¿Estas pensando en un tratamiento con bótox?
Abordamos en este artículo los peligros de recurrir a centros de estética no regulados.
¿Qué puede pasar si se recurre a un tratamiento estético con toxina botulínica en un lugar que no ofrece garantías? El Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica de la AEDV tiene la respuesta.
Hace unos meses, las noticias alertaban del ingreso en la UCI de una mujer tras haberse sometido a un tratamiento con neuromoduladores “pirata” para adelgazar sus gemelos, en un piso de Zaragoza. Su pronóstico: intoxicación por botulismo, una enfermedad aguda que puede ocasionar consecuencias muy graves y que asociada a la infiltración de neuromoduladores adquiere el nombre de botulismo iatrogénico.
Graves consecuencias
Según explica Elia Roo, dermatóloga del GEDET, el botulismo es una enfermedad poco frecuente pero grave. Relacionada con la toxina producida por la bacteria clostridium botulinum, que en adultos se suele producir al ingerir conservas en mal estado, desencadena un tipo de intoxicación alimentaria conocida desde el siglo XIX, que produce parálisis de las extremidades y flacidez facial, dificultad para tragar, respirar y articular palabras, estreñimiento y retención urinaria, visión borrosa y vómitos. “Cuando el botulismo está ocasionado por la infiltración de neuromoduladores se llama botulismo iatrogénico, y se asocia a la inyección de dosis muy altas, lo que hace que se difunda por el organismo, aunque se inyecte en una zona localizada; también se asocia al uso de productos ilegales no autorizados y comprados en el mercado negro sin el debido control sanitario que evalúe si está contaminado o indique la dosis que contiene”, explica la doctora Roo.
Sus usos en medicina
La toxina botulínica se cultiva en laboratorio para elaborar productos farmacéuticos que la utilizan purificada y altamente diluida (tipo A o tipo B, según la indicación) y se inyecta para uso clínico en el tratamiento de más de 20 trastornos neurológicos y no neurológicos (distonías cervicales, parálisis, estrabismo, hiperhidrosis, migraña, etc.), así como para un uso estético en pequeñas dosis.
Según el doctor Miguel Sánchez Viera, coordinador del GEDET, “es obligado que la administración del fármaco se haga siempre por un médico experto en su uso (neurólogo, oftalmólogo, dermatólogo, cirujano plástico, médico estético, etc.) y empleando siempre el fármaco obtenido por los canales oficiales de farmacia y nunca a través de páginas de Internet que oferten productos sin control sanitario, ya que no podemos estar seguros ni de lo que inyectamos ni de la cantidad”, afirma. Sin embargo, según el primer Barómetro de la Dermatología Estética en España, realizado por el GEDET, hasta un 37% del total de infiltraciones (45% en el caso de mujeres) se hacen en centros de esteticistas o peluquerías sin supervisión médica, lo que supone “un peligro en toda regla”.
En estética, la dosis y la procedencia también importan
En el campo de la medicina estética, su objetivo es atenuar arrugas de expresión y actualmente está aprobado única y exclusivamente para tal fin, no debiéndose administrar por personal no médico ni cuando no existan garantías sobre el origen del fármaco. “La inyección tiene que hacerse en la dosis justa y en los músculos adecuados. De lo contrario las consecuencias a nivel estético pueden ser una caída de párpados, de cejas y parálisis excesiva, pero obviamente el mayor riesgo es la difusión de este producto por el organismo, el botulismo”, explica la experta.
Este procedimiento solo debe realizarse en un entorno clínico, con las adecuadas medidas de higiene y seguridad, ya que en el caso de no haber pasado los controles necesarios y usar una dosis mayor de la aprobada, puede dar como resultado un cuadro tan grave como el botulismo, añade la doctora Roo.
Las toxinas aprobadas por la Agencia Española del Medicamento a día de hoy han pasado por un control muy exhaustivo, tanto en su proceso de fabricación como en la venta a través del canal farmacia con unas condiciones de conservación muy estrictas.