El libre acceso de los niños españoles a los contenidos de determinados programas, unido al número más que excesivo de horas que pasan delante de la televisión, según los expertos, puede tener serias consecuencias para su desarrollo tanto físico como intelectual. El psicólogo y pedagogo Bernabé Tierno nos da las pautas para dominar este fenómeno en casa

Los datos hablan por sí solos: según un estudio reciente de la Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios (Ceaccu), los niños españoles ven una media diaria de 3 horas y 40 minutos de televisión. Si tenemos en cuenta que la llamada franja horaria infantil dura aproximadamente desde las 17.30 hasta las 19.30, ¿qué pasa con la hora y 40 minutos restantes?, ¿qué tipo de contenidos ven si es sabido que tan sólo una
cadena, la 2, emite programación infantil en un horario que en otros canales está ocupado por talk shows y reallyties en absoluto aptos para menores? Parece obvio que las cuentas no salen y que, lo queramos o no, y en espera del tan traído y llevado código de autorregulación, nuestros hijos están abocados a estar en contacto con ese fenómeno tan de moda llamado ?telebasura.

Los datos del exceso

Dos horas es lo máximo que un niño debe pasar frente al televisor: así lo afirman varios estudios realizados por expertos en pediatría. Exceder este tiempo se considera perjudicial no sólo para su formación intelectual sino también para su desarrollo físico. Frente a esto, una investigación llevada a cabo por el Centro de Investigaciones Sociológicas demostró que un 40 por ciento de los niños españoles de entre 7 y 16 años supera con creces este tiempo y, lo que es peor, la edad de inicio de consumo televisivo se ha acortado y un 80 por ciento empieza a disfrutar de jornadas televisivas antes de los 3 años. Pero sin duda, la guinda del asunto es que incluso en esa franja específica de programación infantil se emiten mensajes e imágenes totalmente inadecuados para la edad de los telespectadores a los que van dirigidos: alusiones
bélicas que acompañan a los anuncios de juguetes, incitación continua al consumismo… Si bien son los padres quienes deben ejercer un control directo sobre los contenidos televisivos que ven sus hijos, la realidad social actual hace que muchos de estos progenitores no se encuentren en casa durante estas horas, con lo que la tele, pongan lo que pongan, cumple una función de canguro, eso sí, con inestimables dotes hipnóticas.

Bombardeo de imágenes sobre mentes en
formación

A falta de buenos guiones e ideas originales, la forma en que las cadenas televisivas consiguen que tanto niños como adultos nos enganchemos a sus contenidos es la siguiente: recurrir al uso de imágenes impactantes, llenas de recursos sonoros y lumínicos, con mucho contraste y gran velocidad de movimiento. Estas imágenes actúan en aquellas zonas de nuestro cerebro encargadas de procesar la luz y el sonido, y dejan sin ?tarea? a las áreas encargadas de elaborar un argumento narrativo, en las que están involucrados el lenguaje y la parte más evolucionada del cerebro. Los adultos estamos más preparados para no sucumbir a este tipo de descargas, pero en el caso de los más pequeños se quedan literalmente ?obnubilados?.

Los efectos que la exposición prolongada a la televisión en general y a la telebasura en particular tienen sobre el desarrollo intelectual y físico de los niños son importantes, y puede llegar a afectar seriamente sus patrones de conducta en varios sentidos:

  1. Pérdida de referentes. «Si nada más encender la televisión el niño ve que no sólo se echan por tierra todas las pautas que ha recibido de sus padres («respeta a los demás», «no digas palabrotas», «no grites», «compórtate bien»…) sino que, además, esas actitudes son jaleadas y premiadas con la fama y los aplausos, se encuentra en una disyuntiva y puede empezar a dejar de tener claros sus modelos de actuación», explica el psicólogo y pedagogo Bernabé Tierno.
  2. Atrofia intelectual. La cantidad y rapidez de imágenes y sonidos que reciben de la pantalla hacen que los niños realicen poca o nula reflexión sobre los contenidos que ven. Cuando se trata de programas dirigidos a ellos digamos que el mal es menor, pero si lo que están viendo son espacios para adultos, las consecuencias pueden ser peores. Tal y como señala Bernabé Tierno, «el niño, por las características propias de se edad, no tiene una capacidad plena para asimilar determinados contenidos dirigidos a los adultos». Por tanto, si éstos son violentos o dañan su sensibilidad, quedan almacenados en su memoria sin que los haya metabolizado, dando lugar a futuras distorsiones y miedos.
  3. Sedentarismo. Estudios científicos han demostrado que permanecer largas horas viendo la televisión aumenta el riesgo de padecer obesidad infantil y todas las enfermedades asociadas al sedentarismo (como las cardiovasculares).
  4. Aislamiento. Las horas que dedica a ver televisión es tiempo robado a su horario de juegos, que es la forma que tienen los niños de desarrollar su imaginación y capacidad de relación social.
  5. Banalización de la muerte y la violencia. La proliferación de películas aptas para todos los públicos en las que hasta el protagonista «bueno» cuenta con varios muertos en su haber y recurre a todo tipo de crueldades para defenderse frente al «malo» familiariza a los niños excesivamente con la violencia. Esto es peligroso, porque de ahí pueden extraer la idea de que la mejor manera de resolver conflictos es empleando la fuerza y no el diálogo.
  6. Alteraciones del sueño y nerviosismo. El ritmo de vida actual hace que muchos niños estén levantados hasta altas horas de la noche, ya que es el único momento del día en que pueden estar con sus padres. Lo malo es que en muchas ocasiones, el punto de encuentro familiar se produce en torno al televisor, y ya se sabe que los contenidos que se emiten en prime time no son precisamente aptos para menores. El resultados: insomnio, pesadillas y miedos nocturnos (producidos en su mayoría por imágenes vistas en la pantalla), cansancio e irritabilidad.
  7. Fracaso escolar. Numerosos estudios han llegado a la conclusión de que un exceso de televisión produce apatía intelectual, desgana por estudiar (memorizar supone un esfuerzo sobrehumano cuando se está acostumbrado a ser sujeto pasivo y recibir directamente en el cerebro mensajes vía audio o vídeo), pérdida de memoria, evasión de la realidad… Si a esto se une la falta de horas de sueño, la posibilidad del fracaso escolar aumenta considerablemente.

Ranking de contenidos nocivos

Ya no se trata sólo de que se emitan imágenes de sexo o violencia en horario infantil. El problema radica en la tónica general que caracteriza a la programación actual, donde los gritos, el insulto y la ausencia de normas es una constante. «La telebasura hace mucho daño en este sentido, ya que los bajos instintos se presentan sin tapujos con el agravante de que el niño puede tener acceso a ello en cualquier momento del día, pues la mayoría de los programas se ajustan a un mismo esquema», explica el experto. Estas son las actitudes y contenidos que más repercusión pueden tener en el desarrollo infantil:

  1. Falta de respeto constante. «Hoy día, lo habitual es que cada vez que se encienda la televisión nos encontremos con determinados sujetos gritándose, insultándose, vociferándose y llamándose de todo. Por tanto, todas las pautas educacionales que el niño está recibiendo en casa chocan frontalmente con los modelos que él percibe del mundo real (ya se sabe: lo que no sale en la tele, no existe), lo cual le supone un conflicto que se agrava conforme va llegando a la adolescencia?, comenta el pedagogo.
  2. Escaso sentido de la intimidad. El niño puede llegar a ver como algo normal el hecho de que la gente vaya a los platós día sí y día también a desvelar sus intimidades y miserias a cambio de un dinero ganado sin ningún esfuerzo, señala Tierno.
  3. Proliferación de imágenes de guerras, crímenes y desastres naturales.  Yo, como psicólogo,-comenta Bernabé Tierno- recomendaría a todos los padres de niños menores de 13 años que no les dejaran ver los telediarios (aunque, claro está, esto depende de cada niño y de su grado de madurez), ya que presenciar continuamente escenas de muerte, de sufrimientos y de desastres, como si la vida fuera solo eso a todos los efectos, no les beneficia en absoluto.
  4. Incitación continua al consumismo. Aquí la culpa recae fundamentalmente en los anuncios, tanto los que se emiten en la franja horaria infantil (totalmente excesivos y en muchas ocasiones engañosos para los más peques) como el resto de las publicidades, las cuales, debido a sus músicas pegadizas y puestas en escena, son aprendidas de memoria por los pequeños (aunque sólo hayan visto una vez el anuncio) y, con ellas, el mensaje subliminal que incita a adquirir determinado producto si deseas triunfar, ser alguien, destacar, tener amigos….
  5. Sexo explícito. No sólo en imágenes, sino también en las conversaciones que se mantienen en los distintos programas, en las películas, en las series, en los anuncios y hasta en los videoclips musicales.
  6. Menosprecio a la dignidad de las personas. «El caso de Ámbar-Tamara es muy significativo de los que está ocurriendo en la televisión actual: se le paga muy bien por no cantar y, además, se le dedica un extenso reportaje en un periódico de tirada nacional para que después, los mismos que la auparon a la fama, hagan de ella un muñeco roto y lo pisoteen. Estamos en un momento en el que lo que triunfa es el insulto y el menosprecio, sin que la dignidad humana ocupe ningún lugar, y eso puede marcar la sensibilidad infantil».
  7. Frivolizacón de realidades sociales serias. Según Bernabé Tierno, es el caso de las famosas o pseudofamosas que confiesan haber sido maltratadas y han hecho de eso su carta de presentación para estar en el candelero. «Creo que las mujeres maltratadas anónimas no han criticado esto con la suficiente vehemencia. Además, parece mentira que no se haya comentado el daño que estas mujeres pueden a su vez llegar a hacer, ya que se han apuntado al carro de cobrar por ser ellas mismas, otrora víctimas, quienes critican, menosprecian y hacen un daño psicológico importante a esas personas a las que ahora están, literalmente, despellejando».

Cómo educar a un buen televidente

No sirve de mucho tener siempre apagada la televisión o erradicarla del panorama doméstico: es una realidad que está ahí y que, además, bien utilizada, cumple una función informativa y de entretenimiento. «Lo más aconsejable es prepararles para que interpreten la programación con un criterio crítico. Para ello, es muy importante que siempre la vean en compañía de los padres. Se puede empezar por desmitificar los anuncios, haciéndoles ver los trucos y artimañas a los que se recurre para conseguir que la gente adquiera un determinado producto. Cuando sean un poco más mayores se puede ver con ellos algún debate o programa informativo determinado, enseñándoles, por ejemplo, de qué forma se puede manipular el mensaje resaltando unos aspectos y omitiendo otros. En torno a los 12 años ya se puede comentar con ellos la actuación de esos individuos cuyo «éxito» radica en el grito y el insulto gratuito, explicándoles que la culpa no es sólo de ese protagonista sino de toda la industria que tiene detrás. Y, por supuesto, ensalzar y animarles a ver aquellos programas  en los que hay entretenimiento y diversión, pero desde la tónica del respeto. Se trata, en definitiva, de informarles de lo que hay y facilitarles la capacidad de irse formando un juicio crítico. Aquí también podrían jugar un papel importante los centros educativos?, explica Bernabé Tierno.

Además, hay una serie de estrategias prácticas que resultan efectivas a la hora regular el tiempo que los niños pasan delante de la tele y el protagonismo que la programación juega
en su rutina diaria:

  • Establece horarios fijos para levantarse y acostarse y mantenlos. Nunca transijas en que se acuesten más tarde porque ese día hay un determinado programa de televisión.
  • Déjales el menor tiempo posible solos delante del televisor. No caigas en el error de convertir a la pantalla en una niñera sustituta.
  • Evita poner la televisión durante las comidas. Tampoco le permitas hacer los deberes con ella encendida.
  • Haz que seleccione de antemano los programas que desea ver y evita que se siente en el sofá y encienda el aparato «a ver lo que ponen».
  • Oponte con todas tus fuerzas a que tenga un televisor en su habitación (todos lo piden en algún momento) o que disfrute de uno en exclusiva en algún lugar de la casa.
  • Y, sobre todo, dale ejemplo. Si tú te pasas las tardes enteras sentado delante del televisor… es utópico pretender que tu hijo muestre interés por otro tipo de entretenimiento.

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Redacción Consejos

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