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Vivimos rodeados de todo tipo de aparatos móviles, routers, antenas, teléfonos inalámbricos…, dispositivos que emiten unas ondas que originan ondas electromagnéticos que podrían tener consecuencias para la salud. Pero todavía se trata de una incógnita. No hay estudios científicos concluyentes sobre los efectos negativos que pueden tener las radiaciones sobre nuestro cuerpo, pero mientras tanto los expertos consideran que vale la pena tomar medidas preventivas. ¿Qué podemos hacer en nuestro día a día para evitar las radiaciones de los aparatos que nos rodean?
Según José Antonio Morán, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC, todos estos adelantos tecnológicos provocan que «los campos electromagnéticos crezcan indiscriminadamente y con poca regulación». Y esto hace que estemos constantemente sometidos a diferentes tipos de radiaciones, algunas de las cuales podrían perjudicar el funcionamiento de nuestro cuerpo. Es lo que se considera contaminación electromagnética. Aunque no está clara la relación entre la contaminación electromagnética y la salud de las personas porque todavía no está demostrada científicamente, Morán asegura que «hay sospechas de que algunas radiaciones pueden tener efectos nocivos«. El profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, Diego Redolar, es del mismo parecer. Redolar trabaja en el campo de las neurociencias y asegura que a través de experimentos controlados se ha visto que la estimulación magnética puede llegar a modificar el funcionamiento del cerebro. «No se puede afirmar que debido a las radiaciones que recibimos haya un aumento de tumores cerebrales» porque no hay estudios científicos que lo corroboren.
Morán explica que nuestro sistema biológico emite unas señales de naturaleza electromagnética, que se pueden ver afectadas cuando estamos sometidos a radiaciones, tanto para bien como para mal. En el sentido positivo, las ondas se utilizan en medicina con finalidades terapéuticas. En fisioterapia, por ejemplo, se usan corrientes eléctricas para recuperar musculatura; también hay campos magnéticos que ayudan a soldar de manera más rápida fracturas óseas. Se tiene constancia, pues, de que las radiaciones interfieren en nuestro cuerpo. Ahora bien, se cree que del mismo modo que hay radiaciones que contribuyen a la recuperación de tejidos, hay otras que pueden ser perjudiciales.
En 2011 el Consejo de Europa aprobó una resolución sobre los peligros potenciales de la contaminación electromagnética y sus efectos en la que admite que esperar a que los estudios lo constaten puede tener costes sanitarios y económicos muy elevados, similares a los casos del amianto y la gasolina con plomo. En esta resolución recomienda tomar medidas preventivas y aplicar el principio de precaución, es decir, cuanto menos expuestos estemos a radiaciones mejor.