. Además, en caso de aspiración (esto es, cuando pasa el contenido alimenticio a la vía respiratoria, a los pulmones), hay un riesgo de neumonía importante, que puede llegar incluso a provocar la muerte del paciente.
La solución: modificar la textura
En el caso de la disfagia a sólidos, el tratamiento consiste en modificar su consistencia hasta obtener una textura más blanda, para facilitar así su deglución. En cuanto a la disfagia a líquidos, existen también recomendaciones específicas para modificar la textura y conseguir consistencias más espesas, que faciliten la correcta llegada de los alimentos líquidos hacia el estómago sin el riesgo de que pasen a la vía respiratoria. Así pues, hoy en día existen espesantes comerciales que, mezclados con el agua u otros líquidos, los transforman en texturas como el néctar (textura similar al zumo de melocotón), la miel o el pudding. Es imprescindible en este tipo de pacientes una exhaustiva valoración en la que deben implicarse el dietista-nutricionista, el médico y el logopeda para determinar qué tipo de consistencia debe recomendarse a cada paciente, disminuir el riesgo de complicaciones asociadas a la disfagia y asegurar un buen estado nutricional.
Dieta preventiva
Abuelos felices
Vitamina C contra la insuficiencia cardíaca: según la Fundación Española del Corazón y la Sociedad Española de Cardiología, el incremento de 20 μmol/L de vitamina C en el plasma, lo que correspondería a una porción adicional diaria del consumo de fruta o verdura, reduce un 9% las probabilidades de sufrir insuficiencia cardiaca y la prevalencia de factores de riesgo cardiovascular. La Fundación Española del Corazón (FEC) recalca que es importante consumir, como mínimo, cinco raciones al día de fruta o verduras y recuerda que algunos de los alimentos que aportan más vitamina C son el perejil, el pimiento, las coles de Bruselas, el kiwi, la fresa y la naranja.
Ácidos grasos Omega-3 contra el deterioro congnitivo: los ácidos grasos Omega-3, que se encuentran principalmente en el pescado, son esenciales en la dieta del anciano y fundamentales para el desarrollo del cerebro y su funcionamiento. Por contra, diversos ensayos sugieren que una dieta deficiente en Omega-3 puede contribuir al desarrollo de trastornos psiquiátricos, deterioro cognitivo y retraso del desarrollo neurológico.
Dieta mediterránea para un cerebro saludable. En su decálogo por un cerebro saludable, La Fundación Española del Cerebro y la Sociedad Española de Neurología abogan por una dieta saludable baja en azúcares refinados y en grasas saturadas, pero rica en verduras y pescados.
Vegetales para la regular la tensión arterial y el colesterol. Igualmente, la dieta mediterránea, basada en el consumo de frutas, verduras y legumbres pero que incluye la ingesta de carne en cantidades moderadas, ha sido la que ha demostrado más beneficios para la salud cardiovascular. Según un estudio publicado en la revista JAMA, las personas que basan su alimentación en productos vegetales tienen niveles de presión arterial inferiores. De media presentan una presión arterial sistólica 6 mmHg inferior a los consumidores habituales de carne y un presión diastólica 3,5 mmHg más baja. Además, según la Fundación Española del Corazón (FEC), la dieta rica en productos vegetales también ayuda a reducir los niveles de colesterol, la posibilidad de padecer diabetes, la obesidad y, en definitiva, el riesgo cardiovascular total hasta un 30% ya que los productos vegetales frescos contienen menor cantidad de sal, menos grasas saturadas y mayor cantidad de potasio. Igualmente, según la Fundación Española del Corazón, debe moderarse el consumo de carne, especialmente de carne roja, pero no se deben eliminar por completo los alimentos de origen animal como la leche o los huevos ya que las dietas basadas únicamente en productos vegetales pueden provocar un déficit proteico y además no aportan vitamina B12 al organismo.
Nueces contra el Alzheimer: un estudio realizado por el Instituto para la Investigación Básica en Discapacidades del Desarrollo de Nueva York (Estados Unidos) y publicado en el Journal of Alzheimer’s Disease ha demostrado que una dieta enriquecida con nueces podría tener un efecto beneficioso en la reducción del riesgo de desarrollar Alzheimer, retrasando su aparición o ralentizando la progresión de la enfermedad. La investigación ha demostrado que las nueces poseen efectos protectores contra el estrés oxidativo y la muerte celular causada por la beta proteína Amiloidea (Aß), el componente principal de los depósitos amiloideos y placas seniles de las personas enfermas de Alzheimer.
Calcio y vitamina D para los huesos. La alimentación juega un papel fundamental en la prevención y el tratamiento de la osteoporosis en el paciente anciano. La vitamina D influye directamente en la absorción del calcio, por lo que si no se ingiere la suficiente no se produce la hormona calcitrol y no se absorbe bien. En este sentido, los expertos recomiendan aumentar la ingesta de pescados grasos, como el atún, la caballa, las sardinas y el salmón; y apostar por una dieta rica en lácteos, legumbres cocidas, y verduras, especialmente, espinacas, acelgas y brócoli.
excelentes orientaciones
Completa su información es de gran ayuda y orienta mucho al familiar. Mil gracias.
Me sirve mucho tu artículo por el hecho que tengo a mi madre con alzheimer y a mi padre postrado por una amputación y por estar cuatro meses hospitalizado tubo un problema de desorientación además sufre de hipertensión,hipoacusia.etc, pero lo que más me preocupa es que esta bajo peso tiene mucha pérdida muscular,
Sólo una duda, ¿le puedo dar ensure a mi abuelo el tiene 90 años pero no tiene mucho apetito?