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Los años determinan nuestras necesidades nutricionales y constituyen una buena vara de medir y calibrar los alimentos que debemos incluir o desechar en nuestra dieta.
Cada etapa vital viene marcada por una serie de requerimientos y necesidades nutricionales a los que hay que atender y que, en determinados momentos, difieren mucho unos de otros: no es lo mismo alimentarse en etapas de crecimiento que durante los años de vida fértil o a partir de la tercera edad. “No quiere esto decir que haya etapas más importantes que otras, sino que en algunas de ellas hay que permanecer un poco más alerta a ciertos requerimientos nutricionales específicos”, explica Álvaro Román Molina, farmacéutico nutricionista y cotitular de la farmacia Puerta de Carmona de Sevilla.
En cualquier caso, es trascendental entender que nuestra alimentación es la base de lo que somos, según Román, es “nuestro principal ‘caballo de Troya’ que nos protege y nos proporciona las armas con las que defendernos de los agentes patógenos que amenazan constantemente nuestra salud. Domarlo y montarlo correctamente en cada etapa de la vida requiere de unos conocimientos previos que nos sirvan de guía para no darnos de bruces con una enfermedad o deficiencia”, concluye.
De adultos: variedad por encima de todo
En la edad adulta, hay que seguir unas pautas nutricionales en la que englobemos todos los grupos de alimentos, sin restricción de ningún grupo. “En la consulta de Nutrición asignamos a cada día de la semana a un grupo de alimento específico, con el fin de instaurar con naturalidad todos los grupos nutricionales (por ejemplo, los lunes un guiso de legumbres, los martes, pescado fresco con guarnición, los miércoles, algún cereal cocinado como arroz, quinoa o pasta, los jueves, pescado azul con guarnición y los viernes un guiso de verduras). Igualmente se debe atender a unas pautas dietéticas específicas como la práctica deportiva regular; evitar los azúcares y el exceso de sal; mantener un peso cercano al ideal; llevar una alimentación variada; aumentar el consumo de frutos secos, legumbres, frutas y verduras, lácteos enteros, proteínas animales y vegetales y pescados azules; y como grasa, siempre consumir aceites vegetales como el de oliva virgen”, explica Álvaro Román.
En la vejez: mucha fibra y proteína
- En esta etapa es más necesario que nunca pautar una dieta y unas técnicas de cocinado variadas que eviten la apatía a la hora de comer.
- Para paliar la falta de movilidad propia de la vejez y evitar que se ralentice el tránsito intestinal y se produzca estreñimiento, es fundamental consumir mucha fibra en la dieta, pautando escrupulosamente un mayor consumo de verduras, legumbres y cereales integrales.
- Frente a la disminución de la masa muscular o sarcopenia, Román insiste en la necesidad de aumentar las proteínas en la dieta, bien con proteínas animales y vegetales, o en caso necesario, con suplementos proteicos.
- Igualmente hay que pautar ejercicio diario adaptado a cada necesidad, dando prioridad al ejercicio de fuerza.
- La suplementación puede ser necesaria en muchos ancianos con una dentición mermada o dañada, o en aquellos a quienes las carnes y pescados les “saben a metálico”, volviéndoles inapetentes a este tipo de alimentos.
- Igualmente, el consumo de ciertos medicamentos a menudo conlleva a una falta de agudeza gustativa/olfativa de los alimentos, desencadenando un desinterés característico por la comida, que puede hacer necesaria la suplementación.