En términos sencillos, la hidrocefalia se puede definir como la acumulación de líquido cefalorraquídeo en el cerebro. Si bien no siempre supone un riesgo para la vida, puede tener serias implicaciones si no se trata adecuadamente.
El líquido cefalorraquídeo se produce de forma constante en el sistema nervioso central, y su función es proteger y nutrir el cerebro. Sin embargo, cuando se produce en exceso o no se puede drenar correctamente, se genera una presión interna que puede dañar las estructuras cerebrales. Diversas causas pueden desencadenar la hidrocefalia: en adultos y niños mayores de dos años, una de las más comunes es la presencia de tumores cerebrales que, al obstruir los conductos por los que circula el líquido cefalorraquídeo, provocan su acumulación. Entre las causas también encontramos infecciones del sistema nervioso central, como paperas o meningitis y lesiones traumáticas en la cabeza.
En recién nacidos, una causa frecuente es la hemorragia como complicación asociada al parto en niños prematuros. Las hidrocefalias congénitas también son comunes, especialmente en casos de estenosis del acueducto cerebral, un trastorno que puede causar una obstrucción parcial de las vías de drenaje del líquido, así como infecciones del feto durante el embarazo a causa de la rubéola o la sífilis.
Signos y síntomas
- La hidrocefalia puede manifestarse con síntomas diversos, dependiendo de la edad del paciente y la causa subyacente. En niños pequeños la acumulación de líquido puede causar un aumento del tamaño de la cabeza, ya que el cráneo aún no ha cerrado sus suturas. En estos casos, el diagnóstico es más evidente debido a la deformidad visible.
- En adultos los síntomas son más sutiles y pueden incluir dolor de cabeza, náuseas, problemas de equilibrio, dificultad para caminar e incluso deterioro cognitivo. La hidrocefalia normotensiva o hidrocefalia crónica del adulto, que afecta principalmente a personas mayores de 60 años, se caracteriza por la tríada de Hakim-Adams: alteraciones en la marcha, demencia e incontinencia urinaria. Esta forma de hidrocefalia es tratable y se puede revertir parcialmente con intervención médica.
Diagnóstico y opciones quirúrgicas
El diagnóstico de la hidrocefalia suele realizarse mediante imágenes por resonancia magnética o tomografía computarizada, que permiten visualizar la acumulación de líquido en el cerebro. El tratamiento más común es la intervención quirúrgica, que tiene como objetivo aliviar la presión en el cerebro y drenar el exceso de líquido. Existen dos opciones principales:
- Derivación ventriculoperitoneal: consiste en insertar un catéter conectado a una válvula para redirigir el exceso de líquido cefalorraquídeo hacia una cavidad abdominal donde se reabsorbe.
- Ventriculostomía endoscópica: cuando existe un tumor o una obstrucción, a través de esta técnica se abre un pequeño orificio (ostoma) en el tercer ventrículo del cerebro, que permitirá que el líquido drene a otra zona del cerebro donde es absorbido.
Ambas opciones suelen ser efectivas, pero es importante un seguimiento a largo plazo, ya que en algunos casos el drenaje puede obstruirse nuevamente con el tiempo.