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El trastorno de somatización hace que síntomas físicos, como el dolor o el cansancio, causen en quien los sufre una gran ansiedad y angustia emocional hasta el punto de interferir en su vida diaria. Puede subyacer o no una enfermedad, pero la reacción a sus manifestaciones es desmesurada.
Estos síntomas que el paciente percibe como alarmantes pueden tener una explicación médica, pero en otros casos no se encuentra causa física alguna, y provocan visitas frecuentes a las consultas médicas o a urgencias, con petición recurrente de pruebas médicas. Según el Hospital Universitario Vall d’Hebron, el síntoma más habitual en los afectados por este síndrome es el dolor, y los órganos más frecuentemente afectados son el aparato digestivo, el aparato locomotor y la piel. A la vez, existe una disminución severa en su calidad de vida, y suelen sentirse incomprendidos y maltratados por el sistema sanitario.
El origen de la enfermedad es incierto, pero se sabe que influyen múltiples condiciones biológicas, psicológicas y ambientales que interaccionan generando esta vulnerabilidad. El trastorno es más frecuente en mujeres y suele aparecer al principio de la edad adulta. En un 30% de los casos la patología se cronifica.
Así es el paciente
- La persona afectada puede presentar síntomas concretos, como dolor o dificultad para respirar, o más generales, como cansancio o debilidad.
- Estos síntomas, o bien no tienen una causa médica identificable o, si la tienen, sus manifestaciones son más importantes de lo esperado.
- El dolor es el síntoma más frecuente, pero sea cual sea la sintomatología, se presenta con pensamientos, sentimientos o comportamientos excesivos relacionados con ella, pudiendo interferir en la funcionalidad o, incluso, incapacitar.
- La persona siente preocupación constante sobre posibles enfermedades o interpreta sensaciones físicas normales como signos de patologías graves. Puede revisarse repetidamente el cuerpo en busca de anomalías.
- Siente temor sobre la gravedad de los síntomas aún sin que exista evidencia, y las sucesivas consultas médicas no eliminan sus preocupaciones. Todo lo contrario, tiende a pensar que el diagnóstico o el tratamiento médico no han sido adecuados.
Abordaje multimodal
Para tratar este trastorno es necesario un abordaje multimodal: psicoeducación, tratamiento psicológico, cognitivo-conductual y tratamiento farmacológico en el caso de que existan comorbilidades psiquiátricas. La base del tratamiento es una buena relación médico-paciente que evite exploraciones innecesarias e iatrogenia (término que alude al daño provocado a los pacientes a consecuencia de diagnosticar, prevenir, tratar o aliviar algún trastorno o patología, incluyendo el ocasionado por un intervencionismo excesivo).