Se puede decir que el frío, el viento, el exceso de sol, el contacto con determinadas sustancias y, también, las hormonas, el estrés y otros factores manejan los hilos de nuestra piel. Esa es la razón por la que ésta puede “reaccionar” o “revelarse” en un momento dado y lo hace en forma de granos, rojeces, alteraciones de la pigmentación… Esta “acción protesta” cutánea es la causa principal de problemas como el acné, la rosácea o las manchas, entre otros.
Todas las epidermis tienen sus señas de identidad que las hacen formar parte de tres grande tipologías: secas, grasas y mixtas. Pero debido a factores internos, externos o como consecuencia de otras alteraciones orgánicas, a menudo la piel “reacciona”, dando lugar a algunos problemas tan frecuentes como el acné o la sensibilidad extrema. Algunos se producen de forma puntual, otros son crónicos, pero en todos los casos lo importante es identificar los síntomas y ponerse cuanto antes en manos de profesionales (farmacéuticos y/o dermatólogo) para que pauten el tratamiento y recomienden las líneas de actuación más adecuadas.
Acné: también en la edad adulta
Según datos de la Academia Española de dermatología y Venereología (AEDV), más de 8 millones de españoles padecen acné, un problema de la piel que representa el 25% de las consultas dermatológicas. El principal factor desencadenante de este trastorno son los cambios hormonales propios de la adolescencia, pero también pueden estar detrás la predisposición genética, el estrés, el uso de productos cosméticos inadecuados o unos malos hábitos de higiene. Por otro lado, cada vez hay más casos de lo que se conoce como acné adulto, esto es, personas que presentan esta alteración de la piel pasados los 30 años. “Aunque no se trata de una dolencia grave, las lesiones visibles y significativas que produce el acné en el rostro, en el cuello y en la espalda pueden dejar a largo plazo cicatrices residuales profundas y, a corto, disminuir la autoestima del paciente y afectar a su calidad de vida y relaciones interpersonales”, explica la doctora Aurora Garre, experta médica de Laboratorios Cinfa. En el acné están afectadas las glándulas sebáceas, que son las encargadas de producir grasa (sebo), hasta el punto de que éstas segregan más de la necesaria. “Así, los conductos que conectan las glándulas con los poros de la piel se obstruyen por la acumulación de sebo y células muertas. En este entorno prolifera la bacteria Propionibacterium acnés, que da lugar a la aparición de diversas imperfecciones cutáneas propias de los diferentes grados de acné”, señala la experta.
Debido al componente hormonal, la prevención del acné no siempre es posible, pero sí puede tratarse eficazmente. “Lo importante es abordar el problema cuanto antes de la mano de un especialista”, dice la doctora Garre.
Plan de acción:
Estas son las pautas que los expertos de Laboratorios Cinfa ofrecen para abordar este problema cutáneo.
No tocar la piel. Apretarse y rascarse las lesiones que produce el acné puede empeorar el problema y dar lugar a cicatrices y manchas oscuras.
Higiene adaptada. Es imprescindible desmaquillarse siempre el rostro al final de la jornada, limpiarlo dos veces al día con productos específicos para piel grasa y lavarse y secarse siempre sin restregar. Después, hidratar el cutis con cremas o geles adecuados para este tipo de piel. “Existen mascarillas y diferentes cosméticos queratolíticos que ayudan a eliminar la obstrucción de los poros. También hay medicamentos que pueden realizar esta función”, señala la doctora Garre.
Cosmética específica. Las personas con piel grasa deben escoger cosméticos de consistencia no aceitosa y –muy importante- etiquetados como “no comedogénicos”, esto es, que no obstruyen los poros de la piel. Todos los productos cosméticos, incluidos los fotoprotectores, deben ser libres de grasas. Y tan importante como la elección del producto es la constancia en su aplicación: tanto en el caso de los geles y cremas tópicos como en el de los medicamentos, al seguir un tratamiento contra el acné hay que cumplir las recomendaciones del dermatólogo al pie de la letra y ser constante en el tiempo.
Cuidado con el sol. Aunque la radiación solar puede mejorar el acné, es habitual que después provoque un efecto rebote. Además, los rayos UV y la radiación infrarroja A (IR-A) pueden causar graves daños cutáneos a corto y largo plazo, por lo que es imprescindible protegerse con tratamientos fotoprotectores adecuados para pieles grasas.
Otros cuidados. Hay que lavarse el pelo con regularidad, sobre todo si éste es graso, para evitar que el exceso de grasa pase a la piel. Procurar separar el pelo del rostro (por ejemplo, en la zona del flequillo). Asimismo, se recomienda comer lo más sano posible y excluir o reducir al máximo los alimentos con alto índice glucémico, como los azúcares refinados.
Rosácea: la rojez es la pista
La rosácea o el acné rosácea es una enfermedad de la piel que se caracteriza por la presencia de flushing (crisis de enrojecimiento cutáneo) que acaban volviéndose permanentes. Afecta sobre todo a la población adulta de entre 30 y 60 años y sus señas de identidad son el enrojecimiento en zonas como la frente, la barbilla, las mejillas y la parte inferior de la nariz, a menudo acompañado de una sensación de quemazón o escozor. La rosácea a su vez genera la aparición de pequeñas espinillas y la rotura de los pequeños vasos sanguíneos del rostro (cuperosis). Tal y como explica la doctora Natalia Jiménez, dermatóloga del Hospital Quirón San José, de Madrid y máster en Dermatología Estética por la Universidad de Alcalá, “se trata de un problema crónico, que no tiene cura pero cuyo diagnóstico es clave para mantener el enrojecimiento a raya”. Además de los efectos cosméticos, la rosácea tiene un importante componente emocional, y así lo han demostrado los resultados de la investigación Face Values: Global Perceptions Survey, realizada entre un total de 6.831 pacientes de distintos países y según los cuales, el 77% de las personas que sufren enrojecimiento facial asociado al acné rosaceo reconocen haberse sentido alguna vez avergonzadas o inseguras por su aspecto; el 67% siente que esta circunstancia le perjudica en el ámbito social; el 63% en el trabajo y el 53% en sus relaciones personales y la hora de tener una cita.
Plan de acción: Los expertos del Programa Global de Concienciación sobre la Rosácea “Act on Red” (www.plantacaraalenrojecimiento.es), una iniciativa respaldada por Galderma, ofrecen algunas de las pautas más efectivas para mantener este problema bajo control:
Ojo con el sol. La exposición solar suele ser el desencadenante facial más frecuente, por lo que hay que utilizar siempre un fotoprotector solar de alta o muy alta protección y en invierno proteger la piel que queda expuesta con un gorro y bufanda.
Vigilar la temperatura ambiental. El fuego de la chimenea o tomar un baño demasiado caliente son circunstancias que pueden aumentar el flujo sanguíneo y, en consecuencia, el rubor facial. Por ello, hay que intentar mantenerse lejos de las fuentes de calor, evitar las saunas y protegerse de las condiciones climáticas extremas.
Menú anti-rojez. Es importante que las personas con acné rosácea anoten todos los alimentos que consumen a diario, con el objetivo de detectar y evitar aquellos que producen los brotes y que suelen ser los siguientes: picantes; comidas calientes pesadas; productos lácteos y chocolate; ciertos zumos de cítricos; alimentos con un alto contenido en histamina (quesos, berenjena, espinaca, vinagre y salsa de soja). Aunque la creencia de que el enrojecimiento facial está causado por el consumo de alcohol es falsa, por norma general se recomienda controlar las bebidas alcohólicas y reducir la temperatura de las bebidas calientes.
Cosmética personalizada. Las pieles propensas a la rosácea suelen ser sensibles, por lo que se recomienda el uso limitado de productos que contengan alcohol o perfumes. También hay que evitar las bases de maquillaje densas, que requieran frotar enérgicamente para retirarlas. Los expertos aconsejan en estos casos no utilizar productos específicos para el acné (una opción a la que recurren muchos de estos pacientes), ya que suelen ser demasiado agresivos. Lo mejor es hacer la limpieza facial con productos de alta tolerancia y secar el rostro con una toalla suave de algodón. Las cremas para la rosácea y cuperosis deben ser específicas para dicha afección.
Ejercicio, con moderación. Aunque la actividad física es uno de los mejores “oxigenantes” cutáneos, las pieles con rosácea deben tener en cuenta que el ejercicio intenso puede producir un sobrecalentamiento que, a su vez, dé lugar a un brote. Por ello, se recomienda correr o hacer otro tipo de actividad física a primera hora de la mañana o por la tarde, cuando los rayos de sol no son tan fuertes y, durante el enfriamiento posterior, beber mucho líquido.
Manchas: “chivatas” de la edad y del sol Los expertos de la AEDV explican que las manchas en la piel son el resultado de la diferente distribución de la melanina (pigmento responsable de la coloración de la piel y que nos permite protegernos de los rayos solares) y las células que la producen (melanocitos). Detrás de esta causa hay dos factores principales: un exceso de sol y/o una exposición inadecuada al mismo, y los cambios que el paso del tiempo produce en la piel. Estas manchas pueden ser de distintos tipos, pero hay dos que son los más frecuentes: los léntigos y el melasma. Los primeros son pequeñas manchas de color parduzco que aparecen en cualquier parte del cuerpo y que, a diferencia de otras manchas, como las pecas, no cambian de color con la exposición solar. El melasma es una mancha de color marrón claro o intenso que aparece casi exclusivamente en mujeres que se producen o agravan con el embarazo (cloasma), la toma de anticonceptivos o la menopausia. Suele aparecer en cara, frente, mejillas y generalmente a partir de los 30 años.
Plan de acción:
Imprescindible: fotoprotección. Además de seguir al pie de la letra todas las recomendaciones respecto a la exposición de la piel al sol (evitar las horas centrales del día, usar ropa protectora…), para prevenir la aparición de manchas es muy importante fijarse no sólo en el índice de protección UVB de los productos (que es el primer número que se indica en el envase) sino también si este tiene protección testada para UVA, así como elegir siempre los protectores de índice más elevado y aquellos que incluyan ingredientes específicos “anti-manchas”.
La exfoliación como aliada. Exfoliar la piel semanalmente permite lucir un cutis sin imperfecciones ya que elimina la capa de células muertas de la piel, por lo que es el gesto cosmético más adecuado para unificar el tono cutáneo. Es muy importante, una vez terminada la exfoliación, hidratar con un producto adaptado al tipo de piel y que preferiblemente incluya sustancias anti-manchas.
Fórmulas “blanqueantes”. Tal y como señalan los expertos de la AEDV, existen multitud de agentes que pueden mejorar el aspecto de las manchas, pero siempre hay que consultar al especialista antes de utilizarlos, para que éste determine cuál es el más adecuado en función del problema y el tipo de piel. Entre estos ingredientes destaca la hidroquinona y sus derivados, el ácido retinoico, el retinol, el ácido kójico, el ácido azelaico y la vitamina C. En muchos casos es necesario completar el tratamiento con peelings (una solución muy efectiva, pero que siempre debe ser realizada por dermatólogos con experiencia, ya que no vale cualquier tipo de peeling y un mal uso puede agravar o hacer aparecer nuevas manchas) o fuentes de luz (luz pulsada o láser).
Piel sensible: una “falsa” categoría Se podría decir que la sensibilidad o hipersensibilidad cutánea es un problema “de moda” ya que cada vez más personas se quejan de tener la piel sensible, pero hay mucho de “mito” en torno a esta circunstancia: “El término piel sensible no está basado en un diagnóstico médico, sino en el márketing. Sin embargo, son muchos los pacientes que acuden a la consulta aquejados de enrojecimiento y escozor en la piel cuando se exponen al contacto con distintos agentes, incluso con el agua”, explica el doctor Ricardo Ruiz, director de la Clínica Dermatológica Internacional. En la misma línea, los especialistas de la AEDV señalan que la piel sensible no es un término médico, sino coloquial, que se emplea para describir la epidermis de aquellas personas que experimentan sensación de tirantez, enrojecimiento y descamación de forma espontánea o tras la aplicación de determinados productos. Aunque generalmente se deben a la existencia de una enfermedad cutánea subyacente (rosácea, dermatitis atópica o seborreica), hay factores como el clima frío o la excesiva exposición al sol que pueden provocar una mayor sensibilidad de la piel, y en otras ocasiones estas reacciones cutáneas pueden estar producidas por factores psicosomáticos. Para el doctor Ruiz, en general, tras el concepto de piel sensible se encuentran tres problemas bien distintos: la rosácea (de la que ya hemos hablado), la dermatitis atópica y la intolerancia a los cosméticos.
“Los síntomas de la dermatitis atópica son descamaciones, no solo en el rostro sino en el cuero cabelludo, brazos, piernas… En general, estos pacientes suelen ser alérgicos al polvo o al polen. El tratamiento ideal en estos casos son las cortisonas suaves, que pueden ser efectivas siempre que se empleen de forma prudente”.
En cuanto a la intolerancia a los cosméticos, los principales síntomas son los eccemas y el escozor en la piel que se produce cuando existe contacto con determinados productos tópicos. Aunque cualquier sustancia puede producir una reacción alérgica de contacto, hay algunas que lo hacen con mayor frecuencia: metales (níquel, cromo, cobalto), tintes (parafenilendiamina); conservantes (parabenes, kathon); e incluso perfumes (citronella, musk-ambrette) que son capaces de provocar reacciones de hipersensibilidad. “El manejo de estos pacientes es muy difícil, y por lo general no toleran ninguna crema que contenga conservantes o perfumes. Algunos ni siquiera soportan la vaselina pura ni las aguas termales. En ocasiones hay que recurrir a corticoides orales para controlar los brotes de enrojecimiento”, señala Ricardo Ruiz.
Frío, el enemigo número 1 Todas las pieles en general, pero las denominadas “sensibles” en particular, se resienten con la llegada de las bajas temperaturas. La explicación es que la epidermis contrae sus capilares frente a la agresión que supone el frío, con el objetivo de mantener la temperatura corporal constante. A esta vasoconstricción intensa le sigue la vasodilatación posterior que se produce al entrar en contacto con ambientes caldeados. La doctora Adriana Ribé, médico dermatopatólogo y directora de Ribé Clinic, en Barcelona, comenta que “el invierno perjudica la piel por efecto directo del frío, el cual altera su manto hidrolipídico, que es su barrera de protección. Por tanto, la piel ‘sufre’ y lo muestra con signos como descamación, sensación de tirantez, deshidratación, sequedad, irritaciones o agrietamiento”.
Son las pieles finas y secas las que acusan este rigor invernal de forma más intensa, ya que el frío y el viento acentúan su deshidratación y aceleran su envejecimiento. Por tanto, es muy importante blindar a la piel frente a la bajada del termómetro. La doctora Ribé explica cómo hacerlo:
Limpieza “dulce”. Es un gesto fundamental. “En invierno, para eliminar el maquillaje o los productos cosméticos, hay que usar productos o técnicas que no resequen la piel”.
Hidratación. “El frío, el viento y la sequedad ambiental resecan mucho la piel, por lo que se deben buscar cremas que contengan principalmente ácido hialurónico y glicerina, para hidratarla bien. Actualmente hay productos muy novedosos que ayudan a mantener más tiempo el agua en la piel y que incorporan compuestos como xilitol, combinado con glicerina y vitamina PP, que restauran la barrera lipídica, aportan flexibilidad, evitan la pérdida de agua y favorecen la circulación de agua interna. Además, para proteger más aún la función de barrera de la piel, se pueden usar cremas con lípidos estructurales”.
Mucha agua. “En invierno es muy importante hidratarse también por dentro y beber mucha agua, comer fruta y disfrutar de bebidas calientes, como el té o las infusiones”. También es importante tomar suplementos vitamínicos, que incluyan vitamina C, ácido hialurónico, biotina y colágeno hidrolizado, entre otros.
Tratamientos profesionales. “Si se necesitan unos cuidados más intensos, recomiendo la mesoterapia con vitaminas (en el caso de las pieles más deshidratadas y con un tono apagado) o el oxígeno con células madre (para las pieles más desgastadas y agotadas, por su capacidad regenerativa). También, la carboxiterapia, una técnica que ayuda a oxigenar las células de la piel y favorece sus principales funciones (regeneración y reparación)”.
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