TDAH niños vagos

El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es una condición del neurodesarrollo a la que todavía hoy está ligada una buena dosis de incomprensión, que en casos extremos puede llevar a los niños a vivir situaciones de riesgo o incluso a hacerse daño. Afortunadamente, cada día se forma más y mejor a familias y profesores para poder atender a las especiales necesidades de estos alumnos en casa y en el aula.

Ni solo afecta a niños (aunque la hiperactividad tiende a disminuir con el paso de los años, la desatención y la impulsividad persisten en adolescentes y adultos), ni la causa es únicamente genética, aunque es cierto que esta última tiene un “peso muy elevado, concretamente en torno al 75-80% de los casos de TDAH«, afirma Paula Morales, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Según explica esta experta, existen también factores ambientales, como «aquellos que tienen lugar durante el embarazo, el parto o etapas precoces de la vida», como exposición a tóxicos ambientales, consumo de alcohol o tabaco, déficits nutricionales, alteraciones metabólicas, bajo peso al nacer, prematuridad, y/o sufrimiento fetal o neonatal por falta de oxígeno, entre otros. También se ha relacionado con sufrir violencia o maltrato en la infancia. Otras veces, las causas de la aparición de este trastorno se encuentran en factores epigenéticos, es decir, como consecuencia de la interacción entre genes y ambiente.

La delgada línea que separa a un niño “movido” de uno con TDAH

  • «Es cierto que tener dificultades de atención o ‘ser un niño movido’ no implica necesariamente tener TDAH y en muchas ocasiones, estas características pueden aparecer a lo largo de la infancia, como parte de un desarrollo normal cuyas dificultades atencionales pueden estar relacionadas con otros problemas de tipo cognitivo o emocional”, explica Paula Morales
  • El TDAH, en cambio, “es un trastorno neurobiológico crónico que se inicia en la infancia y cursa con manifestaciones clínicas de déficit de atención y/o hiperactividad e impulsividad, explica la experta. Diversos estudios estatales e internacionales, han “constatado una base neurológica común en las personas que lo padecen, con diferencias estructurales y de maduración en el cerebro”. Por tanto, añade la experta, «hace ya muchos años que no deberíamos discutir si el TDAH existe o no, sino avanzar en el diagnóstico y la intervención del TDAH, dejando de lado «prejuicios y etiquetas que dañan a la persona y a su entorno como las típicas frases: ‘es muy vago’, ‘no lo hace porque no quiere’, etcétera”, algo fundamental para avanzar y ayudar a estos niños que sufren por la incomprensión del entorno y se ven abocados al fracaso escolar y a una falta total de autoestima. 

Diagnosticar precozmente

  1. La Federación Española de Asociaciones de Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad incide en la importancia de diagnosticar el TDAH de manera precoz, ya que, por ejemplo, en la etapa infantil, llegan a darse casos de elevada severidad que generan mucho deterioro y propician situaciones de riesgo en las que los niños pueden incluso llegar a hacerse daño. “En casos leves o moderados, en la etapa infantil vamos a poder identificar sobre todo síntomas de hiperactividad e impulsividad”. 
  2. “La desatención empezará a sobresalir en el paso a educación primaria, cuando la exigencia académica y de regulación atencional es mayor», explica la profesora. 
  3. Cuando el diagnóstico no llega hasta la adolescencia o incluso la edad adulta, la falta de apoyo y terapia «dificulta mucho el día a día de la persona, el progreso académico y laboral, así como las relaciones sociales y de pareja», indica Morales. Además, la ausencia de intervención puede comportar un mayor riesgo a presentar otras comorbilidades, como el abuso o dependencia de sustancias, sufrir lesiones accidentales debidas a una mayor impulsividad y a la hiperactividad y seguir una dieta menos saludable que puede suponer una menor esperanza de vida. Elena Pujals, psiquiatra infanto-juvenil en la Corporació Sanitària Parc Taulí de Sabadell y profesional en Support, Clínica Universitaria de Psicología y Psiquiatría de UIC Barcelona ha destacado que los signos de alarma que pueden llevar a pensar en un caso de TDAH son la “inatención, la hiperactividad o la impulsividad”, síntomas que se mantienen “en el 30-50% de las personas cuando son adultas”. “En los adultos, la hiperactividad no suele ser tan manifiesta, destacando los problemas de impulsividad y la inatención”, ha añadido. Estos síntomas, según Pujals, lleva a que sean “personas incomprendidas” porque “parecen maleducadas, impertinentes, provocadoras, causando un rechazo social importante”.

El reparto: 1 niño en cada aula de infantil y 2 en cada aula de primaria  

Según los datos del estudio Prevalence and Epidemiological Characteristics of ADHD in Pre-School and School Age Children in the Province of Tarragona, en el que Morales ha participado recientemente, se calcula que «en cada aula vamos a encontrar como mínimo dos alumnos o alumnas en educación primaria y uno/a en educación infantil con necesidades específicas derivadas de esta condición». Además, este alumnado va a seguir necesitando apoyos en etapas educativas posteriores, tanto obligatorias como postobligatorias. Morales recuerda, además, que el TDAH también afecta a niñas, adolescentes y mujeres, «a menudo muy invisibilizadas y poco detectadas.» El diagnóstico de la enfermedad, según Elena Pujals, en el caso de las niñas “suele ser más tardío”, ya que presentan “un perfil clínico en el que la hiperactividad y la impulsividad son más mentales o emocionales, por lo que son menos conflictivas con el entorno, presentan menos alteraciones de conducta y no suelen solicitar ayuda”.

Medicalizar, solo cuando es necesario

El tratamiento de elección en el TDAH se considera multimodal, es decir, «combina intervención psicológica y psicopedagógica individual o en pequeños grupos, intervención con el entorno familiar y escolar y tratamiento farmacológico en aquellos casos que se considera necesario«, indica Morales. En los casos de menor severidad, la medicación no es el tratamiento de primera elección ya que la intervención psicológica y psicopedagógica puede ser igual de efectiva o incluso más. “El abordaje farmacológico está indicado, sobre todo, cuando hay un impacto moderado o severo de la sintomatología que limita el desarrollo de la persona y su bienestar”, indica Morales. La profesora explica que «la medicación es segura, con una historia de uso con miles de ensayos farmacológicos», siempre que se administre con la supervisión de un equipo especializado, que va a ir ajustándola según las necesidades de la persona en cada etapa de su vida.

El peligro de las pantallas

Elena Pujals ha advertido de la relación entre el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y el uso abusivo de pantallas durante la infancia, sobre todo “en los primeros años de vida, periodo en el que el desarrollo cerebral está muy activo”.

Según esta experta, contrariamente a lo que se cree, el diagnóstico y tratamiento del TDAH “mejora la impulsividad y, por lo tanto, reduce la probabilidad de que la persona realice conductas de riesgo, entre ellas el consumo de sustancias adictivas”.

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Paula Rivero

Soy de la primera promoción de Periodismo que salía del "horno" de Sevilla (en todos los sentidos), allá por el año 94, estudios que completé con los de Historia Contemporánea, licenciándome en...