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Un grupo de pediatras alergólogos y alergólogos españoles, de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP) y de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), han presentado este miércoles la primera guía que se publica en la literatura científica en todo el mundo sobre Inmunoterapia Oral (ITO) específica a alimentos. En este caso aborda la dirigida a alergia a leche de vaca y huevo, aunque abre la puerta al tratamiento de otras alergias alimentarias pues establece las bases para su curación mediante la introducción pautada, bajo supervisión médica y en dosis crecientes, del alimento para conseguir la desensibilización. España, con esta guía, lidera la puesta en práctica de este procedimiento buscando su máxima eficacia y seguridad.
La Guía elaborada por miembros de SEICAP y SEAIC, pone de relieve que la Inmunoterapia Oral (ITO) específica con leche de vaca y huevo, “puede desensibilizar con éxito al 80-90% de los niños con alergia persistente lo que les permite poder tomarlos sin restricciones”, asegura el doctor Antonio Martorell, coordinador de la Guía. La ITO consiste en la administración controlada de dosis progresivamente crecientes de los alimentos que causan la reacción alérgica, con el objetivo de evitar los síntomas resultantes de la exposición al alimento. Se trata de alcanzar su consumo sin síntomas a través de una desensibilización.
Entre un 4 y un 8% de la población infantil padece alergia alimentaria y los alimentos que la causan con más frecuencia son el huevo, la leche, los frutos secos, el pescado, el marisco, las legumbres y las frutas, por ese orden, según la SEICAP. Las causadas por huevo y leche de vaca son las más frecuentes en los primeros años de vida y también las que originan más problemas por su presencia habitual en nuestros hábitos nutricionales. Por tanto, este trabajo “constituye una gran esperanza para la curación de las alergias alimentarias, pues se pretende que la inmunoterapia oral sea una alternativa a la dieta de evitación de leche o huevo seguida hasta el momento y poder extenderla a otros alimentos”, afirma el doctor Martorell. Por ello, en esta línea se están desarrollando ensayos clínicos para otros alimentos, como un proyecto de investigación para su aplicación en menores alérgicos al pescado con material liofilizado.
Hasta el momento el único tratamiento aceptado de forma generalizada para evitar los síntomas de las alergias alimentarias es la dieta de eliminación, “que puede plantear serios problemas para la calidad de vida de estos niños y de sus familias, pues no resulta tan fácil de seguir dada la presencia de estos alimentos en gran cantidad de productos elaborados”, advierte el doctor Martorrell coordinador de la guía. Por ello, siempre hay riesgo de reacción, “debido a la exposición inadvertida o accidental, algo que puede resultar angustioso o dramático, sobre todo para aquellos más sensibles que presentan reacciones graves, que pueden llegar a ser anafilácticas, ante mínimas cantidades del alimento”, indica. Esto obliga a que muchos de estos menores y sus familias necesiten disponer de manera continua de la disposición de adrenalina autoinyectable en cualquier sitio donde vayan, como en el domicilio y el colegio.
Según la Guía, hasta el 85% de todos los niños con alergia a la leche de vaca alcanzan la tolerancia espontánea antes de los tres años de edad, mientras que la alergia al huevo persiste durante un periodo de tiempo más largo, aunque cerca del 65% de los niños afectados la consigue a los 6 años. Por tanto, La opción era hasta ahora realizar la dieta esperando alcanzar la tolerancia del alimento de forma natural. “Sin embargo, a medida que avanza la edad las posibilidades de alcanzar la tolerancia disminuyen hasta llegar a desaparecer, salvo que se intervenga de forma terapéutica a través de la ITO”, subraya la doctora Elena Alonso, miembro del comité científico de la guía. La persistencia de alergia alimentaria supone “una alteración importante de su calidad de vida durante mucho tiempo y especialmente durante el periodo de escolarización, con continuas limitaciones y riesgos en los comedores escolares, lo que produce un fuerte impacto emocional y social por las sensaciones de frustración, rechazo, inseguridad o incluso ansiedad del niño y las familias”, advierte.
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