Tener el hígado graso no siempre se justifica por una ingesta abusiva de alcohol. Determinados factores como la diabetes, la alteración de los niveles de colesterol y triglicéridos, la obesidad, algunos fármacos o errores congénitos del metabolismo están detrás de la aparición de esta patología que puede llegar a provocar una esteatohepatitis (hígado graso con inflamación) y desembocar en una cirrosis. Su crecimiento en los países desarrollados se ha visto incrementado por unos nefastos hábitos de vida, principalmente el sedentarismo y la sobrealimentación.

Cuando los depósitos de grasa en el hígado son elevados, la causa suele ser la ingesta de alcohol. Sin embargo, en muchas ocasiones, estos depósitos de grasa superan el 5% sin que exista un consumo de alcohol que lo justifique, lo que se conoce como hepatopatía no alcohólica. Aunque inicialmente se trata de un trastorno benigno, en algunas personas pueden llegar a desarrollarse enfermedades del hígado más graves (25-30%) como la llamada ENGHA (hígado graso no alcohólico, enfermedad que padecen una de cada cuatro personas en el mundo occidental) y/o la esteatohepatitis (hígado graso con inflamación). Según explican desde la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD), la esteatohepatitis puede considerarse un factor de riesgo para el futuro desarrollo de una cirrosis hepática y finalmente de un cáncer de hígado. Según la doctora Ángela Mª Martínez Valverde, del Instituto de Investigaciones Biomédicas Alberto Sols e investigadora del CIBERDEM, “son especialmente alarmantes las cifras que está alcanzado esta enfermedad que, en sus estadios más avanzados, produce fibrosis, cirrosis y, en algunos casos, carcinoma hepatocelular”. Y advierte sobre su “previsible impacto creciente en población cada vez más joven”. 

Hepatopatía: no es por casualidad

Según explica la doctora Cristina Carretero Ribón, especialista en la Clínica Universitaria de Navarra y miembro de la Fundación Española de Aparato Digestivo, entre los factores que pueden desencadenar una hepatopatía no alcohólica se encuentran: la diabetes mellitus, la dislipemia (alteración de los niveles de colesterol, triglicéridos…), la obesidad, la pérdida de peso rápida, algunos fármacos (como algunos quimioterápicos, amiodarona, estrógenos o ácido valproico, entre otros), el consumo de cocaína, errores congénitos del metabolismo (abetalipoproteinemia, galactosemia, esteatohepatitis familiar…) o procedimientos quirúrgicos (resección amplia de intestino delgado o bypass yeyunoileal).

Hígado graso vs esteatohepatitis no alcohólica

  1. La ENGHA o Enfermedad por Hígado Graso No Alcohólico, actualmente pasa por ser la causa más común de enfermedad crónica del hígado. Es una patología silenciosa porque no manifiesta síntomas hasta estar muy avanzada y conlleva, además de la acumulación de grasa e inflamación en el hígado, problemas cardiovasculares e incremento en el riesgo de tumores, tanto en el hígado como fuera del mismo. Es una enfermedad del mundo desarrollado, cuyo incremento se explica en parte por el alarmante aumento de obesidad y de la diabetes mellitus en la población general en países industrializados. la causa más común de enfermedad crónica del hígado, estando íntimamente relacionada con las epidemias de obesidad y diabetes tipo 2. estando íntimamente relacionada con las epidemias de obesidad y diabetes tipo 2.
  2. La esteatohepatitis no alcohólica (EHNA) está precedida por el depósito de grasa en el hígado, con la prevalencia más alta de las enfermedades del hígado, por encima de la producida por el alcohol y la hepatitis C. En la ENHA, además de la acumulación de grasa en el hígado se presenta inflamación en dicho órgano y otros síntomas como obesidad, resistencia a la insulina y problemas cardiovasculares, que pueden llegar a ser serios. En la mayoría de los casos cursa de forma subclínica, y puede evolucionar hasta una cirrosis en ausencia de manifestaciones clínicas que, a su vez, conlleva un riesgo incrementado de padecer cáncer hepático. Cuando hay síntomas, los más frecuentes son la astenia y la molestia en el hipocondrio derecho. En la exploración física el hallazgo más habitual suele ser la hepatomegalia, responsable de las molestias abdominales. Los factores que pueden predisponer a padecer esteatohepatitis no alcohólica son: unos hábitos de vida inadecuados como el sedentarismo, ya que en la actualidad el 27% de la población en el mundo occidental no realiza actividad física suficiente en relación con su ingesta calórica; el abandono de la dieta “mediterránea” o el consumo de productos ultra procesados, entre otros. Por ello, signos como la diabetes, malos hábitos alimenticios, o pruebas analíticas que revelen una alteración o una ecografía con una imagen de hígado graso o más grande, son fundamentales para poder acudir al especialista de Aparato Digestivo. Los trabajos que lleva a cabo este grupo de investigación se centran en la inflamación como proceso clave para el avance que se produce desde la esteatosis hepática (benigna y reversible) hacia la esteatohepatitis (cuya reversión es más compleja).

Transaminasas altas

Inicialmente hay que descartar otras enfermedades que pueden afectar al hígado como es el consumo de alcohol, hepatitis víricas, enfermedades autoinmunes entre otras. Para ello se hace una evaluación clínica, determinaciones de laboratorio, pruebas de imagen para valorar el hígado y en algunos casos el uso de la biopsia hepática. Las alteraciones bioquímicas suelen consistir en una hiper transaminasemia leve (2-3 veces su valor normal), siendo el aumento del valor de la ALT el dato analítico de mayor sensibilidad diagnóstica. Con menor frecuencia existe una elevación de la fosfatasa alcalina y de la g-glutamil-transpeptidasa. En ocasiones se detecta una alteración del perfil metabólico del hierro (cifras altas de ferritina con saturación de transferrina normal), cuyo significado es incierto.

Dieta equilibrada y ejercicio

  • Desde la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) recomiendan el fomento de hábitos de vida saludables, como seguir una dieta equilibrada y realizar ejercicio físico, dado que no existen pautas de tratamiento farmacológico específico para estos pacientes hasta que no existe un daño en el hígado. El tratamiento con medicamentos debería indicarse en aquellos pacientes con EHNA progresiva, es decir, solo cuando ya hay daño en el hígado, bien inflamación o la presencia de fibrosis, o en aquellos con alto riesgo de que progrese.
  • Es esencial reducir el consumo de bebidas azucaradas y alimentos ricos en carbohidratos sustituyéndolos por verduras, legumbres, frutas y pescados.
  • Además, perder peso es otra de las claves para lograr la pérdida de grasa hepática. Pérdidas de peso de al menos un 7% consiguen una mejoría de la inflamación hepática. La disminución de los carbohidratos procesados en la dieta es una de las medidas más eficaces para disminuir la ingesta calórica.
  • El tratamiento quirúrgico o la cirugía de la obesidad, conocida como cirugía bariátrica o metabólica, consigue una mejora de la obesidad y de la diabetes, logrando además reducir la grasa hepática y probablemente ser capaz de disminuir la progresión de la enfermedad grasa hepática. Los estudios realizados hasta el momento han demostrado que la cirugía bariátrica consigue mejorar las lesiones del hígado debidas al depósito de grasa, incluso la fibrosis, por lo que constituye una opción de tratamiento en pacientes con obesidad mórbida.

Estudios recientes en modelos murinos y cohortes de pacientes con NAFLD han evidenciado que el acumulo de células “asesinas” (natural killer) citotóxicas de origen linfocitario es una “firma inmunológica” específica del avance de la enfermedad. Los estudios que presenta en este Congreso la Dra. Martínez Valverde demuestran que en intervenciones capaces de revertir la esteatohepatitis se produce una disminución de estas células asesinas en favor de un aumento de la población linfocitaria resolutiva (“helper”). “Esto es especialmente relevante tras el tratamiento de ratones obesos, resistentes a la insulina y con enfermedad del hígado graso no alcohólico, con un fármaco agonista dual de los receptores de GLP-1 y glucagón”, destaca la experta del CIBERDEM; además, “de forma paralela, este fármaco revierte el estado de obesidad y resistencia a la insulina, lo que abre buenas perspectivas en el tratamiento de esta patología”, subraya.

Pero, al margen de estos avances en el conocimiento de los mecanismos moleculares específicos que dan lugar al desarrollo de enfermedad del hígado graso no alcohólico y en las promesas farmacológicas, se insiste en la necesidad de mejorar los hábitos de vida de la población, fundamentalmente la infantil y juvenil, para preservar la salud metabólica y prevenir patologías asociadas a conductas poco saludables, como la obesidad o la diabetes tipo 2.

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Redacción Consejos

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