La cefalea y la llamada “niebla mental” son los síntomas neurológicos más habituales y persistentes entre los pacientes post-COVID. A ellos se suman la pérdida de olfato, que en algunos casos puede alargarse hasta los 3 años, la reducción de la reserva neuronal en los que lo han padecido en su forma grave y el riesgo elevado de padecer un ictus de peor pronóstico.

De no saber absolutamente nada del virus SARS-CoV-2 al inicio de la pandemia a controlar su diagnóstico, tratamiento y comportamiento, ha transcurrido poco más de un año. A día de hoy puede decirse que el virus empieza a ser lo suficientemente conocido gracias en parte a eventos como el Congreso Nacional Multidisciplinar COVID-19, que por segundo año consecutivo ha reunido a expertos médicos y científicos. Durante la segunda edición celebrada recientemente y en la que la Sociedad Española de Neurología ha estado representada, se abordaban las posibles secuelas que la COVID-19 dejaba a nivel neurológico y su evolución. Según destacaba el doctor Jesús Porta Etessam, neurólogo del Hospital Clínico San Carlos y vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología, “a lo largo de estos meses se han reportado en pacientes con COVID-19 numerosos síntomas neurológicos como dolor muscular, encefalitis, encefalopatías, mielitis, crisis epilépticas, neuropatías… Pero los más reseñables por su alta prevalencia fueron la anosmia (perdida de olfato) y las cefaleas y, por su gravedad, los accidentes cerebrovasculares, como los ictus isquémicos, ictus hemorrágicos, o trombosis venosas cerebrales que se han producido”.

Cómo afecta la COVID al sistema nervioso central

El doctor Pere Cardona Portela, neurólogo del Hospital Universitari de Bellvitge y miembro de la Sociedad Española de Neurología, comenta cómo “al principio de la pandemia, uno de nuestros mayores temores es que el SARS-CoV-2 fuera altamente neuroinvasivo, es decir, que el virus fuera capaz de entrar con facilidad en el sistema nervioso central, por las serias complicaciones que esto podría suponer en los pacientes. En los pocos casos en los que se ha detectado presencia del virus en células del sistema nervioso central, este parece haber podido invadir el sistema por tres vías distintas: la olfatoria, por el líquido encefalorraquídeo o por el torrente sanguíneo. Por otra parte, la autoinmunidad también podría haber jugado un papel que podría explicar algunos de los también pocos casos que se han dado de Guillain-Barré o de desmielinización autoinmune cerebral. En todo caso, la gran mayoría de la afectación neurológica en pacientes COVID-19 ha sido por afectación indirecta, bien como respuesta inflamatoria (lo que se ha llamado tormenta de citoquinas), procesos cerebrovasculares por coagulopatia y/o daños sobre el endotelio vascular o miocárdico, o bien por complicaciones secundarias”, afirma el doctor Cardona.

Sin olor, buen pronóstico

Respecto a la anosmia o pérdida del sentido del olfato, que ha afectado a entre el 66 y el 75% de los infectados, según explicaban los neurólogos reunidos en el congreso nacional, se trata de un síntoma de buen pronóstico, muy habitual en personas jóvenes, en mujeres y en personas con algún tipo de afección neurológica previa.  En la mayoría de los casos, esta anosmia se produce por la afectación del neuroepitelio olfativo, mientras que en los casos en los que la pérdida de olfato se prolonga más en el tiempo se cree que podría deberse a la neurodegeneración producida por las neuronas sensitivas-olfativas para evitar que el SARS-CoV-2 invada el sistema nervioso central, como mecanismo de defensa. Los pacientes se suelen recuperar de esta pérdida de olfato entre la 2ª y la 8ª semana, aunque en algunos casos esta recuperación puede llevar hasta 3 años, según explica el doctor Porta Etessam. Si además de anosmia se desarrolla parosmia (distorsiones en el sentido del olfato, generalmente mal olor) también es síntoma de un buen pronóstico.

Terapia de rehabilitación olfatoria

Sui transcurrido un mes el paciente no ha recuperado el olfato, lo ideal es empezar una terapia de rehabilitación olfatoria. Con una tasa de recuperación superior al 80%, el entrenamiento olfatorio se fundamenta en la capacidad del cerebro para distinguir, guardar y recordar los olores (memoria olfativa). Para ello, se propone una selección de esencias a través de los cuales se entrena el olfato y la memoria olfativa. “En caso de que el paciente no huela nada solemos utilizar cuatro esencias: el limón, el clavo, la menta y la rosa”, explica el doctor Claudio Fragola, jefe de servicio de Otorrinolaringología del Hospital Vithas Madrid Aravaca. El tratamiento se adapta a las condiciones particulares de cada paciente y “hay que dedicar cinco minutos a inspirar y recordar esos olores. Lo ideal es hacerlo un par de veces al día”, añade. “Si vemos que en los test falla más en los olores frutales o aromáticos, le entrenaremos más en esa rama”, indica.

Cefalea asociada al coronavirus: su DNI

  • Empeora con la actividad y los movimientos de cabeza.
  • Produce despertares nocturnos a un 33% de los pacientes.
  • En ocasiones se acompaña de hipersensibilidad.
  • Es una cefalea que se parece a la migraña, aunque los pacientes que ya padecían migraña la identifican como un dolor de cabeza distinto.
  • Se cree que pueden ser debida a la tormenta de citoquinas y que entre un 10-20% de los pacientes COVID-19 que desarrollan esta sintomatología pueden desarrollar una cefalea crónica, es decir, generan dolor de cabeza más de 15 días al mes.

Dolor muscular y niebla mental

  • Respecto al dolor muscular, “son muy pocos los pacientes los que han desarrollado afectación directa del musculo, lo que hace pensar que se trata de una consecuencia de la respuesta inflamatoria, semejante a la que producen otros virus”, explica el doctor Porta Etessam.
  • En cuanto a la llamada “niebla mental” (problemas cognitivos), “se está estudiando la posibilidad de que en algunos casos pueda deberse a una disfunción mitocondrial producida por el virus o a haber padecido la enfermedad, lo que podría acelerar procesos en personas que probablemente en un futuro hubieran desarrollado algún tipo de enfermedad neurodegenerativa”, según afirma este experto.
  • A todas estas secuelas se unen cambios en la termorregulación y la percepción de los receptores de temperatura corporal y cuadros neuropáticos graves, que obligan a realizar una reeducación a nivel neurológico para recuperar información de importancia vital para nuestro funcionamiento corporal.

Ictus: palabras mayores 

Diversos estudios señalan que, en pacientes hospitalizados, existe un incremento de riesgo de ictus por COVID de alrededor de un 1-2% en el caso de ictus isquémicos y de un 4% en las trombosis venosas cerebrales, que, si bien suelen ir asociados a la gravedad de la infección, tienen un peor pronóstico. También es probable que muchos pacientes que han estado en la UCI o con síntomas graves de COVID tengan una reducción en la reserva neuronal que les causará problemas neurológicos de distinta sintomatología.

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Redacción Consejos

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