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Una limpieza facial correcta es el “Gesto”, con mayúsculas, cosmético por excelencia, ya que en una piel que no está limpia, no hay producto ni fórmula, por muy potente que sea, que haga efecto. Y sin embargo, generalmente no dedicamos a la limpieza facial el tiempo que se debería. Te ofrecemos los mejores argumentos para no saltarte nunca jamás este paso y, también, para hacerlo de la manera correcta.
La limpieza es un gesto básico e imprescindible, no solo para el aspecto sino también -y sobre todo- para el buen estado de la piel. Pero implica mucho más que eliminar la suciedad de la superficie facial, ya que hay que tener en cuenta factores como el tiempo que se dedica a este paso cosmético (muy poco, por lo general), la temperatura del agua y, sobre todo, el tipo de producto que se utiliza y la forma de aplicarlo.
De “gesto relax” a “modo estrés”
En efecto, si en la limpieza facial no se emplean los productos adecuados, puede producirse justo el efecto contrario al que se busca. Lo explica el farmacéutico Pedro Catalá, fundador de Twelve Beauty y doctor en Farmacia: “No podemos olvidar que la limpieza supone un estrés añadido para la piel, de ahí que sea fundamental utilizar fórmulas tan delicadas como eficaces”. En este sentido, el experto ofrece algunas pautas a tener en cuenta para potenciar el plus de confort y minimizar el efecto estresante:
-Cuidado con los ingredientes: La formulación de algunos jabones y espumas no van bien a todo tipo de pieles, ya que, sobre todo en el caso de las más sensibles, pueden arrastrar parte del film protector, alterando la barrera cutánea. “También pueden aumentar la pérdida de agua por evaporación y disminuir la eficacia de los tratamientos posteriores”. Si se opta por estos productos, lo mejor es pedir consejo sobre cuál es la fórmula que mejor se adapta a la tipología cutánea.
-El aclarado perfecto. “Es mejor eliminar los limpiadores directamente con agua, mediante un ligero masaje, ya que la fricción que provocan los algodones u otras fibras puede aumentar el efecto agresivo de la limpieza, dejando la piel estresada e irritada”.
-Sí a las “otras opciones”. Catalá aconseja utilizar leches, cremas y bálsamos desmaquillantes que, aunque no suelen ser los más “populares”, para él suponen la mejor opción, “ya que presentan un elevado contenido en aceites que facilitan la eliminación del maquillaje, la suciedad y la contaminación y, además, sus texturas se deslizan fácilmente sobre la piel, disminuyendo el estrés mecánico que pueden provocar otro tipo de productos de limpieza”.
“Frotar para limpiar mejor” y otros mitos a desterrar
Otro de los obstáculos que impiden conseguir una limpieza facial “10” es la cantidad de mitos, teorías, remedios e ideas erróneas que existen en torno a este gesto cosmético. Carme Chorto, asesora científica de Eucerin, analiza algunos de los más populares:
1-“El jabón es lo de menos (incluso sirve el de manos); lo importante es lavar la cara”.
“El rostro es una de las zonas más sensibles del cuerpo porque está expuesta a agentes externos durante todo el año, por lo que necesita unos cuidados especiales, así como una higiene específica, que sea efectiva, pero sin alterar el equilibrio cutáneo”.
2-“Para las pieles grasas, cuanto más alcohol lleve el limpiador, mejor (así se seca más la piel)”
“El alcohol sólo ayudará a resecar más la piel, que responderá segregando más grasa para equilibrarla. Además, los lavados agresivos modifican la barrera cutánea y la microbiota, promoviendo la inflamación”.
3-“Es mejor utilizar cepillos de limpieza para mejorar el estado de la piel”.
“El uso de cepillos puede ser válido y adecuado en muchas situaciones. No obstante, existen tipos de piel en los que los cepillos de limpieza pueden estar contraindicados: no se deben usar en acné moderado o severo, ya que pueden empeorar la inflamación; y tampoco en pieles sensibles con tendencia a la dermatitis atópica o la psoriasis, ni en personas que presentan rosácea”.
4-“Si no me maquillo no hace falta limpiar la piel”
“La piel del rostro siempre está expuesta a agentes externos, independientemente de la estación del año, por lo que a lo largo del día se va acumulando sobre ella suciedad que tapa los poros y puede ser un medio que facilite el desarrollo de una gran cantidad de microorganismos que a su vez obstaculizan el normal funcionamiento de la fisiología cutánea. Los expertos insisten en que lavarse la cara por la noche es el mejor tratamiento de belleza, ya que de esta forma se garantiza que la piel esté libre de agentes externos que la agreden a diario, así que incluso si no se usa maquillaje, debemos lavarnos la cara todas las noches”.
5-“Es bueno frotar mucho con la toalla para eliminar bien los restos”
“Todo lo contrario. Es importante no frotar la cara, especialmente en los casos de acné, ya que esto puede irritar más la piel. Además, hay que tener especial cuidado con los ojos, pues la piel de los párpados es la más fina y sensible del cuerpo. En cuanto al secado, los expertos aconsejan realizarlo de forma delicada, acariciando el rostro, sin frotar y siempre con una toalla limpia y libre de bacterias”.
6-“Con usar sólo toallitas desmaquillantes basta”
“Las toallitas desmaquillantes se han incorporado rápidamente a la rutina de higiene diaria, ya que son fáciles y cómodas de usar y poseen una eficacia probada. Gracias a los suaves tensioactivos que contienen, a los principios activos hidratantes y a los excipientes grasos incluidos en su formulación, permiten la eliminación del exceso de grasa y los restos de maquillaje, sin alterar la película hidro-lipídica cutánea. No obstante, pueden contener alcohol y contribuir a resecar la piel. De todas formas, las toallitas desmaquillantes nunca realizarán una higiene tan completa y equilibrada como los limpiadores convencionales”.
Limpieza facial correcta: el agua, mejor, a 30ºC
A 30º centígrados. Esta es, grado arriba, grado abajo, la temperatura a la que debe estar el aguapara realizar una limpieza facial correcta, según comenta Raquel González, directora técnica de Perricone MD en España: “la suciedad siempre se elimina mejor cuando el agua está más caliente, porque la temperatura hace que se retire con mayor facilidad. Sin embargo, nunca hay que usar agua completamente caliente en el rostro, sino que la temperatura ideal es de aproximadamente 30ºC, que es la que permite limpiar en profundidad al tiempo que se mantienen equilibrados los niveles cutáneos, de forma que la piel se mantenga saludable. Aunque puede parecer un símil extraño, igual que una lavadora limpia mejor la ropa a partir de los 30ºC, con el rostro ocurre lo mismo”.
Aunque de toda la vida se ha recomendado lavar la piel con agua fría, sobre todo como método antiarrugas (por el efecto tensor que produce), no es un consejo adecuado cuando se trata de borrar cualquier rastro de impureza, polución o maquillaje de la epidermis. “Cuando usamos agua fría pasan varias cosas. La primera y más evidente es que no se consigue eliminar toda la suciedad ya que la ‘endurecerá’ y hará más difícil que se desprenda del tejido cutáneo”, comenta Estefanía Nieto, especialista en productos de belleza y formadora de Omorovicza, quien añade que “el único efecto que puede resultar positivo del agua fría es la contracción del rostro, pero en pieles sensibles con capilares dilatados, los contraerá, provocando incluso que se rompan. De hecho, en pieles acneicas, el agua fría puede producir la sensación de alivio del dolor, pero cuando la piel vuelve a su temperatura habitual en pocos minutos, la vasoconstricción se convierte en vasodilatación por el cambio de temperatura, produciendo una mayor segregación de sebo”.
Respecto a por qué es importante no superar esos 30ºC recomendados, Elisabeth San Gregorio, directora técnica de Medik8, explica que a una temperatura mayor “se corre el riesgo de que, al actuar más activamente el agua caliente en la limpieza, se eliminen aceites naturales y nutrientes necesarios para la salud óptima de la piel, produciendo una posible deshidratación e incluso la aparición de hipersensibilidad por haber perdido su barrera protectora”.
Descifrando la “doble limpieza”
Una de las tendencias que han venido de la mano del boom que están viviendo actualmente los productos y rituales cosméticos asiáticos es lo que se conoce como “doble limpieza”. Los expertos de Freshly Cosmetics nos explican en qué consiste: “la rutina de doble limpieza facial se basa en aplicar dos productos en lugar de uno para realizar una correcta higiene del rostro. Para ello, se debe aplicar, en primer lugar, un producto de limpieza de base acuosa u oleosa para eliminar el maquillaje y las impurezas. Normalmente suele tratarse de aceites desmaquillantes, bálsamos o aguas micelares que no necesitan aclarado. El siguiente paso es la aplicación de un producto jabonoso, tipo gel limpiador, que necesite aclararse con agua para así completar la rutina de doble limpieza”. Según estos expertos, los beneficios de adquirir esta rutina son innumerables, ya que es una forma de asegurar una higiene más profunda, evitando que quede sobre la piel cualquier tipo de residuo, maquillaje, sudor, etc. “Realizando esta rutina de limpieza se mejora la textura de la dermis, combatiendo el aspecto fatigado y la piel apagada, devolviendo luz y vitalidad. Además, con el rostro completamente limpio, se consigue que los productos aplicados a continuación se absorban más fácilmente. Otro dato importante es que de este modo se previene la acumulación de grasa y la aparición de espinillas provocadas por la suciedad y los residuos de maquillaje”.
Tónico: un clásico de plena actualidad
La irrupción de alternativas como las aguas micelares o las brumas faciales ha “arrinconado” un poco al tónico facial, un producto que tradicionalmente ponía el “broche de oro” al ritual de una limpieza facial correcta. Sin embargo, son muchas las voces que reivindican su papel, de ahí que este producto vaya recuperando poco a poco el protagonismo perdido. La farmacéutica Ana Gallego, fundadora y directora de la firma Sisleä, define al tónico como un must cosmético absoluto y ofrece las razones por las que su uso es un gesto cosmético que nunca deberíamos saltarnos:
“Es el último paso de la limpieza facial correcta y el primero del tratamiento, así que jamás debería considerarse optativo, sino que es absolutamente imprescindible. Por un lado, ayuda a eliminar los últimos restos de suciedad e impurezas, aquellos se les escapan a las leches desmaquillantes y a las espumas limpiadoras. Por otro, regula el pH dérmico y equilibra la tasa de sebo del manto hidrolipídico, por lo que es esencial seleccionar un tónico adecuado a cada estadio o tipología dérmica. Y, finalmente, incrementa el nivel de permeabilidad de los cosméticos que se aplican a continuación, gracias a su capacidad para activar la microcirculación cutánea”.