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Uno de los mayores miedos del paciente oncológico a la hora del diagnóstico es cómo llevará el tratamiento y sus posibles efectos secundarios. Con motivo del Día Mundial Contra el Cáncer que celebramos el 4 de febrero, explicamos cuáles son los “daños colaterales” más habituales de la quimioterapia y cómo contrarrestarlos.
Aunque en los últimos tiempos han visto la luz medicamentos mucho menos agresivos que prometen una quimio mucho más llevadera que la de hace años, lo cierto es que el riesgo cero en lo que a efectos secundarios durante la quimio se refiere no existe y depende mucho de cada enfermo.
La explicación, en la destrucción de células sanas
Según explican desde la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), el objetivo de los fármacos quimioterápicos o neoplásicos es destruir las células que componen el tumor, actuando en la fase de división de la célula tumoral impidiendo su multiplicación, y destruyéndolas.
Sin embargo, estos fármacos llegan prácticamente a todos los tejidos del organismo, actuando tanto sobre las células malignas como sobre las sanas. Debido a la acción de los medicamentos sobre las células sanas, pueden aparecer una serie de síntomas, más o menos intensos y generalmente transitorios, denominados efectos secundarios. Concretamente, las células sanas del tubo digestivo, de los folículos pilosos (lugar de nacimiento del pelo) o de la médula ósea (donde se forman las células de la sangre), se multiplican a gran velocidad lo que las hace muy sensibles al efecto de la quimioterapia. La destrucción de estas células desencadena los efectos secundarios más frecuentes del tratamiento, como son náuseas y vómitos, pérdida de apetito, caída del cabello (alopecia), cansancio, propensión a las infecciones, etc. Otros órganos que pueden verse afectados por el tratamiento quimioterápico, aunque con menos frecuencia, son el riñón, el corazón, el pulmón, la piel, la vejiga y el sistema nervioso.
Malestar general
Las células de la sangre producidas por la médula ósea (glóbulos rojos, leucocitos y plaquetas) se dividen rápidamente, lo que las hace muy sensibles al efecto de la quimioterapia, cuyos fármacos hacen descender su producción. En el caso de los leucocitos, su descenso en la sangre provoca una inmunodepresión, que conlleva un importante riesgo de infección, generalmente más grave que en el caso de una persona con las defensas normales. Durante este periodo de inmunosupresión es extremar los hábitos higiénicos y evitar el contacto con personas que pudieran tener algún tipo de infección (gripe, catarro, varicela…).
En el caso de los glóbulos rojos, cuya función principal es transportar el oxígeno desde los pulmones al resto del organismo, cuando descienden, los distintos órganos no obtienen el oxígeno suficiente para funcionar correctamente, provocando anemia, debilidad, cansancio, falta de aire ante pequeños esfuerzos, palpitaciones (aumento de la frecuencia cardiaca), mareos y palidez de la piel y las mucosas. En ocasiones, para paliar estos efectos puede ser necesaria una transfusión de sangre o concentrado de hematíes o la administración de fármacos estimuladores de la producción de glóbulos rojos (eritropoyetinas). También se debe descansar, no hacer esfuerzos y seguir una dieta sana y equilibrada.
Y por último, cuando la quimioterapia hace descender el número total de plaquetas (células con un papel muy importante en la coagulación de la sangre), aumenta el riesgo de hemorragia incluso ante mínimos traumatismos, provocando hematomas que surgen de manera espontánea, por lo que hay tener especial cuidado en no darse golpes.
La boca: lugar de tormento
En la boca, las células de las mucosas se dividen de forma rápida, por lo que éstas son también muy sensibles a los efectos de la quimioterapia. Uno de los efectos más característicos que se producen en esta zona es la alteración del gusto, bastante frecuente y que suele desaparecer semanas después de finalizar el tratamiento. Se suele producir por daño directo de las papilas gustativas situadas en la lengua y el paladar. Los pacientes perciben una disminución en el sabor de determinadas comidas o un gusto metálico o amargo, sobre todo de los alimentos ricos en proteínas como la carne y pescado. Para contrarrestar estos problemas, desde la AECC aconsejan realizar enjuagues antes de comer, sustituir los cubiertos habituales por unos de plástico en el caso de sabor metálico y utilizar especias o condimentos suaves en la preparación de las comidas.
Otra alteración muy frecuente de la mucosa de la boca durante el tratamiento es la mucositis, una inflamación de la mucosa acompañada de llagas o úlceras dolorosas, que en ocasiones pueden sangrar y sobre infectarse, ya que la boca es una zona del cuerpo con un nivel elevado de bacterias y hongos. La mucositis suele aparecer de 7 a 10 días después de iniciar la quimioterapia y generalmente, si no existe infección, mejora al cabo de 1 a 2 semanas. Por ello, desde la AECC recomiendan acudir al dentista varias semanas antes de iniciar el tratamiento, para que valore el estado de la boca y pueda realizar los tratamientos oportunos (limpieza, empaste de piezas cariadas, tratamiento de abscesos, etc.).
Alteraciones digestivas y cómo prevenirlas
*Por la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC)
- Náuseas y vómitos: son los efectos secundarios más frecuentes de la quimioterapia. Pueden aparecer de manera temprana, transcurridas un par de horas tras su administración, o tardíamente (24 horas o más después del ciclo). Generalmente desaparecen en unos pocos días. Para paliar los efectos de los medicamentos que pueden dar lugar a este efecto secundario, el médico puede prescribir previamente a la quimioterapia algún fármaco antiemético. También es recomendable tomar durante varios días un antiemético por vía oral.
Su solución: comer en pequeñas cantidades 5-6 veces al día, masticando bien los alimentos y tomando las comidas a temperatura ambiente o frescas, ya que las calientes pueden favorecer la aparición de náuseas. Evita comidas ricas en grasas (frituras, salsas, quesos grasos, leche entera, etc.), ya que dificultan la digestión. Evita también los olores desagradables y procura que sea otra persona quien cocine.
- Vómitos anticipatorios: personas que han experimentado náuseas y vómitos después de la última quimioterapia, y que además tienen un alto nivel de ansiedad, pueden presentar vómitos anticipatorios, por ejemplo, al asociar el olor del hospital a la quimioterapia.
Su solución: no comas nada al menos durante 2 horas antes de acudir al hospital para recibir la quimioterapia y descansa después de cada comida, preferiblemente sentado, al menos durante una hora. Para el tratamiento de los vómitos anticipatorios se pueden emplear ansiolíticos y técnicas de relajación que ayuden a reducir el nivel de ansiedad.
- Diarrea: cuando la quimioterapia afecta a las células que recubren el intestino, su funcionamiento puede verse alterado. Como consecuencia, el intestino pierde la capacidad de absorber el agua y los distintos nutrientes, dando lugar a una diarrea. Para evitar la deshidratación, es preciso contactar con el médico para que prescriba el tratamiento más adecuado.
Su solución: en las primeras horas sigue una dieta absoluta, para que el intestino descanse. Pasadas 2-3 horas comienza a ingerir lentamente líquidos, preferiblemente tomados en pequeños sorbos cada 5-10 minutos, a lo largo del día. Evita también los lácteos y derivados. Cuando la diarrea comience a mejorar, puedes ingerir alimentos en pequeñas cantidades, desgrasados y fáciles de digerir (arroz o pescado hervido, manzana asada, etc.). Para prevenir la diarrea, prepara los alimentos cocidos o a la plancha y evita comidas con mucha fibra (fruta, verduras, hortalizas o cereales integrales) y aquellos que produzcan flatulencia como legumbres, espinacas, repollo, coliflor y otros. Elimina de la dieta las bebidas irritantes como café o bebidas alcohólicas
- Estreñimiento: algunos fármacos pueden disminuir los movimientos intestinales favoreciendo la absorción del líquido de las heces, volviéndolas secas y duras y provocando estreñiiento. Éste puede verse incrementado por los cambios en la alimentación y la disminución de la actividad física como consecuencia del malestar provocado por la quimioterapia.
Su solución: toma alimentos ricos en fibra como pan o arroz integral, frutas, verduras, frutos secos, etc., ya que favorecen el tránsito intestinal. Las legumbres son alimentos muy ricos en fibra. Es aconsejable que las tomes varias veces a la semana. Bebe líquidos abundantes a lo largo del día. Mantén horarios fijos a la hora de ir al baño y nunca ignores la necesidad de evacuar tu intestino. Haz ejercicio suave todos los días y no olvides consultar con tu médico antes de tomar por tu cuenta cualquier laxante.
Mientras se recibe tratamiento conviene evitar el consumo de productos o concentrados de agentes antioxidantes que pueden hacer perder eficacia a la quimioterapia, ya que podrían reparar el daño que este tratamiento produce a las células tumorales.
Caída del cabello y uñas quebradizas
La caída del cabello, también llamada alopecia, es un efecto secundario frecuente del tratamiento quimioterápico. Se produce por la acción de los distintos fármacos sobre el folículo piloso que provocan su destrucción y, por tanto, la pérdida del pelo. No aparece siempre y depende fundamentalmente del tipo de medicamento empleado. La caída puede ser generalizada o localizada, es decir, que además de afectar al cuero cabelludo, también lo haga a otras partes del cuerpo como pueden ser axilas, brazos, piernas, cejas, pestañas, etc. Los expertos recomiendan emplear siempre champú suave, crema suavizante, secar el pelo al aire o con secador a baja temperatura; no teñir el pelo ni someterlo a tratamientos del tipo permanente; cortar el pelo antes de que comience a caerse; proteger del sol el cuero cabelludo con un pañuelo, una gorra o crema protectora o utilizar peluca.
También la quimio puede afectar a la piel y las uñas, provocando prurito (picor), eritema (color rojo de la piel), sequedad, y descamación. Las uñas se vuelven de coloración oscura, quebradizas, rompiéndose con facilidad y suelen aparecer bandas verticales en ellas. Para el cuidado de las uñas es conveniente mantener siempre la piel limpia y seca; evitar baños calientes prolongados y lociones cutáneas con alcohol, que resecan aún más la piel; utilizar cremas hidratantes diariamente y protegerlas con guantes al realices tareas domésticas y evitar la exposición directa al sol.
Sexualidad alterada
Las náuseas, vómitos, malestar, diarrea, mucositis, etc., disminuyen o hacen desaparecer el deseo y la apetencia sexual. Sin contar con que la alopecia puede disminuir la autoestima y afectar negativamente a la imagen corporal del enfermo, pudiendo ser una causa importante en la pérdida de interés sexual. Pero, además, algunos fármacos empleados en el tratamiento oncológico pueden afectar a los órganos sexuales (ovarios en las mujeres y testículos en los varones) provocando una serie de síntomas:
- En la mujer afectan al funcionamiento del ovario, reduciendo la producción normal de hormonas sexuales femeninas y dando lugar a una serie de síntomas similares a una menopausia (irregularidades o desaparición de la menstruación transitoria o definitiva; sequedad de los tejidos de la vagina por disminución en la lubricación, dificultando las relaciones sexuales; pérdida de elasticidad de la vagina; mayor riesgo de padecer infecciones urinarias; sofocos; insomnio e irritabilidad).
- En el varón, aunque algunos fármacos puedan provocar lesiones neurológicas y alteraciones en la erección, en pocas ocasiones estas alteraciones son definitivas y suelen mejorar al finalizar el tratamiento. Un efecto frecuente asociado a la quimioterapia es la disminución en la producción de espermatozoides, que en algunos casos puede producir esterilidad temporal o permanente.
Otros efectos de la quimio, aunque menos frecuentes, pueden ser alteraciones neurológicas (disminución de la sensibilidad, acorchamiento, hormigueos y sensación de pinchazos en las extremidades, pérdida de fuerza y destreza manual), alteraciones cardíacas, irritación de la vejiga urinaria (cistitis), que provoca escozor, dolor y sangre al orinar, o alteraciones renales. Para que se eliminen bien los fármacos antineoplásicos por el riñón es conveniente beber entre 2 y 3 litros de agua al día.