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Tras el largo letargo invernal, ha llegado el momento de convertir los pies en los protagonistas del cuidado diario. Someterlos a una puesta a punto y a una buena pedicura es necesario no sólo para su aspecto sino también para su salud.
En pocos meses, nuestros pies tienen que superar dos tipos de pruebas muy importantes: por un lado, la temporada de BBC (bodas, bautizos y comuniones), celebraciones indisociables del uso de zapatos de tacón; y, por otro, el “modo sandalia” (y sucedáneos como las chanclas), que deja al descubierto todas sus “vergüenzas”: callos, durezas, sequedad extrema, uñas mejorables…
Así son nuestros pies
Cada uno de nuestros pies está compuesto por 26 huesos, 33 articulaciones, 19 músculos, numerosos nervios y vasos sanguíneos y más de 100 tendones. Toda esta estructura les permite, además de mantener el cuerpo “en pie”, realizar seis movimientos fundamentales: flexión, extensión, aducción, abducción, pronación y supinación. Este repertorio de movimientos hace posible, a su vez, que como media demos entre 5.000 y 10.000 pasos diarios.
Además, la piel que los recubre posee unas peculiaridades que la hacen distinta a la del resto del cuerpo: no tiene glándulas sebáceas y, por tanto, su película hidrolipídica es más débil. Esa es la razón por la que tiende a resecarse primero y a agrietarse después con más facilidad. Y esta fragilidad “de base” se ve agravada por el continuo rozamiento que produce el uso del zapato.
Cuidados básicos… e imprescindibles
Sin embargo, y a pesar de todas estas credenciales, los pies suelen ser los grandes olvidados en lo que a cuidados diarios se refiere. Es más: muchas veces, les negamos un gesto tan básico y sencillo como es la hidratación diaria. Por tanto, el primer paso de esta puesta a punto pasa por incluirlos, sí o sí, en la rutina, utilizando productos específicos para ellos (las gamas de venta en farmacia son amplias y variada) y acudiendo al profesional “de referencia”, el podólogo, ante cualquier problema que pueda aparecer (ampolla, corte, rasguño, llaga…).
En este sentido, los expertos del Consejo General de Podólogos de España hacen unas recomendaciones generales que sirven de “plan básico” para el cuidado de los pies:
-Lavarlos a diario, secándolos bien después con cuidado, sobre todo entre los dedos. Es importante controlar la temperatura del agua (no debe ser superior a 37ºC).
–No usar productos químicos ni apósitos para eliminar los callos.
–Hidratarlos a diario con una crema específica (las que contienen urea son especialmente recomendables) sobre la piel limpia y mediante un suave masaje, especialmente en los talones y la planta, hasta su total absorción.
-En caso de excesiva sequedad (sobre todo en los talones), usar aceites y cremas lubricantes para la piel seca (excepto en la zona entre los dedos).
–Llevar calcetines de fibras naturales y calzado transpirable.
-Especialmente en el caso de los jóvenes, tener precaución en lugares como gimnasios o piscinas, para evitar el contagio de hongos y verrugas. También deben vigilar el cuidado de las uñas, porque es a esas edades cuando hay una mayor tasa de uñas encarnadas (generalmente a causa de un excesivo o mal corte de uñas).
Tacones: cómo minimizar su efecto “letal”
Coquetería y outfits aparte, hay una verdad incuestionable: “llevar zapatos altos puede afectar a la salud de los pies”. Así de claro lo dice Maite García, presidenta del Ilustre Colegio Oficial de Podólogos de la Comunidad Valenciana (ICOPCV). Tal y como señala esta experta, el uso de tacones muy altos puede provocar en esta zona corporal molestias leves o severas como hinchazón, callos, durezas, problemas en los huesos como los juanetes o dedos en garra e incluso dolor de espalda. “El caminar sobre tacones altos desplaza el cuerpo hacia delante y obliga a los dedos y al antepié a soportar todo el peso, provocando dolor y daño en estas extremidades. Además, los tacones altos y estrechos provocan inestabilidad y pueden acabar afectando a la columna vertebral. Junto a esto se ha detectado que las mujeres pasan por el quirófano cuatro veces más que los hombres por problemas en los pies, dato que indica que el tacón es un factor determinante”, afirma Maite García.
Especialmente “peligrosos” en lo que a efecto nocivo en la salud del pie se refiere son los modelos con tacón y punta estrecha (los “stilettos”), ya que suelen ser los causantes directos de problemas tan frecuentes -y molestos/dolorosos- como los callos y los juanetes.
Asimismo, el uso continuado o abuso de los zapatos de tacón se ha relacionado con un mayor riesgo de padecer artrosis en los pies y las rodillas. “El impacto y la sobrecarga que produce el uso de zapatos altos se incrementan en función del aumento de la altura del tacón, afectando principalmente a las rodillas, las articulaciones metatarsofalángicas y los dedos de los pies. El daño en los huesos vendrá determinado tanto por la altura del tacón como por la cantidad de tiempo que se utilice. Y, lógicamente, a menor uso, menos riesgo de que se desarrolle una artrosis. También nos encontramos a muchas personas que por haber abusado de los zapatos de tacón han generado un acortamiento del tendón de Aquiles y de la musculatura posterior de la pierna, y eso puede generar muchos problemas a la hora de caminar, así como incrementar las contracturas en el aparato locomotor”, explica la presidenta del ICOPCV.
Alternativas al tacón
- Utilizar un zapato que tenga un tacón de entre 3 y 5 cm de altura y que, además, éste sea ancho, para aportar mayor estabilidad. “Los tacones “de aguja” son siempre los más inestables y perjudiciales para la salud del pie y, también, los que provocan más problemas ortopédicos”, señala la experta.
- Los modelos con algo de cuña o pequeña plataforma reducen la inclinación del pie, “ayudando a distribuir las sobrecargas que en los tacones de aguja se centran en un punto concreto y, por ello, proporcionan una sensación de mayor comodidad. También es importante que cuenten con sujeción trasera, para evitar torceduras derivadas de la falta de control en el movimiento al caminar”.
- Buscar diseños con una horma que se adapte al ancho natural del pie, para no presionarlo. “Buena parte del dolor que producen los zapatos altos reside tanto en la estrechez de la horma como en la altura del tacón”, dice Maite García.
- También se recomienda el uso de calzado con suela de goma y con amortiguación suficiente para reducir la agresión del impacto.
- “Por supuesto, algo fundamental es la calidad del zapato y, en este aspecto, los podólogos aconsejamos comprar calzado hecho con materiales naturales de cuero o piel, evitando usar modelos sintéticos de manera continuada”.
- Es recomendable amortiguar la presión en el antepié con alguna almohadilla de gel, de forma que el golpeo continuo de los metatarsianos con el suelo provoque un menor impacto.
- Cuando se llevan zapatos de tacón hay que intentar no cargar todo el peso en el pie, sentándose o apoyándose de vez en cuando.
- En el caso de las mujeres jóvenes que llevan tacones habitualmente, es aconsejable que alternen el zapato de tacón alto con zapatos planos, para evitar que la musculatura de la pierna “se acostumbre” a la altura del tacón. Las mujeres de más edad que lleven muchos años usando zapatos de tacón alto deben disminuir la altura de manera progresiva: nunca pasar a uno plano directamente, ya que esto hace que aumente la tensión en la musculatura posterior de la pierna, el tendón de Aquiles, los gemelos, etc.
- “Tras el uso de zapatos de tacón es aconsejable realizar ejercicios de relajación del pie con la ayuda de una pelota, por ejemplo, para así descomprimir la fascia plantar y aliviar la presión”, aconseja Maite García. También es recomendable realizar estiramientos y hacer un automasaje de la musculatura posterior de las piernas, los isquiotibiales, el sóleo, los gemelos y la fascia plantar.
Pedicura profesional… sin salir de casa
Poner los pies a punto supone mucho más que cortar las uñas o hidratar los pies. Hay un gesto –para muchos, un auténtico ritual-, la pedicura, que consta de una serie de pasos y que debe realizarse periódicamente y de la forma adecuada. Los expertos de Tweezerman nos ofrecen el “guion” a seguir:
1-Poner los pies en remojo. Es un paso necesario tanto por higiene como para facilitar el corte, ya que sobre la uña blanda el corte es más suave, preciso y resulta menos traumático.
2-Mientras un pie se mantiene en remojo, sacar el otro y proceder a cortar las uñas (con tijera o con cortaúñas).
3- Tras el corte, limar cuidadosamente cada uña y poner a su alrededor un líquido especial para tratar al cutícula. El objetivo de estos productos es ablandarla y poder removerla con el bloque-lima (o tocho) sin necesidad de cortar.
4-Volver a meter el pie en el agua. Con la piel un poco húmeda, eliminar las células muertas con un buen exfoliante. Frotar ligeramente con movimientos circulares y dejar actuar el producto unos segundos (o el tiempo que indique el envase del exfoliante en cuestión).
5-Retirar el exfoliante sumergiendo el pie en el agua: secar y, después, limar las asperezas y callosidades con la herramienta elegida: piedra pómez, corta callos, lima para pies…
6-Hidratar y nutrir la piel de todo el pie con un buen masaje. Retirar el exceso de producto con una toalla caliente, un truco que evitará que el pie se deslice dentro del calzado por efecto de la crema y que también permite la aplicación de la laca de uñas consiguiendo la máxima fijación.
7-Utilizar un separador de dedos para pintar las uñas. Una vez que todas las uñas estén secas y sin restos de los productos aplicados en durante el proceso de pedicura, se procede al lacado, aplicando primero una capa de base, después una o dos capas de color y finalmente una capa de top coat.
Atención, runners
La práctica del running es una excelente opción para mantenerse en forma y evitar los kilos de más, pero tiene una “cara B” que se manifiesta en el gran estrés que produce en el pie. Tal y como explica Yolanda Tarriño, podóloga y especialista en el método de pedicura médica Margaret Dabbs, en el Instituto de Benito, de Madrid, “el continuo impacto al que sometemos al pie sobre el asfalto genera muchas tensiones; por ello, es esencial visitar al podólogo antes de realizar una actividad deportiva para que haga una valoración sobre el estado de los pies. Asimismo, y en el caso concreto de aquellas personas que tienen la intención de correr una maratón o realizar un largo entrenamiento, es muy importante someterse a una pedicura médica previa para asegurarse de que no va a tener problemas ungueales (en las uñas) ni molestias en la piel debido a las callosidades”.
La experta comenta cuáles son los tres problemas más habituales que presentan los corredores en esta parte del cuerpo:
-Callosidades y ampollas: “cuando existe una alteración biomecánica y nuestros pies no reparten bien las presiones, la piel de esta zona genera queratinocitos (callosidades) en este punto para proteger las estructuras subyacentes. También sucede cuando existe exceso de fricción conjuntamente con calor y humedad, apareciendo las ampollas”, explica la podóloga. Para evitar estos problemas y solucionarlos cuando aparecen, es imprescindible tener la piel bien hidratada y libre de callosidades, así como hacerse regularmente una pedicura. “Asimismo, el uso de plantillas sirve para mejorar el apoyo plantar y es imprescindible utilizar un buen calzado transpirable y calcetines de fibras naturales”.
-Hematomas en las uñas: “durante la carrera, y como consecuencia de la presión repetitiva de los dedos con el calzado deportivo, puede producirse un hematoma visible debajo de la uña (las conocidas como “uñas negras”). A veces pueden formarse incluso ampollas de sangre bajo las uñas, que pueden resultar muy dolorosas. En estos casos, es imprescindible visitar al podólogo para que realice una pedicura específica destinada a drenar la sangre acumulada”, dice Yolanda Tarriño, quien aconseja también, si hay algún tipo de deformación digital (como dedos en garra) valorar el uso de siliconas a medida para los dedos, que mejoran la alineación digital y protegen a la piel de los dedos de roces.
-Lesiones y traumatismos: “una mala pisada puede producir dolor y lesiones en pies, tobillos, rodillas, caderas o columna lumbar. Por ello, es importante hacer un estudio biomecánico y postural para la prevención y tratamiento de estas lesiones”. En cuanto a las soluciones, la podóloga recomienda el uso de plantillas: “Son una base que se coloca bajo el pie y dentro del calzado y ayudan a distribuir mejor las presiones, mejorando la alineación con el tobillo-rodilla-cadera. Hay tres grandes grupos de plantillas: las biomecánicas, que trabajan más la parte de descarga de presiones y en la alineación de las articulaciones; las posturales, que trabajan mejorando la propiocepción del pie, y las mixtas, un combinado de las dos anteriores”.