Las arrugas, las manchas, la flacidez, las imperfecciones y, en general, todo eso a lo que sutilmente se denomina “signos de la edad” es lo que suele centrar nuestra atención al elegir los productos de tratamiento facial. Pero hay una cuestión mucho más importante y que, además, es la que va a hacer que los activos de la cosmética cutánea cumplan su función: adaptar las rutinas de cuidados y los ingredientes y formulación a nuestro tipo de piel. Y para ello, lo primero es conocer cuáles son las características y los cuidados recomendados para cada tipología.

“La mayoría de las personas tienen un tipo de piel que pertenece a una de las siguientes categorías: grasa, seca, sensible o mixta. El tipo de piel puede cambiar con el paso del tiempo y su cuidado también deberá cambiar en respuesta a ello”, explica la doctora Anjali Mahto, una de las dermatólogas más destacadas del Reino Unido y portavoz de la British Skin Foundation, en su libro La Biblia del cuidado de la piel (Ed. Planeta).

Pero, ¿qué factores favorecen que se tenga una u otra tipología cutánea? Como comenta Paola Gugliotta, máster en dermocosmética y fundadora de la firma APoEM, la respuesta se encuentra en la composición de la piel: “Está formada por un 80% de lípidos y un 20% de agua. Sea cual sea el tiempo de piel hay que intentar que su función barrera sea óptima, y esto solo se consigue cuando hay un equilibrio entre los lípidos y la hidratación. En la forma en la que se consigue ese equilibrio es donde influye la tipología de la piel y éste es el principal factor que determina la rutina de cuidados a seguir y los productos e ingredientes más adecuados en cada caso”.

Piel grasa: maldita primavera…

-Lo que hay que saber: Paola Gugliotta señala que, independientemente de la edad, la piel grasa es aquella que presenta un brillo uniforme, poros visibles (aunque en las primeras etapas de estas pieles, los poros no están dilatados, sino que se van dilatando con el tiempo), y tienen tendencia al acné y a los puntos negros. Todos estos signos suelen ser más visibles y/o exacerbarse con la llegada de la primavera, pues esta piel puede reaccionar ante la subida de las temperaturas con una mayor producción de sebo, aumentando el aspecto graso, los brillos y, en el caso del sub-tipo con tendencia acneica, presentar brotes.

-Señas de identidad: presencia de exceso de grasa y de brillos, textura irregular, poros visibles y predisposición a los granos y espinillas son las principales alteraciones que hay que mantener a raya en estas pieles y que, además, pueden empeorar como consecuencia de las fluctuaciones hormonales (durante el síndrome premenstrual, por ejemplo). Contrariamente a lo que se suele pensar, no es una tipología exclusiva de la piel juvenil, sino que se mantiene durante toda la vida. En este sentido, los expertos de la firma +Farma Dorsch advierten sobre la forma de gestionar la principal “ventaja” que tienen este tipo de pieles: el exceso de sebo y el mayor grosor cutáneo que las caracteriza hacen que los signos de envejecimiento (arrugas, patas de gallo y flacidez) tarden más tiempo en ser visibles. Por eso, es frecuente que los cuidados antiedad también vayan con retraso, “pero los signos de envejecimiento acaban apareciendo y, además, y de forma similar a lo que ocurre en la piel masculina, suelen hacerlo en poco tiempo, así que no hay que confiarse”, recomiendan.

-Rutina aconsejada:

-Es muy importante utilizar productos específicos para esta tipología, que incluyan activos formulados para equilibrar la producción de grasa por parte de las glándulas sebáceas.

La limpieza es el gesto clave, y debe ser frecuente (mañana y noche, como mínimo), pero debe hacerse de forma suave y sutil, preferiblemente con jabones libres de detergentes y sulfatos.

Los serums, que muchas personas evitan usar por creer que van a “añadir” aún más grasa, son una buena opción para reequilibrarlas, “pero hay que elegir aquellos que no contengan ningún tipo de aceite en su fórmula”, dice Paola Gugliotta.

-“No conviene abusar de los exfoliantes, porque al eliminar de manera tan agresiva los lípidos, la piel vuelve a generarlos, pero en exceso”, afirma Gugliotta.

Piel madura: cuestión de actitud (y de hábitos adecuados)

Lo que hay que saber: tal y como explican los expertos de Laboratorios Babé, la piel madura es una condición que depende de cada persona y, sobre todo, de los factores asociados a la genética de cada uno “y también del exposoma, que es el responsable del 75% del envejecimiento cutáneo y que engloba factores externos que forman parte de nuestro estilo de vida, como la radiación solar, la contaminación, el tabaco, el clima, la alimentación, el estrés y la falta de sueño”. Otro factor a tener en cuenta son los efectos de los cambios hormonales derivados de la menopausia sobre estas pieles, y que hacen necesario el uso de líneas de productos adaptadas a esta etapa vital.

-Señas de identidad: este tipo de piel tiende a la sequedad, la falta de elasticidad y la pérdida de luminosidad, así como a la aparición de irregularidades en la pigmentación. Pero sin duda, su alteración más representativa son las arrugas: “Después de la menopausia, el grosor de la piel femenina disminuye en torno a un 1,13%, debido al descenso de los niveles de colágeno”, comenta la doctora Anjali Mahto. “Se cree que durante los cinco años siguientes a la menopausia, el contenido de colágeno disminuye hasta en un 30%. El colágeno es muy necesario para la estructura de soporte de la piel. Las hormonas y el daño solar acumulado actúan de manera sincronizada para favorecer la aparición de arrugas y flacidez. Estas alteraciones naturales asociadas al envejecimiento pueden contrarrestarse con cremas específicas, agentes inyectables y tratamientos con láser”, comenta la experta en su libro.

-Rutina aconsejada:

-Utilizar productos limpiadores para piel seca y evitar las fórmulas espumosas.

-Hidratar y nutrir la piel con cremas de textura rica en lugar de geles, tanto por la mañana como por la noche.

-Utilizar a diario un protector solar de amplio espectro con SPF 50+.

-Realizar exfoliaciones con regularidad para mantener el tono cutáneo y aclarar las manchas e hiperpigmentaciones.

-Incorporar a la rutina cosmética las líneas de productos (no sólo la hidratante o la crema de noche) específicas para estas pieles (suelen presentarse como “50/60 +”).

Piel seca: tal vez, la más fácil de tratar

-Lo que hay que saber: es una tipología muy frecuente ya que, entre otras cosas, la sequedad/pérdida de hidratación es el efecto común en el que convergen todos los “agresores” cutáneos (radiación solar, polución, hábitos como el tabaquismo…). Además, y más allá del aspecto, esta categoría cutánea se acompaña del elemento añadido del disconfort que puede producir, ya que, como señala Paola Gugliotta, “junto a la sequedad, es frecuente la sensación de acartonamiento, un tacto áspero, el engrosamiento, el tono mate y una mayor propensión a las arrugas”. La buena noticia, según la experta, es que son pieles fáciles de tratar y, además, tienen muy claro lo que necesitan: hidratación.

Señas de identidad: “la piel seca tiene tendencia a presentar enrojecimiento, placas escamosas y sensación de tirantez. En ellas, el tamaño de los poros es muy pequeño, pero también hay líneas visibles y, además, pueden presentar aspereza, picor o descamación”, señala Anjali Mahto, quien indica que, con frecuencia, todas estas alteraciones empeoran en los meses de invierno, tanto por las condiciones climatológicas como por la mayor sequedad que hay en los ambientes interiores a causa de la calefacción. “Asimismo, puede volverse aún más seca con la edad, especialmente después de la menopausia”.

-Rutina aconsejada:

-La limpieza (mañana y noche) debe realizarse con leches o bálsamos desmaquillantes que no resequen en exceso.

Los serums y aceites faciales son muy buenos aliados de este tipo de pieles. Para Paola Gugliotta, su aplicación es “obligatoria” después de la limpieza, y lo mejor es optar por un serum de alto contenido en aceites que además de aportar agua, cubran también la necesidad de lípidos que tienen estas pieles.

No abusar de la exfoliación. Gugliotta recomienda hacerla con una periodicidad semanal, para evitar ese engrosamiento característico que dificulta la absorción de los activos cosméticos y, por tanto, impide la correcta hidratación.

-Utilizar una crema de tratamiento de textura rica y adaptada a otras necesidades cutáneas que pueda presentar la piel: anti-arrugas, reafirmante, anti-manchas…

Piel mixta: doble reto

Lo que hay que saber: es la más común y puede que también se trate de la más problemática o, al menos, la más complicada de manejar, ya que reúne “lo peor” de las otras tipologías. “Resultan muy difíciles de tratar, puesto que precisan de tratamientos específicos y diferenciados por zonas. Además, a causa del exceso de limpieza y de la ausencia de una correcta hidratación, suelen ser pieles deshidratadas”, dice Paola Gugliotta.

-Señas de identidad: su principal característica es la presencia de la conocida como “zona T”, esto es, el área que abarca la frente, la nariz y el mentón, en la que se concentra el exceso de grasa (y, también, los brillos y poros dilatados) y que “comparte espacio” con áreas más secas y tirantes, alrededor de los pómulos y del cuello.

-Rutina aconsejada:

-Al igual que en el caso de las pieles grasas, necesitan de una buena limpieza diaria, que debe realizarse con un jabón suave y libre de tensioactivos y sulfatos.

-Puede utilizarse un serum, que contenga ingredientes seborreguladores y, sobre todo, sin aceites, extendiéndolo por todo el rostro.

-Reservar la crema hidratante (mejor si es específica para este tipo de pieles) para las zonas secas, sin olvidar extenderla al cuello y al escote.

-“Si no se quieren comprar diferentes tratamientos para cada zona del rostro, lo mejor es optar por productos para piel grasa y añadir unas gotas de aceite al serum o la crema antes de extenderlos fuera de la zona T”, aconseja Gugliotta.

-Muy importante: la fotoprotección. Hay productos específicos para pieles mixtas y/o grasas que son no comedogénicos y oil free y aportan texturas ligeras.

¿Existe un tipo de piel “normal”?

Según explica Paola Gugliotta, la piel normal o, lo que es lo mismo, la que posee el equilibrio “ideal” entre agua y lípidos, es una “rareza”, pero hay personas que tienen esa suerte. “Es la más atípica de todas. De hecho, yo casi nunca me encuentro con esta categoría”.

Como comenta la experta, lucir este tipo de piel implica tener excelentes genes y llevar un estilo de vida “perfecto” en cuanto a alimentación, hidratación, control de estrés… “Son pieles que están completamente equilibradas, no tienen poros visibles, su apariencia es luminosa y carecen de manchas. La buena noticia es que se puede nacer con una piel equilibrada o se puede adquirir esta tipología proporcionándole a una piel seca, mixta o grasa los cuidados que necesita”.

Por otro lado, el hecho de disfrutar de este privilegio cutáneo no significa relajarse en lo que a cuidados cosméticos se refiere, como advierte la experta: “Las personas que tienen este tipo de piel deben seguir una rutina facial adecuada para que no se altere ese equilibrio innato, ya que si, por ejemplo, se abusa mucho de los peelings, puede llegar a resecarse; y, de la misma manera, si utiliza productos demasiado grasos, puede evolucionar a mixta o a grasa. Una piel equilibrada requiere tener sensibilidad y, sobre todo, conocerla muy bien para aportarle justo lo que necesita, sin excederse y sin quedarse corto en sus cuidados”, añade Gugliotta.

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Redacción Consejos

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