aumentan el chemsex y el slam

En aumento

El chemsex, vinculado al uso de drogas para prolongar las relaciones sexuales grupales, y el slam, consumo intravenoso, son una amenaza creciente.

El auge creciente del chemsex y el slam está aumentando los casos de infecciones de transmisión sexual como la gonococia, la clamidiasis, el LGV y la sífilis, las ITS más frecuentes en España. Estas son las implicaciones a nivel físico, mental, social y legal que no podemos pasar por alto.

La práctica continuada de chemsex (uso de drogas durante la práctica sexual para mantener relaciones de forma prolongada y con distintas parejas sexuales), y sobre todo de slam (consumo intravenoso de drogas, fundamentalmente mefedrona y metanfetamina), además de ser un factor de riesgo para la propagación de infecciones de transmisión sexual, conlleva un alto riesgo de adicción, repercute en la salud física y mental (brotes psicóticos y episodios autolíticos…) y puede generar exclusión social (familiar y laboral) y problemas legales (comisión de delitos o ser víctima de ellos). Nos lo explica el doctor Jorge Del Romero Guerrero, director médico del Centro Sanitario Sandoval perteneciente al Hospital Clínico de Madrid.

Según explica este experto, “no todo consumo de drogas para mantener relaciones sexuales se considera chemsex. Su definición exacta sería la de un consumo intencionado de drogas, principalmente mefedrona (u otras catinonas sintéticas), metanfetamina y GHB/GBL y otras sustancias (con frecuencia en policonsumo), realizado con el fin de mantener relaciones sexuales, generalmente en grupo (“sesiones, chills”), durante un periodo prolongado de tiempo (entre varias horas y días) y en el contexto sociocultural del colectivo LGTBI, en su inmensa mayoría son hombres que tienen sexo con hombres (HSH) y mujeres trans (la mayoría de ellas trabajadoras del sexo). Es decir, es un fenómeno muy parcelado al colectivo LGTBI”, puntualiza este experto.

Sustancias que eluden controles

Según explica Del Romero, aunque las sustancias más utilizadas incluyen la mefedrona (“mefe”) que pertenece a la familia farmacológica de las catinonas sintéticas, el consumo de chemsex varía en función de la región donde se practica y se modifican químicamente para eludir la fiscalización internacional, lo que resulta en más de 220 variantes. 

  1. Algunas de ellas, como la “Alfa” (Alpha-PVP) o el “Monkey dust” (Alpha-PiHP) son 10 veces más potentes que la cocaína
  2. También prevalece el consumo de metanfetamina (“tina”) y de GHB/GBL (“chorri”). 
  3. También se da un uso asociado de otras sustancias, como la ketamina, la cocaína, el tusi (o cocaína rosa), o popper, entre otras. 
  4. Asimismo, con frecuencia, el uso de drogas se asocia con el uso de potenciadores de la erección, sobre todo el sildenafilo
  5. “Nuestra experiencia en el Centro Sandoval, en Madrid, muestra que, en la actualidad, la mefedrona (catinonas sintéticas) es la sustancia más prevalente, seguida del GHB y el popper. Además, se detecta un aumento del consumo intravenoso de drogas (especialmente mefedrona y metanfetamina), fenómeno conocido como slam o slamming, que ha aumentado significativamente en los últimos años”, explica Del Romero. “Aunque no todas las sustancias usadas en chemsex son igualmente lesivas para la salud. Por ejemplo, son muy diferentes los efectos adversos de la metanfetamina comparados con los del Popper”.

El objetivo: atreverse con todo 

¿Y qué es lo que buscan quienes practican este fenómeno? Según los médicos internistas que han participado en el 45º Congreso Nacional de Medicina Interna el pasado mes de octubre en Las Palmas (Canarias), estas prácticas de Chemsex, especialmente el slam, “producen una intensa desinhibición y disminuyen la percepción cognitiva y emocional del riesgo de contraer infecciones de transmisión sexual (ITS)”, lo cual no deja de ser algo muy peligroso. Pero, además, advierten, “aunque los casos de VIH han descendido gracias a las terapias preventivas, sin embargo, están aumentando los casos de gonococia, clamidiasis, incluido el LGV, y sífilis, aumento que se está produciendo en hombres y en mujeres, y muy especialmente tras la pandemia de COVID-19”, según lo muestra también el registro nacional de las enfermedades de declaración obligatoria (EDO).

Además, “en los últimos años, la alta eficacia preventiva de la transmisión del VIH mostrada por el TARs y la PrEP ha reducido la percepción del riesgo de contraer o transmitir el VIH y, consiguientemente, se ha reducido significativamente el uso del preservativo. Ello ha producido una reducción del número de diagnósticos de infección por el VIH y un persistente incremento de los casos de gonorrea, clamidiasis/LGV y sífilis”, según las tendencias observadas en el centro Sandoval.

Prácticas que traen complicaciones

  1. También el slam y el fisting (introducción de la mano en el recto), prácticas estrechamente asociadas al chemsex en el colectivo LGTBI, facilitan la transmisión del virus de la hepatitis C. En cambio, los diagnósticos de hepatitis B son infrecuentes y se realizan principalmente en personas migrantes no vacunadas. 
  2. El slam se asocia, además, a múltiples complicaciones como celulitis, flebitis o abscesos”, informa Del Romero. 
  3. “Entre los usuarios de chemsex, el riesgo de desarrollar una patología adictiva está presente y especialmente asociado a algunas sustancias (tina, mefe y G); aunque también influye significativamente la vía de administración de las drogas (oral, inhalada, esnifada, fumada, inyectada, tópica)”, detalla Del Romero. “Los episodios de intoxicación aguda pueden poner en riesgo la vida de las personas, especialmente con GHB, cuyo margen de seguridad es muy estrecho y, ante sobredosis o policonsumo con otros depresores (alcohol, Ketamina…), puede producir una intoxicación aguda, que puede ser letal”.
  4. También son frecuentes las complicaciones asociadas a la ansiedad y depresión, incluyendo ideación y conducta suicida, “bien sea por un trastorno mental sobrevenido o por el agravamiento de una patología previa subyacente”. 
  5. También el slam precipita y agrava la sintomatología psicótica y las complicaciones psiquiátricas graves”, explica Del Romero. 
  6. En cuanto a las repercusiones sociales y legales asociadas al chemsex, “los principales delitos están relacionados con tenencia y tráfico de drogas y contra la libertad sexual, pues no hay que olvidar que la sumisión química también está presente en esta práctica” precisa el doctor Del Romero. También, aunque el consumo “no problemático de drogas” es posible en algunos individuos, “hay que tener en cuenta que el chemsex puede crear una fuerte adicción, sobre todo en jóvenes consumidores habituales”, concluye. 

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Paula Rivero

Licenciada en Ciencias de la Información, rama Periodismo y licenciada en Historia Contemporánea por la Universidad de Sevilla. Tras varios períodos en prácticas en diarios como ABC Sevilla o Diario...