La miringotomía o colocación de tubos de drenaje auditivos (tubos de ventilación) es una técnica a la que se recurre siempre que se producen otitis de repetición sin respuesta a antibióticos. No conlleva ninguna complicación y ayuda a drenar el líquido del oído medio y así reducir el riesgo de infecciones de oído.

Se trata de una técnica muy frecuente que raramente genera complicaciones y que sin embargo, aporta múltiples beneficios. A veces, aun cuando la infección ya ha desaparecido, es posible que quede líquido en el oído, y ahí es donde los tubos ayudan a drenar este líquido y evitar su acumulación. El procedimiento tiene como fin restaurar el funcionamiento normal del oído mediante el drenaje del líquido acumulado y la aireación de los espacios del oído medio.

Lo que hay que saber

Según explica el doctor Francisco Javier Cervera Paz, especialista en Otorrinolaringologiá de la Clínica Universidad de Navarra, la cirugía se realiza bajo anestesia general en los niños, o con anestesia local en los adultos. Por lo general, esta intervención se lleva a cabo de manera ambulatoria y consiste en practicar una pequeña incisión en el tímpano (llamada miringotomía), para drenar el líquido y aliviar la presión del oído medio. Se aspira el moco acumulado en el oído, y luego a través de la abertura se inserta un pequeño tubo que permite la entrada del aire y la salida del líquido desde el oído medio de manera continua, impidiendo su acumulación. Una vez que el líquido drena, la audición del niño se restaura. Los tubos normalmente se desprenden por sí solos de seis a doce meses después. El tubo puede ser extraído aunque por lo general se prefiere que permanezca hasta que se desprenda de forma natural, por efecto de la cicatrización de la membrana timpánica.
El tubo de ventilación consigue un intercambio libre entre el oído externo y el medio, y reemplaza la función de la trompa de Eustaquio hasta que pueda volver a funcionar con normalidad. El tubo elimina la sensación de taponamiento y logra recuperar la audición normal.

La mejor edad

Las edades más comunes para la implantación de tubos de drenaje van desde 1 hasta los 3 años de edad. Cuando un niño alcanza los 5 años de edad, su trompa de Eustaquio (conducto que conecta el oído medio con la región de la garganta) es más ancha y larga, lo que permite que los líquidos del oído drenen más eficientemente.

¿Cuándo colocarlos?

• Si se padecen un número importante de otitis agudas más de 4 otitis en 6 meses o 6 en 1 año.
• Si el depósito de moco permanece más de tres meses después de una infección de oído. Hay estudios audiológicos que suelen evidenciar la presencia del líquido en el oído medio, como la timpanometría e impedanciometría (reflejos estapediales).
• Si aparecen alteraciones anatómicas en la membrana timpánica.
• Si el paciente presenta una pérdida de audición de intensidad moderada (aunque este tipo de hipoacusia generalmente no afecta al desarrollo del habla ni del lenguaje). Suele indicarse en el caso de presencia de líquido mucoso en oído medio con hipoacusia demostrable por audiometría (medida de la audición) sin respuesta a tratamiento médico.
• Si existen cambios en la estructura del tímpano debido a infecciones del oído.
• Si hay demora del habla, siempre y cuando esté demostrada la relación de una cosa y otra.
• En caso de infecciones de oído recurrentes durante varios meses que no mejoran con antibióticos.

El día después

Una vez en casa, es conveniente cumplir con las consultas de control recomendadas por el cirujano. Por lo general, la primera consulta se realiza de dos a cuatro semanas después de la cirugía, la segunda, de cuatro a seis meses más tarde y, finalmente, otra un año después.
El cirujano puede indicar el uso de gotas antibióticas para el oído, una vez realizada la inserción inicial de los tubos para prevenir infecciones. En el caso de supuración del oído, dolor, fiebre o desplazamiento del tubo fuera del oído hay que acudir al médico. La persona intervenida no siente la presencia del tubo colocado en el tímpano y puede hacer una vida prácticamente normal, aunque como precaución, se recomienda no sumergir la cabeza en el agua mientras los tubos permanezcan colocados en el oído.
El tubo permanece insertado, un tiempo variable, en general entre 6 y 12 meses aunque el tipo de tubo influye en el tiempo de permanencia (hay algunos tubos diseñados para que permanezcan varios años).

Alivio a corto y largo plazo

Además de reducir el riesgo de futuras infecciones de oído, los tubos de ventilación restaura la audición de algunos niños en los que puede haberse visto afectada, y con ella el desarrollo del habla. Además, dan tiempo al niño para que madure y a la trompa de Eustaquio para que funcione más eficientemente. El comportamiento, el sueño y la capacidad de comunicación de los niños también pueden mejorar en los casos en los que las infecciones de oído hayan podido causar este tipo de problemas.

Preguntas frecuentes
1. ¿Cuánto tiempo permanece el diábolo dentro del tímpano?
El promedio es de 6 meses pero puede ser su salida precoz o tardía. Los tubos normalmente se desprenden por sí solos de seis a doce meses después.
2. ¿Qué pasa si entra agua en los oídos?
La gran mayoría de las veces la exposición al agua de lluvia o de baño es insuficiente para generar problemas. Sin embargo, puede aparecer supuración que suele comenzar uno o dos días después. Se suele tratar con gotas óticas de ofloxacina y el cuadro cede.
3. ¿Tiene algo que ver con la hipertrofia de amígdalas?
Sí, la otitis media secretora, que es como se le llama a estos cuadros de acumulación de líquido en oído medio, está íntimamente relacionada con la hipertrofia adenoidea. A menudo se debe realizar una cirugía de adenoides y amígdalas en el mismo acto operatorio que se colocan los diábolos. Esto es más frecuente en los niños.
4. ¿Se ven desde fuera los diábolos?
No. El otorrinolaringólogo es el que observa periódicamente los oídos con microscopio para ver la situación de los diábolos (mide algunos milímetros).
5. ¿Puede mi hijo ir a la piscina mientras tiene los tubos colocados?
La indicación clásica es no exponerse al agua. Actualmente se puede realizar moldes de siliconas a medida del conducto auditivo y oreja que se puede colocar antes de exponerse al agua. Igualmente no se aconseja realizar inmersiones ni saltar por trampolines, para evitar cambios de presiones abruptos.

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