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Si tras un golpe en la cabeza notas que tu hijo está irritable o sufre vómitos y somnolencia, no le dejes dormirse y corre a urgencias. Pueden ser signos de un traumatismo craneoencefálico grave que ha de tratarse con la máxima urgencia. Sobre todo de cara al verano, los expertos de la Asociación Española de Pediatría nos recuerdan la importancia de estar atentos en playas y piscinas y no bajar la guardia.
No detectar y tratar a tiempo un traumatismo craneoencefálico grave tras una caída banal puede tener consecuencias fatales, algo que, en verano, con los juegos en las piscinas y las zambullidas en las playas, es bastante común. Es lo que los pediatras reunidos en el II Congreso Digital de la Asociación Española de Pediatría llaman patología tiempo-dependiente, es decir, aquellas en la que la rapidez con la que se actúe será determinante en su evolución. Otras patologías tiempo-dependientes en los niños son la sepsis, los traumatismos abdominales y el ictus pediátrico figuran entre las urgencias pediátricas con elevadas tasas de mortalidad infantil si no reciben atención precoz.
Las caídas: causa de daño neurológico
El traumatismo craneoencefálico producido por caídas o accidentes supone una de las causas principales de daño neurológico en los niños. La doctora Amelia Martínez de Azagra, médico adjunto del Servicio de Cuidados Intensivos Pediátricos del Hospital Niño Jesús de Madrid y miembro de la Sociedad Española de Cuidados Intensivos Pediátricos (SECIP), subraya la importancia de abordar algunas lesiones que a menudo pasan desapercibidas y horas más tarde pueden dan la cara de forma muy grave. “Cuando se trata de una caída desde un balcón, por ejemplo, enseguida reciben atención de los servicios de Urgencias, pero en el caso de caídas más banales, los pacientes no van a mostrar síntomas de forma inmediata y no van a acudir al hospital. Son estos los casos que conviene vigilar estrechamente, porque las consecuencias de no atender a tiempo un traumatismo craneoencefálico pueden ser mortales”, advierte. Entre las señales que pueden alertar de la presencia de lesiones graves tras una caída se encuentran la irritabilidad, los vómitos o la somnolencia.
Otra cuestión especialmente preocupante es, en palabras de la doctora Martínez de Azagra, “la incidencia, cada vez mayor, de precipitaciones o caídas desde alturas superiores a los tres metros, o los relacionados con el uso de patinetes eléctricos que no deberían ser usados por menores de 14 años. Cabe recordar también la importancia de llevar casco para minimizar la posibilidad de lesiones graves intracraneales en el uso de este tipo de vehículos, así como de bicicletas”, apunta.
Traumatismo abdominal: tratar en el momento del accidente
En los niños, además de las lesiones craneales, las abdominales son las más recurrentes y ambas deben ser tratadas en el mismo momento en que se produce el accidente. Según el doctor Andrés Concha, miembro del Grupo de Trabajo de Politraumatismo de la Sociedad Española de Cuidados Intensivos Pediátricos (SECIP) y médico adjunto de la UCI Pediátrica en Hospital Universitario Central de Asturias, en Oviedo, la evaluación inicial de un traumatismo abdominal también es fundamental, ya que puede producir un sangrado abdominal importante producido por la rotura del bazo, el hígado o cualquier otro órgano de la cavidad abdominal, y puede requerir una cirugía urgente. Y lo mismo ocurre con los traumatismos craneales graves, que pueden causar hematomas e hipertensión intracraneal. “Es muy importante saber detectar esas complicaciones y no infravalorar su gravedad; las consecuencias de no hacerlo pueden ser irreversibles”, señala. Una vez en el hospital, se le debe atender de la forma más rápida y eficaz posible y “es de vital importancia coordinar la actuación de todos los especialistas y profesionales que puedan intervenir en la atención”, precisa el doctor Concha.
Sepsis: otra urgencia
La sepsis (7,5 millones de niños mueren cada año por su causa, siendo prevenible en la mayoría de los casos mediante higiene y vacunación) aparece cuando la respuesta inmunológica del organismo contra una infección, como puede ser el SARS-CoV-2 o incluso una herida que acaba lesionando los propios tejidos y órganos del afectado. Puede producir choque séptico, fallo multiorgánico y el fallecimiento del paciente, especialmente si no se detecta a tiempo y es tratada con rapidez. Sin embargo, establecer sistemas de alerta temprana frente a la sepsis no es tarea fácil, ya que la sintomatología de la afección es muy poco específica: “empieza a manifestarse con las señales propias de la infección, aunque también se puede presentar fiebre, taquicardia, mal aspecto, dificultad respiratoria, rechazo al alimento, alteración del nivel de conciencia o lesiones en la piel”, señala.
Ictus, también en niños
El ictus pediátrico, a pesar de ser poco frecuente, se encuentra entre las diez causas de muerte infantil más frecuentes. En esta franja de edad, el ictus a menudo se asocia a afecciones ya existentes, sobre todo enfermedades congénitas cardíacas, aunque también pueden provocar este derrame cerebral enfermedades infecciosas, traumatismos en la cabeza o cuello y problemas vasculares o sanguíneos. De hecho, muchos de los ictus infantiles están desencadenados por más de un factor de riesgo, aunque también pueden afectar a niños sanos. Se estima que alrededor de un 10% de los casos de ictus infantiles es de causa desconocida.
Cuando se produce en un niño, los síntomas más frecuentes son: problemas para caminar o estar de pie, dificultad para mantener el equilibrio y coordinar los movimientos, aunque también pueden verse afectadas la comunicación, las sensaciones y la visión e, incluso, puede ocasionar problemas para ir al baño o para tragar. En caso de observar alguna de estas señales en los pequeños, se debe acudir de forma inmediata a urgencias, donde se activará el Código Ictus. De no hacerlo, o hacerlo tarde, las consecuencias podrían ser irreparables.