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Existe incertidumbre sobre cuál de los dos es mejor. El paracetamol y el ibuprofeno se utilizan ampliamente para tratar la fiebre y los dolores en los más pequeños. Pero la elección de uno u otro depende tanto del problema de salud que se quiera tratar, como del tipo de paciente y sus posibles problemas previos de salud.
¿Quién es quién?
El paracetamol, está indicado para tratar la fiebre y el dolor leve a moderado cuando no va acompañado de inflamación, ya que es un medicamento con acción antipirética y analgésica.
El ibuprofeno también está indicado para tratar la fiebre y el dolor leve a moderado, pero especialmente cuando va acompañado de inflamación ya que el ibuprofeno posee triple acción: antipirética, analgésica y antiinflamatoria.
¿Pero cuándo usar uno u otro?
La fiebre es el síntoma más común en los más pequeños y nos indica que el cuerpo está tratando de combatir una enfermedad o infección. El tratamiento dependerá de la causa de la fiebre, si la infección cursa con inflamación (por ejemplo, otitis o sinusitis), será preferible el ibuprofeno, si no, cualquiera de los dos medicamentos ayudaría a bajar la fiebre.
En relación con los dolores, los más habituales en niños son el dolor de garganta, dolor dental o dolor post-vacunal que requieren de una acción analgésica, por lo que cualquiera de los dos medicamentos sería una buena elección.
A nivel de eficacia, ¿tienen el paracetamol y el ibuprofeno la misma eficacia? ¿Y la misma tolerabilidad?
Según diversos estudios científicos, en los que se realiza una comparación del paracetamol con el ibuprofeno para el tratamiento de la fiebre o del dolor en niños menores de 2 años se ha demostrado que:
- El ibuprofeno reduce más la fiebre (1).
- El ibuprofeno reduce más el dolor leve a moderado (1).
- El perfil de tolerabilidad y seguridad entre el ibuprofeno y el paracetamol son similares siendo la mayoría de los efectos adversos en ambos poco frecuentes (1-2).
Los padres somos capaces de detectar cuándo nuestros hijos no están bien. Hay señales inequívocas como que estén más somnolientos, no sonrían, ni jueguen como otros días o no puedas consolarlos de la forma habitual. Todo esto puede activar nuestras alarmas para identificar el problema, pero si el niño es muy pequeño, y no sabe o no puede explicar lo que le pasa, llega uno de los mayores temores de los padres: no ser capaz de identificar el dolor de sus hijos.
Recuerda que, si tienes dudas, tu farmacéutico y tu pediatra son tus mejores aliados en la aventura de la crianza de los hijos.