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Problemas bucales, una alimentación inadecuada, el estrés, e incluso enfermedades crónicas como la diabetes, tienen su lectura en el estado más o menos saludable que ofrece tu pelo.
El pelo, algo insustituible
Si el rostro es el espejo del alma, el pelo es el marco insustituible de nuestra cara. Rubio o moreno, liso o rizado, corto o largo. El cabello es uno de los elementos más identificativos de cada persona y que, en buena medida, determina el aspecto que ésta ofrece a los demás. Por ello, es imprescindible prestar mucha atención a sus cuidados, utilizar siempre los productos adecuados y acudir al especialista siempre que exista algún tipo de trastorno capilar. A la función estética que nadie pone en duda, se añade la de ser una parte más del organismo, que como tal, necesita de una serie de cuidados y atenciones.
Los agentes externos
Los agentes externos son algunos de los factores que más afectan al buen estado general del cabello, por lo que debemos protegerlo de ellos adecuadamente, y saber encontrar la dosis exacta para que no resulte perjudicial. Los más peligrosos son el frío extremo, el viento y el sol (factores a los que hay que añadir en verano la sal y el cloro de las piscinas). A estos factores se añaden otros relacionados con la vida social, ya que la permanencia en locales llenos de humo también causa estragos en el pelo, así como la ingesta de bebidas alcohólicas. Las noches de fiesta provocan no sólo un desagradable olor a tabaco en el pelo, sino que también contribuyen a que, con el tiempo, luzca un aspecto más seco.
Delator de enfermedades
El pelo es un gran delator de las posibles patologías que puede sufrir una persona (problemas
bucales, alimentación inadecuada), al tiempo que es vulnerable al efecto que puedan causar algunos medicamentos o tratamientos más agresivos como la radioterapia o la quimioterapia. Incluso el estrés u otros trastornos psicológicos contribuyen a la caída del pelo o a su mal estado. Por otra parte, las personas que sufren desórdenes alimenticios y algunos trastornos tiroideos, están más expuestas a la caída del pelo.
Higiene, el punto de partida
El cabello también tiene su propia mitología, que en ocasiones conduce a tratarlo de manera
inadecuada. Uno de los mitos más extendidos se centra en el lavado, al que durante muchos años se ha considerado un enemigo directo de la salud capilar. Hay muchas personas convencidas de que no deben lavar su pelo a diario, pero éste es un error en el que no debemos caer. Si queremos una cabellera sana y bonita, debemos extremar la higiene al máximo, principalmente quienes tienen un pelo graso. Es necesario eliminar todas las impurezas y agentes contaminantes que se acumulan a lo largo del día y, para ello, no hay que escatimar al lavarlo.
Por otra parte, antes de cuidar el pelo, es imprescindible examinarlo y conocerlo. No todo el
mundo tiene las mismas necesidades y el cabello es distinto en cada persona. No es bueno usar productos si no estamos seguros de que son los adecuados. Cuando no sabemos qué tipo de champú, acondicionador o crema hidratante va a ser más beneficioso, lo aconsejable es acudir a un dermatólogo o a un experto en cuidados capilares. Ellos nos indicarán los productos que debemos utilizar a diario y, además, podrán detectar cualquier problema que precise de un
tratamiento adicional.
¿Qué champú compro?
La gran variedad de productos que existen para la higiene y el cuidado del cabello dificulta la
tarea a la hora de elegir el más adecuado. Un buen champú es aquel que contiene ceramidas, vitaminas y colágeno, que permiten la renovación de las células y protegen de agentes contaminantes externos. Pero tampoco hay que olvidar otra serie de elementos como los ácidos, que equilibran el champú, o las esencias y aceites que nutren el pelo, al tiempo que lo perfuman.
Los elementos activos también actúan directamente sobre el cabello. De entre ellos, los más
importantes son:
- Aloe vera: retiene el agua.
- Elastina: sostiene las fibras y evita la sequedad.
- Glicerina: absorbe la humedad.
- Henna: proporciona tonicidad.
- Liposomas: nutren las capas internas del cabello.
- Manzanilla: aclara el tono capilar.
- Pro-vitamina B5: actúa contra la grasa.
- Silicona: aumenta el brillo.
Hidratación al máximo
Además de prevenir los posibles problemas del pelo, es imprescindible aportarle una serie de sustancias que le permitan estar más sano. La hidratación es uno de los puntos más importantes de nuestra salud capilar y ésta debe ser una rutina en el día a día. Para ello, se debe aplicar un producto hidratante unas dos veces por semana y cubrir la cabeza con un gorro o papel de aluminio para que su efecto sea mayor. En tan sólo 20 minutos por sesión, contribuiremos a que el cabello luzca un mejor aspecto, ya que la hidratación permite que las escamas levantadas se acomoden, mejorando así la textura.
Tampoco debemos olvidarnos de nutrirlo, principalmente aquellas personas que sufren de alopecia. En este caso, la nutrición debe realizarse una o dos veces al año. Generalmente se emplean vitaminas y sustancias activas que aceleran la renovación celular y que pueden combinarse con otros tratamientos como el masaje sobre el cuero cabelludo.
¿Graso o seco?
El aspecto del pelo está marcado, además de por las características que presenta en cada persona, por su naturaleza grasa o seca. Un verdadero caballo de batalla cuya doma supone un problema con el que enfrentarse a diario.
Además de las causas genéticas, es habitual que las personas que tienen un pelo graso presenten algún trastorno en las glándulas sebáceas, por lo que la secreción de sebo es superior a la normal. Al mismo tiempo, una dieta rica en grasas e hidratos de carbono, o los efectos de ciertos medicamentos como los antidepresivos, favorecen que el cabello tenga un aspecto apelmazado. La modificación en los hábitos alimenticios es un buen remedio, pero también es necesario emplear un champú especial para este tipo de cabello y aclararse siempre con agua fría, de manera que se cierren los poros del cuero cabelludo y disminuya la secreción. Por otra parte, el cepillado ha de realizarse suavemente para no estimular la actividad de las glándulas.
Todo lo contrario ocurre con el pelo seco, que se debe a una secreción de las glándulas sebáceas escasa, por lo que suele ser muy fino y quebradizo. La acción del sol, el secador, un cepillado enérgico y la aplicación de tintes contribuyen a que el cabello presente un aspecto frágil y pobre. Para evitarlo, además de emplear un champú adecuado, no debemos olvidarnos de las cremas suavizantes y ser constante en la aplicación semanal de mascarillas nutritivas y el masaje capilar diario para estimular las glándulas sebáceas.
Del estómago a la cabeza
Si notas que el pelo no tiene fuerza o ha perdido parte del brillo que lo caracteriza, tal vez te esté indicando que tu alimentación no es la más adecuada. Al igual que el organismo exige a cada individuo una dieta equilibrada, el cabello también precisa de una serie de nutrientes en la dieta. De hecho, la falta de algunos alimentos o el exceso de otros inciden directamente en que un pelo se muestre fuerte y bonito o débil y quebradizo.
Las grasas saturadas son un gran enemigo de una cabellera sana, ya que favorecen la formación de toxinas en el cuero cabelludo, que dificultan la circulación de la sangre y favorecen la aparición de caspa y picores en la cabeza. Por su parte, las proteínas, básicas en la dieta de todo ser humano, ayudan a la formación de células capilares y contienen los aminoácidos de los que se compone el cabello. Tampoco hemos de olvidarnos del azufre y el zinc, fundamentales para la síntesis de queratina, así como el hierro, encargado de la oxigenación de las raíces, y las vitaminas del grupo B, que facilitan la regeneración de las células del folículo piloso.
El trío básico en la alimentación del pelo está formado por la yema de huevo, las lentejas y las
algas, que contienen los elementos que acabamos de mencionar. Y nunca deben faltar en la dieta los aceites de origen vegetal, las carnes magras, la leche, las verduras de hoja verde o los cereales. En definitiva, al tiempo que cuidamos nuestro estómago, también nos ocupamos de nuestro pelo.
Hombros nevados
Uno de los mayores temores de quienes se preocupan por su estética es descubrir caspa en el cabello. Denominada pitiriasis por los dermatólogos, la caspa se debe a la falta de hidratación de las últimas capas epidérmicas del cuero cabelludo y puede ser seca o grasa. En el primero de los casos, se debe a una descamación sin signos de inflamación, y las células muertas aparecen como pequeñas escamas blanquecinas. Este proceso suele estar acompañado por una sensación de picor, por lo que el estado del cuero cabelludo se agrava con frecuencia por las lesiones producidas por el rascado. La caspa grasa, por su parte, se caracteriza por un aumento de la secreción sebácea que modifica el aspecto de estas escamas, que se vuelven
más gruesas.
La caspa es un síntoma claro de que algo no va bien. No solo su aspecto antiestético nos debe llevar a tomar las medidas oportunas para combatirla. Hay que saber que una caspa mal tratada puede degenerar en una alopecia. Por ello, es recomendable utilizar champús específicos, que pueden alternarse con productos neutros. Si el problema no se soluciona, lo mejor es acudir a un dermatólogo para que nos indique qué loción es la más adecuada para poner fin a este problema.
Tratamiento farmacológico para la caspa
El objetivo en la dermatitis seborreica o caspa es frenar el ciclo metabólico de reposición cutánea. Para ello, se emplean agentes queratolíticos, como el piritionato de zinc, el sulfuro de selenio (su tendencia a engrasar el pelo lo hace poco indicado en cabellos grasos), el sulfuro de cadmio, el ácido salicílico o el azufre. Estos deben ser aplicados en forma de loción con un masaje vigoroso, diariamente o en días alternos, y tras haber realizado un lavado de cabeza. A veces se emplean directamente bajo la forma de champús. Si el tratamiento no produce resultados en dos semanas, se puede probar a emplear una crema o loción con brea de hulla dos o tres veces al día, dejándolo actuar al menos tres o cuatro horas antes del lavado de cabeza. En los cuadros más intensos pueden producirse casos resistentes a los tratamientos antes mencionados. En este caso, puede recurrirse al empleo dos o tres veces al día de una loción o crema con hidrocortisona al 1%.
SOS: Alopecia
Una de las señales que nos alertan de que algo va mal en nuestra cabeza es encontrar pelo en la almohada al levantarnos o en el cepillo después de peinarnos. Normalmente, una persona adulta pierde de 50 a 100 cabellos diarios, pero cuando esta cifra aumenta, comienzan los problemas. Existe un método muy sencillo para comprobar si la caída del pelo entra dentro de los límites que podrían considerarse normales. Consiste en tomar un mechón de cabello y tirar desde las puntas con las yemas de los dedos, permitiendo que el pelo resbale. Si no queda entre los dedos ningún cabello, o a lo sumo uno, no hay motivo para la preocupación, pero cuando la cantidad aumenta a 30, es necesario vigilar el proceso y tratarlo adecuadamente, ya que las terapias empleadas durante la primera fase tienen un nivel de eficacia muy elevado.
Las causas de la alopecia
El estrés y los problemas psicológicos son enemigos directos de un pelo sano, si bien la alopecia también puede estar provocada por otras causas que determinan su gravedad y el tratamiento a seguir. Por ejemplo, una alopecia de tipo cicatrizal es el resultado de una herida, una quemadura o de alguna enfermedad cutánea. En cambio, hay una serie de dolencias que pueden provocar lo que se denomina alopecia sintomática y que son, entre otras, la anemia, la diabetes, el cáncer, la leucemia o la hepatitis. Finalmente, se encuentra la alopecia senil, que suele aparecer a una edad avanzada, y cuyo progreso es constante e irreversible.
Generalmente este problema se ha relacionado con los hombres, aunque cada vez es mayor el número de mujeres que han de enfrentarse a la caída del cabello. Además de las causas anteriormente señaladas, hay periodos en la vida de una mujer en la que el riesgo de alopecia aumenta, principalmente en etapas de cambios hormonales como la adolescencia, los meses posteriores al parto y la menopausia.
Una alimentación sana y el cuidado minucioso del cabello son las mejores formas de combatir este problema. Pero cuando el proceso ya ha comenzado, se puede recurrir a diversos tratamientos. El primero de ellos consiste en la aplicación de lociones que activan el crecimiento de un pelo fino, que puede desaparecer cuando se deja de utilizar el producto. En los últimos años se ha convertido en algo muy frecuente el implante de pelo, que consiste en una intervención quirúrgica en la que se desplazan zonas del cuero cabelludo y se trasplantan pequeños grupos de pelo. Sin duda, la persona que mejor puede determinar cuál es el mejor tratamiento para cada caso, es el especialista.
Los cuidados del día a día
- Utiliza champús y acondicionadores adecuados para cada tipo de cabello. La cantidad de producto a emplear debe ser siempre del tamaño de una nuez.
- Tras el lavado, es muy importante no frotarlo en exceso durante el tiempo que permanece mojado. Lo mejor es eliminar la humedad con las manos o envolviéndolo suavemente con una toalla.
- Hay que cepillar el pelo con cuidado, utilizando cepillos de púas anchas e incluso los propios dedos.
- El agua empleada durante el lavado debe ser tibia, ya que las altas temperaturas perjudican enormemente la salud del cabello.
- El secador es también un gran enemigo de nuestro pelo, por eso hay que emplearlo con sumo cuidado y no abusar de él, principalmente en los meses de más calor.
- Es necesario aclarar perfectamente el pelo y no dejar ningún rastro de champú.