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Síndrome de piernas inquietas: todas las secuelas

por Paula Rivero

Detrás del síndrome de piernas inquietas hay una falta crónica de sueño que impide a los pacientes llevar una vida normal y los exponen a muchos problemas de salud, mermando su calidad de vida. 

Quienes padecen el Síndrome de Piernas Inquietas o Enfermedad de Willis-Ekbom (EWE) tienen un trastorno sensitivo-motor cuyo síntoma principal es una necesidad imperiosa de mover las piernas, a menudo acompañada de sensaciones desagradables. Lo peor de todo, según explican desde la Asociación Española de Síndrome de Piernas Inquietas (AESPI), es que estos síntomas se agravan durante la tarde-noche y en la cama, por lo que estos enfermos viven en una privación continua de sueño que incrementa el riesgo de hipertensión, diabetes, ansiedad, depresión y pensamientos suicidas. “Todo lo cual impacta negativamente la actividad laboral y las relaciones sociales, especialmente en situaciones que requieren reposo, como asistir al cine, al teatro o viajar”, explica Purificación Titos, presidenta de AESPI

Detrás de este síndrome puede existir una lesión de los nervios periféricos, una disminución de los acúmulos de hierro o un aumento del ácido úrico en la sangre. También se cree que puede guardar relación con un descenso de la dopamina, un neurotransmisor cerebral necesario para la realización y coordinación de movimientos.

4 criterios diagnósticos

  1. El principal síntoma es una necesidad imperiosa de mover las piernas, acompañada de una sensación desagradable, dolorosa o de malestar.
  2. Estos síntomas aparecen y se agravan en situaciones de inactividad, como estar sentado o tumbado, especialmente en la tarde-noche. 
  3. Desaparecen o mejoran sustancialmente con el movimiento o el estiramiento de las piernas, al menos mientras dura la actividad, aunque pueden reaparecer inmediatamente al cesar el movimiento. 
  4. Los síntomas siguen un ritmo circadiano, empeorando por la tarde-noche.

El tratamiento

  1. Desde la AEPI recomiendan consultar con un neurofisiólogo o neurólogo, ya que las opciones de tratamiento requieren aumentar progresivamente la dosis de medicamentos para mantener su eficacia. La deficiencia de hierro es un factor de riesgo, por lo que la corrección con medicamentos o suplementos que lo contengan es importante. 
  2. Para un correcto diagnóstico se suele realizar una polisomnografía en las llamadas Unidades del Sueño, generalmente durante la noche. Al paciente se le colocan electrodos en el mentón, el cuero cabelludo y los párpados y también en el pecho para controlar las frecuencias cardiaca y respiratoria.
  3. Antiepilépticos: son los fármacos de primera elección en la actualidad y seguros a largo plazo.
  4. Agonistas dopaminérgicos: han sido los fármacos de primera línea durante décadas, aunque pueden empeorar la enfermedad a largo plazo.
  5. Opioides: se utilizan en casos más graves. Su uso requiere amplia experiencia para asegurar un manejo adecuado.

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