¡Ponte las pilas!
Descubre cómo perder peso, mejorar tus síntomas y adoptar hábitos saludables para un mejor pronóstico.
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Los kilos de más influyen en el desarrollo de la artritis reumatoide y son un claro factor que empeora su pronóstico. No basta con tomar la medicación, para controlar mejor tu enfermedad, tienes que perder kilos, lo que reducirá la tensión en tus articulaciones.
La artritis reumatoide, que en España padecen cerca de 300.000 personas, es una enfermedad crónica de tipo inflamatorio y autoinmune, que ocasiona dolor persistente en las pequeñas articulaciones de las manos, muñecas, codos, hombros, caderas, rodillas, tobillos y pies, que no mejora con el reposo (al contrario de la artrosis que sí mejora con el reposo) y puede causar deformidades, así como hinchazón y enrojecimiento de las articulaciones, rigidez matutina, fatiga, cansancio e incluso fiebre. El proceso inflamatorio crónico también puede afectar a otros órganos como los ojos, los pulmones o los vasos sanguíneos. Su causa es multifactorial y se debe a la interrelación entre el factor genético y determinados factores ambientales, entre los que destaca el tabaco y el sobrepeso y la obesidad.
Respecto a este último factor de riesgo, está documentado: las personas con obesidad tienen más dolor articular y generalizado, mayor inflamación generalizada medida por parámetros de laboratorio y peor pronóstico en artritis reumatoide, lo que condiciona claramente su calidad de vida y el control de la enfermedad. Pero no sólo este peor pronóstico debe condicionar la decisión de perder kilos, sino que numerosos estudios concluyen que la obesidad y el sobrepeso suponen un factor de riesgo para su desarrollo. Según explica la doctora Marta Novella, especialista en Reumatología del Hospital Universitario La Paz de Madrid, “la excesiva y progresiva acumulación de grasa que tiene lugar en la obesidad favorece que en el tejido adiposo se liberen sustancias (citoquinas) inflamatorias propias de este tejido, y que junto con la inflamación articular que caracteriza a la artritis reumatoide da lugar a una mayor carga inflamatoria en estos pacientes. Este aumento de citoquinas inflamatorias podría ser capaz de modular el sistema inmune e inducir al desarrollo de la enfermedad”.
Los tratamientos y el peso como condicionantes
Entre los fármacos utilizados para tratar la artrosis están los antiinflamatorios no esteroideos (AINES), que disminuyen el dolor, la rigidez y la inflamación de las articulaciones; los corticoides, que se suelen utilizar en periodos iniciales o en fases de brote de la enfermedad; los Fármacos Antirreumáticos Modificadores de la Enfermedad (FAME), como el metotrexato, leflunomida, sulfasalacina, antipalúdicos…), que son el pilar fundamental del tratamiento, ya que mejoran los síntomas y frenan la enfermedad, enlenteciendo la destrucción y deformidad de las articulaciones; y por último las terapias biológicas (de innovación o biosimilares), como adalimumab, infliximab, etanercept…
El sobrepeso y la obesidad pueden disminuir la eficacia de algunos de estos tratamientos, “sobre todo en lo que respecta a los tratamientos biológicos, ya que un índice de masa corporal elevado puede reducir la respuesta a estos fármacos. También podemos encontrarnos con limitaciones en el uso de otros tratamientos sintomáticos en estos pacientes, como por ejemplo el uso de antiinflamatorios y corticoides”, ha destacado la doctora Novella. De ahí que sea necesario un abordaje multidisciplinar de la artritis reumatoide y “la pérdida de peso, que ayuda a un mejor control de la enfermedad. Para ello es fundamental la modificación del estilo de vida promoviendo hábitos de vida saludables como la dieta mediterránea, el ejercicio regular, la reducción del estrés y el cese del tabaquismo”, explica la experta.
Para disminuir la rigidez matutina y el dolor muscular es beneficioso aplicar calor seco o una ducha de agua caliente. El frío puede disminuir la inflamación aguda de alguna articulación. Eso sí, no debe aplicarse más de 20 minutos seguidos.
Kilos directos al corazón
Otra de las comorbilidades que la obesidad trae añadidas a los pacientes con artritis es el riesgo cardiovascular, dado que la inflamación sistémica acelera el proceso de aterosclerosis, junto con otros factores de riesgo como la hipertensión arterial y la dislipidemia. Además, algunos tratamientos sintomáticos para la artritis como los antiinflamatorios y los corticoides también pueden aumentar el riesgo cardiovascular, al incrementar la presión arterial y los niveles de lípidos en sangre.
12 pautas que aligeran tu dieta
- Controla los alimentos ricos en grasas, como la leche entera, la yema de huevo, las carnes rojas grasas, los fritos y los embutidos.
- Utiliza siempre aceite de oliva virgen extra.
- Aumenta el consumo de vegetales, legumbres, fruta, verdura y fibra.
- Incluye un consumo moderado de frutos secos y cereales y opta por pastas, arroces y cereales integrales, reduciendo los granos refinados (arroz, harina y pan blancos).
- Aumenta la ingesta de calcio (leche, yogur, queso, sardinas en lata, col rizada, etc.). Y exponte al sol unos minutos al día para sintetizar vitamina D.
- Reduce el consumo de sal (sal en comida, comida precocinada, embutidos, bacalao, etc.).
- Para dar sabor a las comidas utilizar ajo, pimienta, limón, vinagre y especias, para no abusar de la sal.
- Prioriza el consumo de pescado mejor que de carne, y mejor carne de ave sin piel que carne roja.
- Aumentar el consumo de alimentos ricos en ácidos grasos omega 3 (pescado, marisco, tofu, almendras y nueces).
- Evita la comida precocinada y la bollería industrial. También el azúcar de mesa. Para endulzar, opta por edulcorantes como la estevia o la miel.
- Evita el consumo de alcohol y disminuye el de café y refrescos azucarados.
- A la hora de picar, elige un picoteo sano (zanahorias, tomates cherry, un puñadito de frutos secos al natural, etc.).
Ejercicio bien pautado
La práctica de ejercicio ayuda a mejorar la capacidad funcional, autonomía, el estado de salud físico y el estado de ánimo en las personas con artritis reumatoide. Lo ideal es empezar a realizar ejercicio progresivamente (evitando actividades de impacto como correr), con una actividad de baja intensidad y evitar realizarlo en ayunas o después de comer y en las 3 horas previas a acostarse. Hay que dejar tiempo para la recuperación y descansar al menos 30 minutos tras la actividad. Los tipos de ejercicio más recomendables son:
- Ejercicios de amplitud de movimiento o elasticidad: reducen la rigidez articular y es recomendable realizarlos todos los días.
- Ejercicios de fuerza: fortalecen los músculos para darle más estabilidad a la articulación. Un ejemplo son los ejercicios isométricos.
- Ejercicio aeróbico: mantienen el corazón saludable y ayudan a la pérdida de peso. Dentro de estos ejercicios son recomendables la natación, andar o la bicicleta. Si sale a andar se deben evitar terrenos irregulares.
Actividades que combinan algunos de los anteriores ejercicios son el yoga, taichi y
pilates, que además incluyen relajación y respiración, y ejercicios acuáticos. Siempre hay que comenzar el ejercicio con un calentamiento y estiramiento, seguido de 5 minutos de ejercicio lento, suave y de baja intensidad. Al terminar la actividad se debe aminorar el ritmo los últimos 3 minutos.