Descuidar el colesterol, los triglicéridos, los niveles de glucosa y otros parámetros analíticos que guardan relación con la alimentación nos puede pasar factura. Debido a su conexión con la COVID-19, Eric Iges, nuestro dietista-nutricionista, nos enseña cómo mantener unos buenos hábitos. Con el fin de que nuestros niveles coloquen nuestro sistema inmune, en el estado más óptimo para afrontar la pandemia.

Parámetros analíticos clave como los relacionados con el perfil lipídico, los niveles de glucemia o el estatus de vitamina D, son indicadores de nuestro estado de salud, que, según estudios publicados en los últimos meses, guardan relación con el riesgo de infección y complicaciones por COVID-19. Por ejemplo, los resultados de un reciente mostraron que, en los pacientes mayores de 40 años, aquellos con suficiente vitamina D tenían un 51,5 % menos de probabilidad de fallecer a causa de la infección por COVID en comparación con los pacientes que tenían un déficit de vitamina D, es decir, con un nivel en sangre de 25-hidroxivitamina D inferior a 30 ng / mL.

Alimentación en la pandemia: vitamina D, glucosa basal y perfil lipídico

  1. La vitamina D juega un papel fundamental en la regulación de la respuesta inmune contra la infección viral. Alimentos ricos en vitamina D serían el pescado azul, la yema del huevo, los lácteos enteros y algún tipo de seta. Sin embargo, la mayor absorción que obtendremos será a partir de la radiación ultravioleta. En determinados momentos del año o en situaciones de déficit, la suplementación con cápsulas de vitamina D estaría más que justificada. Además, el déficit de vitamina D también ha sido relacionado con una mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares, al igual que su mal control se relaciona con un peor pronóstico por COVID 19.
  2. Respecto a la regulación de la glucemia, parámetros como la glucosa basal o la hemoglobina glicosilada, serán indicadores de su correcto funcionamiento, guardando una estrecha relación con la aparición de diabetes mellitus (DM).

    La DM es una enfermedad crónica en la cual hay un alto nivel de azúcar (glucosa) en la sangre. La DM tipo 2 es la forma más común de diabetes. La insulina es una hormona producida en el páncreas, necesaria para mover la glucosa de la sangre hasta las células. Dentro de las células, esta se almacena y se utiliza posteriormente como fuente de energía. Si se padece DM tipo 2, los adipocitos, los hepatocitos y las células musculares no responden de manera correcta a dicha insulina, lo que se denomina resistencia a la insulina. Como resultado de esto, esta glucosa no entra en las células con el fin de ser almacenada como fuente de energía. De esta manera, se acumulan niveles elevados en sangre, generando hiperglucemias, ya que el cuerpo no es capaz de usar la glucosa como energía. La mayoría de personas con esta enfermedad tienen sobrepeso u obesidad en el momento del diagnóstico. Y es que, el aumento de la grasa le dificulta al cuerpo el uso de la insulina de la manera correcta.
  3. Por otra parte, en la mejora del perfil lipídico, sin lugar a dudas la alimentación además de la practica regular de ejercicio físico juegan un papel importante. Para revisarlo, los parámetros analizados en las analíticas comunes serán los valores de colesterol total sanguíneo, HDL, LDL, VLDL y triglicéridos. El colesterol en la sangre no “viaja” solo, si no que se encuentra unido a unas pequeñas partículas denominadas lipoproteínas. Es aquí donde aparece el famoso HDL (comúnmente llamado “colesterol bueno”) y el LDL (el colesterol “malo”). El VLDL también se asociaría con el “colesterol malo”, pero a diferencia de transportar colesterol como el LDL, se encarga prioritariamente de transportar los Triglicéridos. Todas estas partículas se diferencian fundamentalmente por la densidad y el tamaño de su composición.

    Niveles elevados de LDL y VLDL contribuyen a la acumulación de placa de ateroma en las arterias.  En los análisis, lo que se analiza es el colesterol que contienen. Comúnmente un nivel elevado de colesterol total y de colesterol LDL es un indicador de mayor riesgo de enfermedad cardiovascular. En este aspecto, no debemos tener miedo a los alimentos ricos en colesterol (huevos, lácteos enteros, carne de cerdo, vacuno, aves, pescados y mariscos), ya que este se absorbe en muy poca cantidad por nuestro organismo. Sin embargo, el hecho de realizar una mala elección de alimentos, tales como galletas, bollería, refrescos, salsas y otra serie de productos ultraprocesados ricos en azúcar añadido, grasas de mala calidad y con un exceso de sal, serán los culpables realmente de alterar estos parámetros.

Ictus: ¿la covid aumenta el riesgo?

Aunque el estado proinflamatorio inducido por la infección por SARS-CoV-2 puede desencadenar la aparición de ictus en pacientes predispuestos, la infección per se no parece aumentar el riesgo de padecerlo. Aunque es cierto que, según datos aportados por la Sociedad Española de Neurología (SEN), los pacientes con COVID-19 tienen ictus más graves que aquellas personas que no padecen la infección y el riesgo de muerte o dependencia en pacientes con ictus y con COVID es hasta 4 veces mayor que en los no COVID. Haber padecido un ictus aumenta tres veces el riesgo de fallecer por COVID-19. También se sabe que el colesterol sin controlar aumenta el riesgo de ictus e infartos.

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Redacción Consejos

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