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El uso prolongado de redes sociales, en especial el consumo de videos cortos, está generando consecuencias preocupantes en la salud cerebral y mental, según alerta la Sociedad Española de Neurología (SEN). Este fenómeno afecta a toda la población, pero resulta particularmente preocupante en niños y adolescentes, cuyos cerebros aún están en proceso de desarrollo.
Deterioro de la concentración y la memoria
Estudios recientes han evidenciado que la exposición excesiva a contenidos breves en redes sociales reduce la capacidad de concentración, afecta la memoria y disminuye la creatividad. La constante estimulación de contenido efímero interfiere con los procesos cognitivos necesarios para el aprendizaje y la retención de información, lo que a largo plazo puede comprometer la toma de decisiones y la resolución de problemas.
El doctor David Ezpeleta, vicepresidente de la SEN y especialista en Neurotecnología e Inteligencia Artificial, destaca que el consumo excesivo de este tipo de contenido está modificando la actividad cerebral, reduciendo la capacidad de retención y aprendizaje.
Además, en niños y adolescentes, este fenómeno ha mostrado impactar el neurodesarrollo, alterando funciones como el control de impulsos, el lenguaje, la motivación y la regulación emocional.
Riesgo para la salud mental y el bienestar emocional
El impacto de las redes sociales no se limita a la esfera cognitiva. Su uso descontrolado también ha sido relacionado con un aumento significativo en los trastornos de salud mental, especialmente en poblaciones jóvenes. Según el Dr. Jesús Porta-Etessam, presidente de la SEN, la presión social derivada del uso de estas plataformas contribuye a una percepción distorsionada de la propia imagen corporal, promoviendo ansiedad, depresión y en los casos más graves, ideación suicida.
Datos de la Fundación ANAR revelan que, en los últimos 12 años, las conductas suicidas en niños y adolescentes en España se han multiplicado por 35. A esta alarmante estadística se suman el incremento en los casos de autolesiones, trastornos de alimentación y episodios de ansiedad, asociados a la constante exposición a estándares inalcanzables de perfección y validación social.
«Brain Rot» y el efecto adictivo de las Redes Sociales
En 2024, la Universidad de Oxford seleccionó el término «brain rot» (“podredumbre cerebral”) como palabra del año, haciendo referencia al deterioro cognitivo derivado del consumo excesivo de contenido trivial en redes sociales. Esta expresión se ha popularizado entre los jóvenes como una descripción de la sensación de fatiga mental tras pasar horas en plataformas digitales.
Desde el punto de vista neurocientífico, este fenómeno está vinculado a la activación constante del sistema de recompensa cerebral. La dopamina, neurotransmisor relacionado con el placer, se libera ante cada nuevo estímulo recibido en redes sociales, generando un círculo de dependencia similar al observado en otras adicciones, como el juego patológico o el consumo de sustancias.
Regulaciones y medidas preventivas
El creciente reconocimiento de los efectos adversos de las redes sociales ha llevado a varios países a implementar regulaciones. En China, por ejemplo, se han establecido límites en el tiempo de uso de dispositivos electrónicos para menores de edad, mientras que Australia ha prohibido el acceso a redes sociales a menores de 16 años. En España, donde el 21% de los adolescentes es considerado adicto a Internet y cerca del 10% accede a sus redes cada 15 minutos, también se está evaluando la posibilidad de aumentar la edad mínima para el uso de estas plataformas.
Estrategias para un uso saludable de la tecnología
La SEN insiste en que, más allá de regulaciones legales, es fundamental una reflexión individual y colectiva sobre la relación que mantenemos con la tecnología. La clave para una convivencia saludable con las redes sociales radica en el equilibrio y la moderación.
El doctor Ezpeleta recomienda mantener hábitos que fomenten la salud cerebral, como:
- Reducir el tiempo de uso de redes sociales y establecer límites diarios.
- Priorizar el consumo de contenido educativo y creativo.
- Fomentar la interacción social en entornos físicos, evitando el aislamiento digital.
- Practicar actividades no digitales como la lectura, la escritura a mano y el ejercicio físico.
- Evitar el uso del teléfono como «chupete digital» en la crianza de los niños.
- Retrasar la entrega del primer smartphone a menores y supervisar su uso.